-Sí. –Asintió entre los brazos de Lauren, que cogió la camiseta y la abrió por detrás.

-¿Sabes qué pone aquí? –Maia se quedó mirando la camiseta un momento, jugando con los dedos y se agachó un poco, más que para ver la palabra, estaba pensando.

-¿Mami? –Respondió con tono de pregunta, y Lauren asintió riendo, dejándome ver la camiseta.

-¿Y sabes por qué tiene ese nombre tu camiseta? –Lauren le dio un beso en la mejilla a Maia, que se reía por los siguientes besos que le daba Lauren, comenzando a hacerle cosquillas por los besos.

-Porque quiero mucho a mami. –Lauren me miró con una sonrisa, mientras Maia se abrazaba a la camiseta.

-Exacto. Porque tu mamá es la mejor.

* * *

Todo parecía ir bien, ¿no? Excepto que cuando llegaba final de mes, todo parecía ser un completo desastre. No había calculado muy bien lo que me llevaría la calefacción, pero sin duda, no podíamos mantenerla en casa. Ni eso, ni tampoco la ropa de invierno para Maia que se le estaba quedando pequeña. A finales de noviembre hacía bastante frío en Portland, y comenzaron las nevadas.

-Uh, qué frío hace. –Dijo Lauren al entrar en casa, y simplemente suspiré agachando la cabeza.

-Lo sé. –Cerré la puerta antes de que casi se me congelase la cara y Lauren ni siquiera se quitó el chaquetón.

-¿Por qué no pones la chimenea? –Preguntó señalando el salón, mientras yo cerraba la puerta de la cocina, y Maia bajaba las escaleras de forma torpe hasta correr por el salón y abrazarse a Lauren que la recibía en brazos, dándole un beso en la frente.

-Porque no tengo leña. –Lauren no parecía entenderlo, me quedaban unos cien dólares para sobrevivir una semana. Bueno, ya era más de lo que tenía antes, porque ahora por lo menos podía vivir de forma más desahogada y darle a mi hija cosas que nunca pudo tener, pero aquél sentimiento seguía ahí, de que Maia no podía ser como Nick, por ejemplo.

-Estás muy calentita. –Le decía Maia a Lauren, pegando su mejilla a la de ella.

-¿Tienes frío, enana? –Lauren la miró entrecerrando los ojos, y la pequeña asintió quedando de nuevo en el suelo. –Ve un momento a la habitación, tengo que hablar con tu mami, ¿vale? –Maia se resistió un poco al principio haciendo un puchero, pero acabó subiendo a seguir jugando. -¿Me cuentas qué pasa aquí?

-¿Tengo que contártelo? –Suspiré dejando caer los brazos a los lados de mi cuerpo, dándome la vuelta para entrar en el salón.

-Claro que tienes que hacerlo. –Su voz me perseguía por la espalda, y negué cruzándome de brazos de nuevo.

-No es muy difícil saberlo. –Respondí en voz baja, retirando del sofá las mantas y las doblé, haciendo con ellas un pequeño montón.

-¿No puedes pagar la calefacción? –Suspiré poniéndome las manos en la cintura, y apreté los ojos ladeando la cabeza. –Eso no es ningún problema, yo puedo...

-No. –Negué seria y con la mirada fija en sus ojos. –No. Si tu frase termina en 'puedo ayudarte' la respuesta es no.

-¿Por qué te preocupa tantísimo eso? ¿Se te ha olvidado que ya no estás sola? –Lauren se acercó a mí, pero yo me aparté un poco desviando la mirada. -¿Se te ha olvidado que yo también quiero que Maia esté bien, y que no pase frío?

-La diferencia es que no es tu hija. –Lauren apretó la mandíbula al escucharme.

-Deberías tragarte ese orgullo que tienes y aceptar la ayuda de otras personas, por tu hija. –Sus labios estaban presionados, y estaba enfadada, y yo alterada al mismo tiempo.

a coat in the winter; camrenKde žijí příběhy. Začni objevovat