Capítulo 46.

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Dos días después

Lorena

Hoy es la boda de Jesús y Lucía. Después de estos últimos meses aguantando el estrés y la ansiedad que ha acarreado su organización... por fin ha llegado el día. La ceremonia empieza en menos de una hora, en la mismísima Catedral de Sevilla. Al evento están invitados muchos periodistas y personajes de categoría, lo cual intuyo que será algo estresante. Mi madre lleva allí un rato y dice que hay más de doscientas personas ansiosas por hacerse con un buen titular. 

—Llegamos tarde. Verás cómo al final llegamos tarde —se estresa Dani anudándole la corbata a Martín.

—Que no llegamos tarde, pesado —suspiro con una sonrisa mientras le pongo una camisa blanca a Lucas—. Toma, encárgate de ponerle la corbata que voy a por los tacones.

—¡A quién se le ocurriría ponerles traje! —exclama en respuesta cuando abandono la habitación de los mellizos.

—¡Pues a quién va a ser! —carcajeo, escuchando en seguida cómo ríe.

Casi cinco minutos después estoy completamente arreglada, por lo que vuelvo al cuarto de los niños para ver si Dani sigue vivo, ya que está muy callado.

—No puedo peinarles —se cabrea dejando el peine en el cambiador.

—Trae, anda, que mira que eres torpe —río cogiendo a Lucas—. Ve a ponerte el reloj y arréglate el pelo, vamos.

Casi diez minutos después, Dani está metiendo a los mellizos en el coche y yo estoy cogiendo el bolso para irnos. Ya podemos darnos prisa, porque no daría muy buena imagen que el padrino y las madrinas lleguen tarde. Se supone que la labor de los padrinos empiezan antes de la boda: ayudando a los novios a vestirse, controlando que todo esté perfecto, asegurándose de que no falte un solo detalle... pero fueron Jesús y Lucía los que no nos han dejado ir antes.

—¿Has cogido el regalo? —pregunto mirando a Dani cuando hemos salido del garaje.

—Sí, cariño. Está la caja en la guantera —sonríe sin desviar la vista de la carretera—. Jesús se va a volver loco.

—Lucía también, les va a encantar —sentencio recordando el precioso Jeep que les hemos comprado—. Siempre ha querido tener un todoterreno, aunque nunca he entendido por qué.

Escucho cómo Dani ríe y seguimos hablando hasta que llegamos a la Catedral de Sevilla, donde un aparcacoches nos indica que frenemos y bajemos del vehículo.

—¿Los mellizos? ¿A cara descubierta? —me pregunta Dani mirando a su alrededor, apreciando cómo un montón de periodistas centran su atención, y sus cámaras, en nosotros—. En el maletero están las mantas, ¿quieres que les tapemos el rostro?

—La cara de tus hijos ha sido portada más de cincuenta veces en los últimos dos meses —carcajeo tocándole la nuca con cariño—. Y nosotros les mostramos en redes cada dos por tres. No vamos a hacer el paripé de ocultarles hoy, ¿no?

—¡No! —exclama Martín desde su silla en la parte de atrás.

—Mamá manda, enano —ríe Dani mirándole de buen humor—. Prepárate para enfrentarnos a esas bestias —dice por última vez antes de bajarse del coche—. Intenta no rallarlo —ruega con una sonrisa antes de darle las llaves del BMW al aparcacoches—. Vamos, campeón —sonríe cogiendo a Lucas en brazos mientras yo cojo a Martín.

Nada más cruzar la alfombra roja que nos lleva a la puerta de la catedral, nos detenemos por orden de Luke y Marcos a hacernos fotos ante la prensa y entramos sin atender preguntas.

—Recordad que hoy no se habla de trabajo —dice mi primo Marcos guiándonos al interior de la catedral—. Luke y yo ejercemos de representantes todos los días del año, pero vosotros tenéis prohibido hablar de trabajo en determinados momentos. La boda de Jesús y Lucía es uno de ellos.

—Hoy es un día para celebrar el amor y el arte, pero la prensa va a buscar más que eso. No dejéis que os arrastren. No paréis a responder preguntas —ordena Luke en seguida.

—¡Coño! ¡Ya pensaba que no llegábais! —exclama Jesús cuando nos ve—. Esto empieza en diez minutos, así que organizaos ya.

—Deberías relajarte —le aconsejo colocándole bien la corbata—. Va a salir todo bien, deja los nervios fuera del altar.

—Hazla caso, que sabe mucho —ríe Dani después de dejar a los mellizos con mi madre en uno de los bancos de la catedral—. Vamos, hermanito. Es hora de que te hagas mayor —carcajea señalando el altar de buen humor.

—Colega, ¡que te casas! —exclama Luke dándole un abrazo feliz—. Sube ahí antes de que te arrepientas.

¡He vuelto, chicas! Increíble pero cierto, jajajaja.

¡Traigo buenísimas noticias! Estos días me he aburrido demasiado y me he dedicado a escribir, y escribir, y escribir, y escribir, y entre palabras, teorías y tonterías he terminado de escribir la novela. He llegado al capítulo 67 y he decidido terminarla ahí.

Ahora bien... pregunta del millón: ¿queréis tercera temporada? Yo ya he empezado a escribirla por si decís que si, pero ya sabéis que la última palabra siempre es vuestra.

¡Os leo, siempre! ¡Votad y comentad!

Siempre Tú II [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora