—¿Qué pasa si te enamoras de él? —La sola idea me aterró. Me estremecí.

Era consciente de que Nash no tenía nada de normal, que según los rumores era lo peor que le podía pasar a cualquier chica. Y, aun así, mi cuerpo parecía magnetizarse con el suyo cuando estaba cerca. Resultaba incontrolable.

Sacudí la cabeza y me dediqué a guardar mis cosas en la bolsa. Siloh esperaba una respuesta, pero la realidad era que ni yo sabía qué iba a suceder si llegaba a tener sentimientos adicionales al deseo por él, por Nasty.

—Tendré que arriesgarme —dije, expectante—. Además, solo necesito entrar en su habitación y conseguir la foto. Entonces podré dejarme de tonterías. —Siloh asintió sin mucho convencimiento—. De hecho, iré de una vez; si tengo suerte tal vez lo encuentro en su pieza. No quiero vivir en ascuas lo que resta del año escolar. —Me puse mis sandalias y tomé mi celular para luego salir por la puerta antes incluso de que Siloh pudiera objetar algo.

Toqué la madera de ese escalofriante cuarto dos o tres veces y, justo cuando estaba por rendirme, Sam se asomó para ver quién era. Al notarme, dejó a la vista su cuerpo entero y la imagen de su torso desnudo me obligó a dar un paso atrás, a la defensiva. Desde los pectorales hasta los oblicuos, era todo músculos marcados, de apariencia suave.

Aunque sabía muy bien que él se había dado cuenta de mi impresión al mirarlo, se mantuvo en silencio, quizá gozándose de mi introspección al observar su figura.

—Qué oportuna, Penny —me espetó con un tono de voz ronco, casi adormilado.

—Necesito hablar con Nash —dije, terminante.

En ese momento sentí que las piernas se me aflojaban. El solo hecho de pensar que en pocos minutos estaría frente a él me puso los cabellos de punta y el corazón me latió a mil por hora.

—No está. Dijo algo acerca de estudiar a solas y cuando dice eso es porque irá al gimnasio. —Esta vez fue Sam quien lució interesado en mi short de mezclilla, mis sandalias y mi camisa de franela. Con un simple "gracias" me marché sintiendo aún su mirada clavada en mi nuca, y también en otras partes.

El vestíbulo del edificio estaba casi vacío a esas horas. Uno que otro estudiante se paseaba en la estancia, tal vez en la búsqueda de un poco de tranquilidad, pero fuera de eso el lugar parecía desierto e incluso lucía macabro por la poca iluminación. Anduve por el corredor norte, hasta el gimnasio. Las enormes puertas necesitaron de todo mi peso para poder abrirse. La primera visión que capté fue de las caminadoras, cuatro o cinco alineadas perfectamente. Máquina de pilates, de cardio, pesas, tríceps, etcétera. Pero no había señal de Nasty, así que estiré mi cuello y me puse en puntitas para inspeccionar más a fondo el lugar, que estaba más que sumido en la penumbra. Solo había un poco de luz al fondo y esta misma hacía que el amplio gimnasio se viera lúgubre y tétrico.

Pensé en irme y giré sobre mis talones, pero una voz familiar me hizo detenerme. De pronto me sentí observada, por lo que di un paso al frente, titubeante.

—No son horas para excursiones fuera de tu dormitorio, Dulcinea —dijo Nash, aún perdido en las sombras. Volví a buscar por el lugar sin mucho éxito—. En las gradas —murmuró de nuevo. Caminé con cautela hasta unas bancas en escalón que fungían como sitio de descanso. Él yacía sentado en el segundo peldaño. Iba vestido con una camiseta blanca de cuello tipo uve, unos jeans entallados, y el pelo menos enmarañado que en otras ocasiones.

Con esa vestimenta los tatuajes de sus manos quedaban realmente expuestos.

—Necesito que me ayudes en algo. —Nasty enarcó la ceja izquierda. Noté el libro que llevaba en la mano y justo a su lado un cuaderno forrado de piel negra. Su diario—. Tengo problemas con literatura y Clarisa me sugirió que buscara un tutor o algo parecido; como si fuera en secundaria. —Una sonrisa falta de cualquier nota de diversión le llenó la boca. Bajó la mirada de nuevo a su lectura, ignorándome por alrededor de diez minutos.

Nasty (A la venta en Amazon)Kde žijí příběhy. Začni objevovat