Theodora estaba en mis brazos, con su vestidito amarillo suave y una su gorrito amarillo que apenas lograba quedarse en su cabeza. Se agarraba de mi blusa con sus deditos chiquitos y miraba la puerta como si supiera que algo emocionante estaba por suceder.

La puerta se abrió de golpe y ahí estaba Abby, con Jack en brazos, sonriendo como si no nos viera hace meses.

— ¡Oh, mirá quiénes están aqui! — Exclamó.

— ¡Ay, por favor! — Dije, riéndome mientras me acercaba — ¡Dame un abrazo sin aplastar a los bebés!

Nos abrazamos como pudimos, con cuidado, entre risas y miradas cómplices de cansancio y amor. Jack, que era un poquito más grande que Dora, tenía una expresión seria, mientras ella lo miraba con ojos gigantes, como estudiándolo.

— Están tímidos — Dijo mi mejor amiga, con una sonrisa — Ya se van a soltar.

Harry asintió, acomodando los bolsos como si estuviera a punto de escalar una montaña.

— ¿Dónde dejo todo esto? — Preguntó.

— Dejalos en el recibidor, H. Después lo vemos — Dijo Abby — Vengan, vamos al jardín. Ben está peleando con el encendedor como si fuera una competencia olímpica.

Entramos a la casa, luminosa y con ese desorden tierno que tienen las casas con bebés: mantitas en los sillones, una sillita alta con babero a medio colgar, sonajeros por el piso. Dejé una manta doblada en la entrada y me acomodé a Dora en la cadera.

Pasamos por la cocina, donde se sentía el aroma de algo dulce recién horneado, y salimos al jardín. El sol estaba bajando despacito, sin apuro, y Ben estaba junto a la parrilla, frunciendo el ceño como si le hablara al carbón.

— ¡Llegaron los refuerzos! — Anunció al vernos — Pensé que Harry iba a traerme un encendedor nuevo, pero no, vino con bolsas.

— Tengo prioridades, hermano — Dijo Harry, y se dieron un apretón de manos con palmada incluida.

Me reí bajito y miré a Abby.

— Me encanta que sigan creyendo que van a poder charlar tranquilos mientras cocinan y nosotras con los bebés.

— Ay, por favor — Dijo ella.

Nos sentamos bajo una sombrilla, con los bebés uno al lado del otro sobre una manta que Abby ya había puesto. Dora estiró una manito hacia Jack y él la miró como si todavía no decidiera si le gustaba o no. Era adorable.

Yo miré a mi hija. Sus mejillas rosadas, sus ojos verdes llenos de vida. Pensé que seis meses atrás yo no tenía ni idea de lo que me esperaba. Y ahora... no me imaginaba la vida sin ella.

— Te juro que parecen muñecos — Le dije a Abby, sin dejar de mirar a Dora.

— Muñecos con horarios muy exigentes y opiniones sobre todo — Respondió ella, guiñándome un ojo.

Dora empezó a moverse un poco, haciéndose notar con esos quejidos suaves que ya me sonaban familiares. La miré de reojo, viéndola restregarse los ojitos con su manita, y supe de inmediato que estaba cansada. Algo en su carita me decía que quería dormir, pero aún no. Me incliné hacia Abby, que estaba sentada cerca de mí en el sofá del jardín.

— Creo que quiere comer — Le dije, sintiendo la necesidad de actuar rápido.

La levanté con mucho cuidado, y en cuanto la tuve en brazos, se acomodó rápidamente contra mi hombro. Era como si todo el mundo desapareciera y sólo existiéramos nosotras dos. La senté nuevamente sobre mi regazo y, al ofrecerle el pecho, se prendió con una calma total. Ahí estaba, tranquila, como si estuviera esperando este momento todo el día.

INVISIBLE STRING [H.S] Where stories live. Discover now