-Capitán... entrenador... ¿puedo salir un momento a que me dé el aire? –preguntó Hinata a sus superiores después de ponerse de pie. Quería ser sincero con sus compañeros, pero no debía. Lo mejor era solucionar sus problemas él solo.

Kageyama y Sugawara se miraron extrañados y observaron la conversación.

-Si ves que te encuentras mal, lo mejor es que te vayas a casa –le dijo Ukai, acercándose hacia el lugar de la colisión –No quiero que te lesiones, y por supuesto, no quiero que lesiones a uno de nuestros colocadores.

-Sí... perdón –Hinata hizo una pequeña reverencia y salió del gimnasio, bajo la atenta mirada de sus compañeros de equipo.

Ukai dio un pesado suspiro y se cruzó de brazos.

-Ya que esto ha roto el ritmo, tomaos diez minutos de descanso hasta que Hinata vuelva.

Todos asintieron y fueron a los bancos a por sus toallas y botellas de agua. El ambiente del equipo había cambiado un poco desde aquel accidente. No había gritos y botellas de agua volando como otras veces, simplemente, un pequeño murmullo de gente hablando y algunas risas de Nishinoya y Tanaka en el fondo. Estaban preocupados, y el ambiente lo demostraba. No es que haya sido nada grave, pero una actitud como esa viniendo del pequeño pelirrojo, si era preocupante.

Kageyama cogió su toalla y se limpió la cara con algo de brusquedad, intentando que los pensamientos sobre Hinata se alejaran de su mente.

-Oye Kageyama –le llamó Nishinoya -¿Sabes que le pasa a Shouyou?

El colocador se puso la toalla en sus hombros y lo miró de reojo.

-¿Cómo quieres que lo sepa? –Respondió algo borde –Habrá suspendido un examen y estará preocupado –Aunque eso sería aún más raro pensó.

Tanaka se acercó a ellos y se unió a la conversación.

-Antes le rodee por los hombros con un brazo y casi huye de mi –dio un trago de agua y continuó –Hinata es un cagado para algunas cosas, pero la cara que puso me asustó hasta a mí.

-Puedo entender a lo que te refieres... -dijo Kageyama, bajo las sorprendidas miradas de los dos chicos de segundo –Cuando nos chocamos –aclaró.

Noya jugó con su botella, intentando encontrar las palabras.

-Creo que yo también la vi, la cara de Shouyou mientras iba hacia el balón. Era bastante rarita, era como si tuviera miedo de algo –empezó a lanzar la botella al aire para capturarla –no sé si me explico.

¿Miedo? Pensó Kageyama la cara que le vi poner a Hinata, sin duda, no era de miedo.

-Igual le molas tanto que no podía ni mirarte –bromeó Tanaka, para romper la incómoda tensión que se había formado.

-Definitivamente tiene que ser eso –le dio una palmada a su amigo –Ryuu, eres un genio –afirmó, mientras hacía como si se limpiara las lágrimas dramáticamente.

Kageyama los miró con indiferencia y decidió ignorarlos. Si se metía en una discusión con ellos por aquella bobada, estaba completamente seguro, de que no le dejarían en paz el resto de la semana y se lo recordarían una y otra vez.

-Ahora entrará de nuevo en el gimnasio con los ojos rojos de haber llorado por su amor no correspondido –exageró Tanaka alzando un puño –, todo por culpa del insensible Kageyama-kun.

El chico de primero resopló y se alejó algo más de ellos. No quería seguir oyendo esa conversación desde tan cerca.

Segundos después, la puerta del gimnasio se abrió. Entrando, cabizbajo, el chico pelirrojo.

DesmoronamientoWhere stories live. Discover now