7.

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Caminaban cogidos de la mano. Cuando Stiles había deslizado sus dedos entre los de ella sin previo aviso, el primer instinto de Lydia fue cerrar su mano con fuerza sobre la de él, como si no quisiera dejarlo ir. En seguida la aflojó, pero se giró hacia él para dedicarle una gran sonrisa. Él se la devolvió, y ella se derritió por dentro.

-Nos queda media tarde -dijo Stiles mirando el reloj. -¿Qué te apetece hacer?

-Podríamos ir al London Eye -sugirió Lydia.

-¿A la noria gigante? ¿No has tenido suficiente con el parque de atracciones? -bromeó el chico.

-Pero desde esta se puede ver todo Londres. Vamos, será precioso.

Lydia tiró de él hasta llegar a la cola y, media hora después estaban dentro. Les tocó una cabina para ellos solos. La chica estaba muy emocionada, pegada al cristal para no perderse detalle de la ciudad conforme iban cogiendo altura.

De repente, la noria se paró cuando a ellos les quedaban apenas unos metros para llegar al punto más alto. Se escuchó un mensaje por los altavoces que había en cada cabina: "Sentimos informarles de que ha ocurrido un pequeño fallo en el sistema, por lo que el London Eye quedará parado durante un tiempo indefinido. Lo arreglaremos lo antes posible. Gracias por su paciencia y comprensión".

Lydia miró a Stiles un poco asustada al principio. Estaban a una altura considerable. Pero su cálida sonrisa la tranquilizó al instante.

Unos diez minutos más tarde, la noria seguía en la misma posición, y Stiles y Lydia se habían sentado con las espaldas apoyadas en el cristal, sus brazos prácticamente pegados. Estaban en silencio, pero era un silencio agradable. Rompiendo esa calma, Stiles carraspeó.

-Lydia, hay una cosa que te tengo que decir -dijo el chico, y cuando ella se giró para mirarle vio que estaba nervioso.

-Claro, dime -le contestó calmada, intentando transmitirle una seguridad que ni ella misma sentía. Lo cierto era que temía lo que pudiera decirle, porque no le había sonado nada bien.

-Bueno, es que no sé muy bien por dónde empezar -ahora estaban sentados cara a cara. -A ver, ¿recuerdas la noche que llegamos? Que Malia vino a verme a mi cuarto.

-Cómo olvidarla, acabé llorando mientras me torturaba pensando en lo sola que estoy -pensó Lydia, sin embargo dijo: -La recuerdo.

-Pues esa noche, Malia y yo nos peleamos. Fue una tontería; simplemente había puesto sus botas llenas de barro encima de la mesa, pero me irritó y ella se lo tomó a broma, así que terminamos discutiendo. No es la primera vez que discutimos por tonterías, la verdad.

Lydia escuchaba atentamente, apenas respiraba, pues tenía la sensación de que su corazón explotaría si lo sometía a demasiado esfuerzo.

-Si en ese punto de la relación nos peleábamos por esas cosas sin importancia, -continuó Stiles -no quería imaginarme por qué discutiríamos en un futuro. Así que, bueno, lo estuve pensando esa noche, y al día siguiente rompimos.

Ya estaba, lo había dicho. Lydia se recordó que debía soltar todo el aire que había acumulado en sus pulmones.

-Oh, lo siento mucho, Stiles -empezó Lydia. No era demasiado cierto, pero sí que era verdad que sentía verlo como estaba en esos momentos: nervioso y un poco atacado. Quiso alargar su mano y acariciarle la mejilla con sus dedos, suavemente. Por supuesto, no lo hizo.

-No, Lydia, déjame terminar -le pidió el chico, cogiendo fuerzas para continuar. -Corté con ella porque comprendí que estaba dispuesto a pelear por tonterías como la de las botas, pero ella no era la persona con quien estaba dispuesto a hacerlo. Malia no es la persona con la que me imagino en el futuro, Lydia, porque esa persona... eres tú. Por estar contigo estaría dispuesto a pelear por mil y una ridiculeces, con tal de poder verte sonreír cuando hiciéramos las paces. Cada disputa valdría la pena si fuera contigo, porque al final es contigo con quien quiero estar -lo dijo todo de golpe, y en este punto se cortó un poco. -Ya lo he dicho -dijo, más bien para sí.

Lydia estaba al borde de las lágrimas. No podía creer que Stiles acabara de confesarle sus sentimientos hacia ella, y tampoco podía creer que, después de tanto desearlo estos últimos días, ahora pudiera besarle.

Y eso hizo.

Le agarró del cuello de la camisa para poder atraerlo hacia sí y en seguida sus labios se habían encontrado. Lydia se sentía como en una nube en la que los labios de Stiles eran lo único que existía.

Mientras saboreaba cada milímetro de su ser, la chica pasó sus dedos por la mejilla de Stiles como había querido hacer unos instantes antes, pero ahora lo hacía para poder sentir sus rasgos y disfrutar más de ese precioso momento. Su mano pasó de la mejilla hasta el pelo, y la de Stiles se posó en su cintura para atraerla lo máximo posible hacia él.

Sus lenguas bailaban a un compás perfecto, enredándose la una con la otra por momentos. Lydia no quería parar, solo deseaba permanecer en ese momento el resto de su vida, el momento en que todo lo que quería se había vuelto realidad: Stiles.

Sin embargo, tenían que respirar, así que finalmente sus bocas se distanciaron.

-Contigo valdría la pena hasta perderme en el desierto -fue lo primero que dijo Lydia.

Como si se hubiera parado adrede para que Stiles y Lydia pudieran besarse, la noria renaudó su marcha de repente.

Can't fight this feeling || StydiaWhere stories live. Discover now