Capítulo 33.

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Lorena

—Deja ya las motos y la televisión y ayúdame a vestir a tus hijos —ordeno cogiendo a los mellizos en brazos—. Vamos, Daniel. Es tardísimo.

—¡Es la carrera de ayer! —se queja mirándome con un puchero—. Pasamos todo el día con mi familia y no pude verla...

—Ya, cariño, pero hoy es Nochevieja y mi familia viene en menos de una hora —sonrío acercándome a darle un beso en la mejilla—. Mañana la ves, anda. Sube a ayudarme.

Suelta un suspiro pesado antes de sonreír y apagar la televisión, y se levanta del sofá para seguirme escaleras arriba.

—¿Dónde está el niño más guapo y más listo de la casa? —ríe tumbando a Martín en el cambiador y haciéndole cosquillas—. Qué ojazos tienes, enano. Es increíble que seas hijo mío.

—Tu padre se está poniendo tontorrón —sonrío quitándole el pañal a Lucas en el otro cambiador—. Anda... —suspiro de mala gana—. Dani, dame la crema.

—¿Qué le pasa? —se preocupa acercándose a nosotros serio—. Enano... —suspira mirándole los genitales, que los tiene increíblemente irritados—. ¿Va a ser así toda la vida, hijo? —ríe echándole crema—. Vamos a dejarle un rato con esto al aire para que se le calme, no le pongas nada.

Asiento con una sonrisa al ver el amor con el que mira, trata y admira a nuestros hijos, y se da la vuelta para terminar de vestir a Martín. Mientras lo hace, yo cojo a Lucas y me dirijo a nuestra habitación para empezar a prepararme.

Casi una hora después estamos los cuatro completamente arreglados y bajamos al salón a esperar a que venga la gente, que debe estar al caer.

—¿Quién dices que es? —sonríe Dani cuando suena el timbre.

—Lucas y Miriam, por supuesto. Siempre son los primeros —carcajeo levantándome de la silla con los mellizos en brazos.

Una vez abrimos la puerta y nos encontramos con ellos, sonrío ampliamente y miro a mi hermano sin poder evitarlo.

—Qué guapo estás —le halago dándole a Martín a Dani para poder abrazarle—. ¡Luke! ¡El granate te queda espectacular! —sonrío apreciando lo bien que le queda el traje que lleva puesto.

—Gracias, hermanita —sonríe quitándome a Lucas de los brazos—. Hola, canijo. ¿Somos los primeros?

—¿Y cuándo no? —ríe Dani mirándoles de buen humor.

Poco a poco llegaron todos y nos dirigimos al gran cenador que tenemos en el jardín y que, a pesar de que fuera hace muchísimo frío, mantiene una temperatura ideal para pasar la noche.

—Dale el biberón —ordeno mirando a Dani al ver que Lucas no deja de llorar—. O ponle música, o acuéstale. Cállale.

—Cariño —ríe cogiéndole en brazos—. Relájate.

—Te noto alterada, prima —carcajea David sentándose a mi lado con Martín—. ¿Todo bien?

—Todo lo bien que puede ir —sonrío de buen humor—. ¿Tu qué tal? ¿Dónde te has dejado a Isabel?

—Luego vendrá, iba a cenar con sus padres. Es que todavía no vivimos juntos y... sería raro que viniese, ¿no?

—No —contesto soltando una carcajada—. Lleváis tres años saliendo, ya es hora de que celebréis las fiestas juntos. Pero bueno, si así lo habéis decidido...

—¿De qué habláis? —se interesa Dani sentándose a nuestro lado con Lucas tomándose el biberón—. ¿Líos y faldas?

—Más líos que faldas, la verdad —ríe mi primo mirándole.

Hablamos durante un buen rato, hasta que los camareros del catering que hemos contratado para esta noche empiezan a servir la cena.

—¿Quieres el biberón, cariño? —susurra Dani cogiendo a Martín en brazos—. Ven con papá, enano, vamos a prepararte la leche.

—¿Voy yo? —pregunto mirándole, a lo que niega sonriente antes de darme un beso.

—¡No! —grita Martín dándole un golpe en la mejilla.

—¡Martín! —se cabrea Dani mirándole mal—. ¿Cuántas veces te he dicho que no se pega?

—¡No!

—Eres un celoso, un posesivo y un pesado —sonríe quitándole importancia segundos después—. Y ahora vas a cenar y te vas a ir a dormir con la música de papá.

Siempre Tú II [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora