Capítulo 34

2.1K 118 2
                                    

Me desanude el trapo de la cabeza y me giré a ver a mi compañero para agradecerle (y de paso ver quien era dueño de aquellos brazos protectores). Me di la vuelta con una sonrisa y vi a Thomas. Se me borró la sonrisa.

- ¿Tú?

Thomas no respondió.

- ¿Por qué no me dijiste que eras tú? No me habría dejado caer si era en ti en quien confiar.

- Agradece que no te dejé caer. Estaba pensando seriamente en hacerlo.

Iba a contestar, pero a nuestro alrededor llegó una batalla de barro. Bolas de barro volaban por los aires, y justo me movi antes de que una impactara en mi pelo. Pero no llegué a esquivar la siguiente que me dio en plena mejilla, como una cachetada.

Al ver mi cara molesta, Thomas se destornillo de risa. ¿Ah si?

Me agache, forme una bola con el poco barro que había a mis pies, me acerqué a él y se lo pegué directo en la frente. Thomas dejó de reír y me miró un poco molesto, pero luego su expresión cambio. Parecía divertido.

- No querrás jugar contra mi -dijo en tono amenazador.

- Hay si tú -le dije con cierta sorna.

Una de sus comisuras se levantó, y se agachó en busca de más barro. Obvio no era tan tonta como para quedarme, y en cuanto me di la vuelta para correr, me resbale y caí de cara a una gran cantidad barro. Eso sólo hizo que Thomas riera a más no poder. Seque mi cara con una mano, y lo miré con ojos entornados. Agarré un puñado de barro y se lo tiré en la mejilla. Un poco entró en su boca.

Me dolió el estómago de tanto reírme, y cuando Thomas escupió el barro, yo me reí más. Aún no me había levantado del suelo.

- ¡Ya basta, todos al campamento ahora! -gritó bastante enojado el profesor. Le cayó una bomba de barro en el lado izquierdo de la cara, y él tembló de ira.

La mayoría empezaba a irse detrás del profesor, que los llevaba ahora al río. Intenté levantarme, pero Thomas se arrodilló en mis brazos.

- ¡Quita, estúpido!

- Creo que a esa boca hay que lavarla -sostuvo un puñado de barro en una de sus manos, mirándome maliciosamente.

- Ni se te ocurra -le advertí por lo bajo.

Me plantó el barro en el cuello, muy cerca de la mandíbula. Tomó más barro en cuanto intenté levantarme de nuevo.

- ¡Basta!

Thomas sonrió con ganas, y dejó caer con lentitud el barro en mi pelo. Me revolví bajo él muy molesta.

- ¡No! -grité- ¡Te vas a arrepentir!

- ¿Ah si? -preguntó desafiante.

Logré derribarlo, y en cambio me subí a su estómago.

- Sí -le dije, ahora sonriendo yo-. Ahora que te tengo indefenso, me vas a decir por qué no dejas de mirarme -le dije egocéntrica a propósito.

- ¿Yo? ¿A ti? Más quisieras...

- Digo, sé que soy hermosa... Pero te gusto por algo y lo sé.

Sí, a veces mi ego volaba. Pero me encantaba verlo así.

Al intentar levantarse, hizo un movimiento brusco, pero yo le empujé con fuerza por los hombros hacia el suelo. Caí yo también muy cerca de su cara.

Al mirar sus ojos... Ésos ojos... Sentí que caía y me perdía en ellos. De pronto, nuestros labios se rozaban. Él cerró los ojos, y yo le imite. Por último, me acerqué un pelin más y nuestros labios chocaron.

Lo tomé por ambas mejillas, acercando su cara a mi. Él nos hizo rodar hasta que volvimos a la posición de antes. Ahora una de sus manos me rodeó por debajo de mi cintura, y con la otra sostenía mi cabeza. Fue un beso algo... ¿Desesperado? ¿Con pasión?

Después de unos minutos, nos separamos un poco, lo suficiente para mirarnos a los ojos.

- Sí, me gustas. Me traes loco y no sé por qué -me susurró, abrasandome con la mirada.

Luego se incorporó y me tendió la mano. Yo levanté una ceja divertida.

- Confía en mi -dijo animado, y luciendo una sonrisa perfecta.

Tomé su mano sin dudar, y de un esfuerzo me pare frente a él. Nos sonreimos mutuamente, y después de escuchar un gritito a lo lejos, nos dimos cuenta de que seguíamos manchados de barro. Fuimos al río sin tomarnos de las manos, pero muy juntos.

¿Qué? No me digas que te has enamorado... ¡Tú nunca te enamoras, y vienes ahora con que éste es el chico indicado!... ¿Qué me pasa?, pensé mientras nos dábamos un rápido baño con los demás alumnos.

Cuando llegamos al campamento, los del grupo 2 ya habían vuelto: se los veía muy agotados, en especial Andy, que estaba tirada en el césped.

Me acerqué a ella, pegándole una suave patada en las costillas. Andy me miró atónita, y luego volvió a cerrar los ojos.

- Dejame... Creo que voy a morir.

Yo reí ante su comentario. Andy es muy vaga y odia con toda su alma el deporte, además de salir a tomar aire o esas cosas. Prefería estar encerrada en una habitación con música y libros.

- ¡Mujeres, van a venir conmigo a bañarse! Los hombres se quedarán con el profesor ayudando en la cena.

Acompañamos a la profesora con nuestras toallas y shampoes y cremas y etc. Luego de un relajante baño frío, lo único que quería era enterrar mi cabeza en la almohada y dormir para siempre.

Maldita PerraWhere stories live. Discover now