Calidez

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Una suave brisa movía las cortinas de la habitación. Aunque fuera invierno, una brisa cálida pasaba a través de la ventana abierta. Los rizos anaranjados de Hinata se movían lentamente y brillaban con el sol. El pequeño muchacho aún estaba tumbado en la cama de la enfermería con un alto chico sentado al lado, que le miraba sin perder detalle.

Las pastillas para el dolor de cabeza habían sedado un poco al pequeño por lo que se vio obligado a recostarse y cerrar los ojos. La hora del almuerzo estaba a punto de terminar y se empezaban a oír las voces de los demás alumnos volviendo a sus aulas para empezar la cuarta hora de clases.

Los ojos de Hinata se abrieron despacio, dejando ver sus grandes orbes acaramelados brillar con el reflejo del sol.

-Fushimita-sa... Kai, ¿cumpliste tu promesa?

El albino que hasta ahora estaba hipnotizado viendo los cabellos de Hinata zarandearse lentamente, volvió en sí.

-Ah eso... sabes... no tengo muchas ganas de ir a hablar con tu novio de eso –Hinata al escuchar aquello, se incorporó de golpe.

-¡Pero me lo prometiste! ¡Incluso dejé que me tocaras!

-Simplemente no me apetece. Shou-chan, compréndelo –le acarició una de sus mejillas.

-¡¡Me lo prometiste!! –Hinata dio un manotazo a la mano sobre su mejilla, encarando a Kai.

La mirada del albino cambio y con un rápido movimiento, agarró con fuerza las muñecas del menor, dejándolo inmóvil en la cama, haciendo que todo su peso impidiera que Hinata se irguiera para defenderse.

-Oye, oye, ¿Desde cuando tienes permitido ponerte así conmigo? Recuerda tu posición –Su mirada daba miedo, Hinata empezó a temblar, sus fuerzas le fallaron y se desplomó sobre la cama, dejando al chico de tercero la oportunidad para que cogiera su cuerpo en brazos -¿Ves? Eres muy débil para poder enfrentarte a mí.

Hinata intentaba hacer fuerza para separarse, pero los sedantes y el fuerte dolor de cabeza le hacían estar débil y mareado, las manos de Kai se envolvieron alrededor del cuerpo del pequeño, haciendo presión como si se tratara de un abrazo.

-¿Sabes la cantidad de cosas que te podría hacer en este momento? –le susurraba al oído –Piensa en esto como la recompensa del otro día y siéntete agradecido.

La puerta de la habitación se abrió de golpe.

-¡Hinata! –un exhausto Kageyama apareció por la puerta.

Hinata estaba abrazando a Kai, Kageyama lo vio con sus propios ojos, el pelirrojo levantó el rostro viendo al moreno y antes de que pudiera decir nada, la puerta estaba cerrada.

La puerta se cerró detrás de él con un fuerte portazo, se dirigió hacia los dos chicos, furioso con los puños apretados.

-¿¡Qué coño haces con Hinata!? Suéltalo ahora mismo –Sonando como una orden que no debía ser violada ni en el mejor de los casos.

Kai sonrió y dejó con delicadeza el cuerpo de Hinata sobre la cama.

-Anda, mira quien ha venido a verte Shou-chan.

-¿Quién demonios eres tú? –le contestó Kageyama, irritado.

-¿Yo? Solo un pobre estudiante de tercero con ganas de divertirse.

El moreno lo cogió por el cuello de la camiseta, mirándolo de la forma más intimidante posible. Mientras, Hinata observaba la escena desde su sitio, intentado asimilarlo todo.

-¿¡Acaso Hinata es tu juguete personal o algo así!?

-Es una de las formas con las que me divierto –El albino sonrió oscuramente, agarrando la muñeca de Kageyama para soltarse -¿Sabes? No soy de los que se mete en peleas, pero un niñato de primero no tiene derecho a hablarme así.

DesmoronamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora