Capítulo 33

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De camino al campamento, estuvimos muy callados. Casi ni nos mirabamos. Claramente Thomas sabía por donde estaba el camino, y en segundos, llegamos a él.

- ¿Por qué...? -no supe cómo terminar la frase. Sí, fue un beso. Un gran beso, pero la palabra no quería salir de mi boca.

Miré a Thomas, que estaba un poco sonrojado, y se veía muy bien así.

- Lo hice para que te callaras -me espetó un poco rudo. Lo miré entornando los ojos.

La lluvia había disminuido un poco, pero los truenos seguían allí.

- Pues si quisiste callarme, no hacía falta que me besaras... -jaque mate. A ver que respondía ahora.

Thomas sólo desvió más la vista, y ahora sus mejillas eran adorablemente rojas. Me gustaba verlo así, y me hizo sonreír ante su gesto.

A lo lejos ya podíamos ver las carpas, y no había nadie afuera. Seguramente todos estaban dentro de sus carpas resguardados de la lluvia.

Antes de entrar a mi carpa, miré a Thomas: él también me estaba mirando. Sin darle más vueltas, entré.

- Vas a enfermar, Quinn -me decía Andy muy preocupada, tapandome con cuanta manta se encontrara.

En la noche la tormenta se intensificó. Andy ya sabía todo lo que le había contado de Thomas anteriormente, pero lo del beso... Preferí guardarlo para mi misma.

Estábamos comiendo frituras cuando la tela de la carpa se abrió y Mike y Bill entraron empapados.

- Deberían cerrar la carpa -nos recomendó Mike.

Después de hacerlo, compartimos historias de terror (las de Bill eran un tanto macabras) y comiendo animadamente. A esa de las una de la mañana a los chicos les entró el sueño y volvieron a sus carpas. Esa fue una noche bastante inquietante para todos los alumnos: cada iluminación de un rayo sombreaba las ramas de los árboles más cercanos, creando una especie de manos sobre nuestras carpas.

A la mañana siguiente, Andy seguía durmiendo. No entiendo por qué, pero me levanté antes de los demás. Había un poco de silencio y algún que otro canto de pájaro. Era tan tranquilo...

Decidí salir fuera de la carpa. El suelo tenía algúna que otra mini laguna con barro, pero el sol resplandecía encima de nosotros y las hojas de los árboles se veían más verdes que de costumbre. Tenían un poco del rocío de la mañana que brillaba a los rayos del sol. De pronto escuché que una carpa se estaba abriendo no muy lejos: era la profesora Smith. Entré con rapidez a mi carpa, ya que temía que mandara a hacer algo, y segundos después el sonido del silbato cortó el silencio y el cantar de los pájaros.

- ¡Arriba todo el mundo! -gritó con fuerza. El bosque entero podría haberla escuchado.

Esperé a escuchar las demás carpas abrirse y después salí yo. Andy se había tapado la cabeza con la almohada.

- Bien, grupo uno (el que fue ayer de caminata al bosque) hoy se quedará a las actividades. Los del grupo dos se irán conmigo al bosque, mientras que el grupo uno se quedará con el profesor Phillips.

Pueda ser que esta vez no se olvide de ningún alumno.

El profesor Phillips sacó una caja de su carpa en cuanto la profesora y grupo 2 se fueron. Dentro de la caja habían trapos de colores. Nos llevó un poco más adentro del bosque. Con una soga larga, nos rodeó dentro de cuatro árboles, pasando la soga por detrás de estos dejándonos encerrados.

- Haremos un juego -dijo, entregándole un trapo a cada uno-. Es conocido como el juego de la confianza. Nos taparemos los ojos con los trapos.

Hicimos lo que nos dijo. El mío era de un azul apagado. Mientras me ataba el trapo detrás de la cabeza, el profesor volvió a hablar.

- Bien, ahora den diez vueltas.

Le hicimos caso, y al terminar la mayoría estaba mareado.

- Van a caminar en silencio por doquier, sin salir del círculo que hice. Y cuando de la señal, buscaran rápido un compañero, pero no hablaran.

Mientras caminaba, me tropecé cuatro veces con mis compañeros, y una con una piedra: casi me caigo. Unos pasos más adelante, choque con la cuerda, y me di la vuelta. Era realmente difícil caminar a ciegas.

- ¡Alex, no hagas trampa! -le gritó el profesor a uno de los alumnos.

Caminamos por unos cuantos minutos más y el profesor habló.

- Ahora, busquen una pareja.

Me giré sobre mi misma con los brazos extendidos, buscando a cualquier persona. De pronto, unas manos hicieron contacto con las mías.

- ¡No hablen! Cuando ya tengan a su compañero, se tomarán de las manos. Sin chistes.

Las manos del desconocido se unieron a las mías. No eran las de una mujer, de eso estaba segura.

- Ahora a los que toque en la cabeza van a tocar con delicadeza la cara de la otra persona, nada de golpes.

Segundos después, el profesor me dio un leve golpe en la cabeza. Subí mis manos por los brazos del chico, y tenía unos muy buenos músculos. Seguí por los hombros y luego al cuello. Me paré en su mandíbula. Roce su nariz, orejas, mejillas, frente, trapo, boca. Había algo que me resultaba familiar.

- Bien, ahora el otro compañero se sacará el trapo de los ojos y verá a su compañero.

Escuché como mi compañero se desataba el trapo de la cabeza.

- Ya que saben quienes son sus compañeros, los van a guiar. Denle la vuelta, dejándolos de espaldas a ustedes.

El chico me tomo con suavidad de los hombros y me hizo girar.

- Como dije, esta sería una prueba de confianza. La persona que tenga la venda se va a dejar caer a los brazos de su compañero, si es que realmente le tienen confianza.

No sabía si hacerlo o no... Temía que me dejara caer. Pero después de pensarlo bien, me dejé caer de espaldas. Antes siquiera de estar cerca del suelo, unos fuertes brazos me sostuvieron por debajo de los míos. Alrededor de nosotros, escuché cómo otros caían al suelo, y luego risas.

- Les quitare puntos a los alumnos que dejaron caer a sus compañeros. Ya, los que tienen el trapo aún puesto se lo pueden sacar. Terminó la actividad -dijo el profesor en tono molesto.

Maldita PerraWhere stories live. Discover now