[1] La llegada.

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AMALIA.

Desperté horas antes del anochecer de aquel maldito día que llevaba semanas intentando olvidar, y suspiré con cansancio mientras intentaba encontrar algo que me diese fuerzas para salir de mi habitación; lamentablemente, no encontré ninguna.

Cerré los ojos cuando oí sus ligeros pasos acercándose a mi habitación y subí las sábanas hasta mi barbilla para intentar esconderme, pero cuando llamaron a la puerta suavemente, supe que no había forma de escapar.

-¿Amalia? Sé que estás despierta -dijo Rebecca con un tono de voz alegre y vivo-. Te he oído suspirar, ¿puedo entrar?

Tragué saliva y sentí la culpa recorriéndome como un cruel recordatorio de lo zorra que había sido desde que la había conocido. Rebecca había sido una de las pocas personas que no me habían mirado como si tuviese que morir, como si portase una enfermedad mortal y debiese de ser exterminada... Realmente, me había mantenido en contacto con los demás gracias a ella.

Y fue por eso por lo que me senté en la cama y le susurré que pasara. Segundos después, ella estaba caminando hasta la ventana y abría las cortinas para dejarme ver como el sol desaparecía y la ciudad despertaba lentamente.

Ella me miró mientras la luz artificial de la ciudad iluminaba su rostro, y tragué saliva al ver la seriedad en sus ojos.

-Amalia, tienes que prepararte, la fiesta empezará en pocas horas y debes estar presente.

Yo negué con la cabeza y apreté las sábanas bajo mis palmas.

-Yo no tengo nada que celebrar, Rebecca. Yo no soy Amalia para ellos, sólo soy la hija de Enric Sellers -mi voz se quebró un poco y cerré los ojos mientras susurraba-: No quiero pasarlo mal.

Ella se sentó en la cama y me apartó el pelo del rostro. Sus ojos pardos brillaban por las lágrimas.

-Amalia tú fuiste la clave para ganar, gracias a ti lo hicimos. Debes y mereces estar allí -me mordí el labio mientras me estremecía. No quería que ella me reconfortara... No cuando acababa de tener una de esas horribles pesadillas. La culpa me carcomió.

-Rebecca -susurré mientras me limpiaba los ojos-. No quiero hablar más de esto; iré a la fiesta pero me iré pronto. Por favor.

Ella cerró los ojos y suspiró, asintiendo con pena.

Me levanté de la cama y caminé hasta el baño para ducharme, cuando su voz llegó a mí.

-Johnson estará presente, Amalia -dijo ella, todavía sentada en la cama, midiendo mi reacción.

Contuve un estremecimiento cuando sus ojos negros aparecieron en mi mente, y algo dentro de mí se tambaleó. Tragué saliva y aparté la mirada de ella.

-Lo sé, no hablaré con él -dije con seguridad. No iba a estar cerca de él, no mientras mi mente estuviese rota.

-Amalia -me reprochó Rebecca suavemente-, vosotros sois...

-No lo somos -la interrumpí antes de que acabase aquella frase que creaba sentimientos en mi pecho. Su mirada irritada me hizo fruncir el ceño, y repetí con seguridad-: No lo somos, Rebecca. Jake está equivocado sobre mí, yo no soy su...-Tragué saliva sin poder acabar la frase-. No lo soy.

Y antes de que pudiese replicar, me encerré en el baño con un suspiro cansado.

Mirando mi demacrado reflejo, casi no me reconocí. Había adelgazado mucho, tenía las mejillas hundidas y el tono de piel demasiado pálido. Mis ojos rojos parecían negros, apagados, y tenía el pelo enredado y roto.

UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora