Capítulo 67.

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Lorena

—Mañana vendremos a comer —suspira Dani después de asegurarse de que los niños se han quedado bien con sus padres—. Cualquier cosa nos llamáis, por favor. Tendré el móvil con sonido toda la noche.

—Iros ya, tus hijos van a estar bien con sus abuelos —ríe Juan Carlos con Álvaro en brazos—. Disfrutad de vuestra noche romántico y confiad en nosotros.

Sin decir nada más, nos despedimos de los niños y salimos de casa de mis suegros con una sonrisa. Nos merecemos una noche romántica en cualquier restaurante de Sevilla. Sin niños ni preocupaciones. Solo nosotros dos.

—No me convence nada la idea de dejarles la noche entera —susurra Dani cuando entramos en el BMW—. Pero nada de nada.

—Porque eres demasiado sobreprotector con ellos —carcajeo poniéndole una mano en la pierna—. Son tus padres. Si no confías en ellos, no confías en nadie.

Noto cómo sonríe en silencio y me coge la mano para dejar un beso en el dorso de la misma, sin separar las manos del volante ni quitar la vista de la carretera. 

—¿Dónde me llevas? 

—He reservado el mejor restaurante de la ciudad para nosotros dos solos. Manuel nos ha preparado una mesa en la terraza con unas vistas increíbles a la catedral —sonríe de buen humor.

—¿Primera noche que salimos solos desde que nacieron los mellizos y me llevas a cenar al restaurante de mi padrastro? Qué original —vacilo con diversión.

—No hay un lugar mejor para pasar la noche —asegura con una sonrisa.

Minutos después, para el coche y bajamos para dirigirnos al restaurante. En cuanto Dani le da las llaves al aparcacoches y le ruega que no le haga ningún arañazo, entrelaza nuestros dedos y me guía al interior del establecimiento.

—Daniel Oviedo, su mesa está preparada —sonríe el metre nada más vernos—. Acompáñenme, si son tan amables.

Sonreímos y sin decir nada le seguimos hasta la azotea, donde hay una mesa preciosa decorada y rodeada con velas, pétalos de rosa y globos transparentes. Es precioso. Se ha pasado.

—¿Nos dejáis un minuto a solas? —pregunta Dani mirando a los dos camareros que nos atenderán esta noche.

—Te has pasado —le acuso asomándome a la barandilla para observar las vistas una vez nos quedamos solos—. Te has pasado muchísimo —. repito cuando me abraza por la espalda.

—Es lo mínimo que puedo hacer por la mujer a la que amo —susurra dándome un beso en el cuello—. Te prometo que va a ser la mejor noche que nos hemos dedicado.

Daniel

En cuanto terminamos de cenar, me termino de un trago el vino que queda en mi copa y me aflojo el nudo de la corbata nervioso.

—Voy al baño un momento.

—¿Estás bien? —se preocupa cogiéndome la mano antes de que me levante.

—Claro —sonrío dejando un beso en el dorso de su mano—. Dame un segundo, no tardo.

Nada más darle un beso en la frente, camino hacia el baño y me mojo la cara con agua fría. Después, observo mi reflejo con intensidad, en silencio, durante unos largos segundos.

—Vamos, Daniel. Llevas meses planeándolo —me animo a mí mismo—. Vas a salir ahí y va a salir todo perfecto. Va a ser la noche perfecta —aseguro llevándome una mano al bolsillo.

—Dani, ¿todo bien? —pregunta Lorena dando un toque en la puerta.

¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Sí, sí. Ya salgo, cariño —contesto colocándome bien la corbata—. Echále huevos, Oviedo —susurro mirándome al espejo una última vez.

—¿Estás bien? —pregunta en cuanto abro la puerta.

—Claro —sonrío dándole un beso en la mejilla—. Ven, quiero enseñarte algo.

En cuanto me agarra la mano, la guío a la parte trasera de la azotea, donde nos espera un oso de peluche gigante rodeado de globos, velas y pétalos de rosa. A sus pies se lee la pregunta a la que tanto miedo le he cogido estos últimos meses.

Antes de que pueda decir nada, suspiro y me arrodillo ante ella, provocando que abra los ojos de par en par y se lleve las manos a la boca sorprendida.

—Llevo semanas preparándome para esto y me acabo de quedar en blanco —admito cogiéndole la mano derecha—. Pero... llevo enamorado de ti desde que teníamos quince años, y temo que eso no va a cambiar nunca. Desde el primer día que te vi, supe que eras para mí. Sé que no soy el hombre perfecto, ni mucho menos, pero... puedo prometerte que te trataré como ningún otro podría hacerlo jamás. No hay nada que desee más que despertarme a tu lado todos los días, con niños invadiendo nuestro colchón y conscientes de la suerte que tenemos. Quiero hacerte feliz siempre, quiero asegurar tu bienestar, quiero pasar contigo la vida entera. Quiero ser el primero en darte los buenos días, o... el segundo, cuando Martín se me adelanta —sonrío, provocando que suelte una carcajada entre lágrimas—. Y quiero ser la última persona a la que veas al dormir, quiero ser tus alas, tus gritos y tu marido. Por eso... —sonrío cogiendo de mi bolsillo la cajita del anillo—. Lorena Martínez. ¿Quieres casarte conmigo?


Y...FIN DE TEMPORADA!!!! Espero que os haya gustado muchísimo. Nos leemos en la tercera entrega, ¡no os la perdáis!

¿A quién pillo releyendo por aquí? 28/05/2020

Siempre Tú II [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora