49. La carta de Cayo

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- Paciencia, Bella -dijo concentrado.- Ahora eres más vulnerable.

Nada que no supiera.

Aquella misma noch te a mediado de Diciembre, sin siquiera haberme recuperado, o al menos haber tenido el consentimiento de el doctor Cullen para moverme de la cama, decidí escaparme. Necesitaba ver algo más lejos de la casa.

Le había cogido pánico al exteior, debo de confesar. Pero el interior empezaba a asfixiarme. Tenía miedo de que en cualquier momento aparacerieran un puñado de Vulturis, Thierry, o incluso Demetri. Dijera lo que dijera Cayo. Y tenía el compañero perfecto.

- No quiero que te hagas más daño, Bella -dijo Friedrich mientras yo me acomodaba en sus brazos con una mueca en la cara.

- Te digo que estoy bien, tu sólo sácame de aquí.

Con todo mi peso encima y compensando el impacto, saltó por la ventana dirección al exterior. Habíamos ido más rápido otras veces, pero no recuerdo que el aire se percibiera tan reconfortante, denso, pero agradable.
Yo intentaba guiarle, pero era imposible. Hacía semanas desde que mi vista dejó de ser vampira.

Paramos justo encima de un acantilado, apenas a unos metros del borde. Se escuchaba el río fluir bajo nuestros pies y el bosque de enfrente era de un color negro impasible. Esta solía ser una de las fronteras entre los Quileute y los Cullen. Y yo tenía la mala costumbre de cruzarla cada dos por tres.

- Bella, estás tiritando -dijo una vez que me acomodé sobre una piedra cubierta de musgo.

- Estoy bien... -me froté inconscientemente los brazos.

Llevaba mucho tiempo sin salir de la climatizada mansión, no era de extrañar que aquel ambiente me resultara frío.
Estuvimos un rato en silencio, disfrutando de la presencia del otro como solíamos haver, sorprendiendome como en tan "poco" tiempo nos habíamos llegado a conocer de esa forma.
En un momento, decidió romperlo:

- Sabes? No soporto a ese tío.

Elevé la mirada y le observé con atención, me había parecido extrañamente joven al decir eso.

- Edward... Como sea -dijo su nombre bajito, por si me dolía.- Es un capullo. Te dió una paliza y anda por ahí como si el fuera el destrozado. Un capullo de los grandes... Yo llego a estar allí y te juro que ni se le pasa por la cabeza levantarte la mano.

- Cabrón... -escupió negando hacia la nada.

Tragué saliva e intenté que no me temblaran las manos.

- No tengo miedo...

- No deberías tenerlo -dijo mirándome.

- Lo digo en serio -seguí mirando a la nada, sin expresar nada. Impasiva.- He perdido mis dones, Fredrich. Todos y cada uno de ellos... Para que me van a querer ahora? Han sido inteligentes, por eso me han abandonado. Ya no les sirvo. Es justo.

- Todos mis dones, Fredrich... No te haces una idea de lo que eso significa para mi...

Él se quedó en silencio. No, no se hacía una idea.

- Friedrich.

- Sí.

- Necesito una copa.

Después de eso no recuerdo nada.

EDWARD POV

Eran las cuatro de la tarde y Bella todavía no había salido de su habitación ni para la comida, ni para el desayuno, y como ella había pactado que si no salía no entráramos a molestar, no me quedó otra que escuchar con atención. Dormía. Y era consciente de que aquella noche no había estado en la casa. Todo el salón apestaba a alcohol

Carlisle opinaba que ya debería darle una ''ración'' -así lo había llamado- de ponzoña, para que sus tejidos se compactaran una vez unidos. Si se hacía demasiado pronto, seguiría teniendo molestias. Una de las cosas extrañas sobre ella, la ponzoña no le afectaba demasiado. No de la forma que lo hacía a los vampiros corrientes. Carlisle quería hablarlo con ella porque estaba muy interesado en investigarlo y estudiarlo, pero solo hablaba con Jasper. Solo sabíamos que le dolía, mucho. Afectaba a su sistema nervioso.

Mi padre entró a su habitación a despertarla y avisarla. Ella confió en él y Esme me llamó para ayudar. Bella siquiera me dirigió una mirada indiferente, era como si hubiera un agujero espacio temporal en mi cara. 

Se quedó tumbada en su cama quieta, pálida -demasiado-, y mi padre me miró de reojo asegurándose de que quería ver eso. Lentamente, retiró las vendas. Bella apretó la mandíbula, un gruñido de dolor se consiguió oir. 

Y lo siguiente que percibí fue su olor a sangre caliente. Cerré los ojos y apreté fuerte los puños mientras me repetía mentalmente que no cayera. No otra vez. Esme salió de la habitación, a por "alcohol" para limpiar la herida. Bella se curaba angustiosamente lenta.

- Edward -noté una oleada de calma, cortesía de Jasper. Pero aquella fue la voz de mi padre.- Sal de aquí.

- No, estoy bien -abrí los ojos torturado. Carlisle no apartaba la mirada de su perfeccionista trabajo.

- Lo sé, hijo -murmuró.- Es por seguridad.

Si hubiera tenido corazón, este hubiera dado un vuelco.

Carlisle no confiaba en mi. Pensaba que podría volver a... atacarla. ¡No tenía ni una maldita idea de lo que me había pasado! Acaso no podían tener un poco de tacto?
"Edward, por Dios..." dijo aquella vocecilla en mi cabeza. "Te quiero, pero abre los ojos y mira lo que le has hecho a Bella... ¡¡a Bella!!" La miré, tumbada con un brazo bajo su nuca dejándole trabajar a mi padre.

- Joderrr, Carlisle -gruño ella cuando una pincelada de ponzoña tocó la herida para cerrar la cicatriz.- Joder...

Y lo más rompedor fue lo que pensó él; "Eso no es ni la mitad de dolor de lo que se te va a echar encima...", porque era cierto.

"Lo que le has hecho..." de nuevo Alice se metió en mi cabeza vacía. "Eso no es propio de Edward. No de mi hermano."

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⏰ Last updated: Jan 05, 2017 ⏰

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Eres extraña (Edward y Bella)Where stories live. Discover now