឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ 𝟷𝟾 . ┊

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La casa se había vuelto una cárcel sin barrotes visibles, un mausoleo donde las paredes respiraban junto a él, como si supieran que algo adentro estaba creciendo con la forma de una maldición; pasaban los días, o al menos eso suponía, porque el so...

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La casa se había vuelto una cárcel sin barrotes visibles, un mausoleo donde las paredes respiraban junto a él, como si supieran que algo adentro estaba creciendo con la forma de una maldición; pasaban los días, o al menos eso suponía, porque el sol apenas entraba por las ventanas cubiertas y el reloj de la mesita ya no marcaba la hora correcta desde hacía semanas, o eso creía, tal vez solo eran horas repetidas, días sin principio ni final, un bucle de comida forzada, silencios incómodos y noches eternas compartidas con un monstruo que a veces dormía tranquilo a su lado, como si nada estuviera mal, como si el infierno no viviera entre esas sábanas empapadas de miedo; Gi-hun ya no hablaba, no porque no quisiera, sino porque no tenía con quién hacerlo, y las pocas veces que lo intentaba solo salían palabras quebradas, frases sin rumbo, pensamientos sueltos que murmuraba al techo mientras acariciaba su vientre sin cariño, con repulsión, como quien toca algo que no quiere reconocer como parte de sí mismo, algo que respira, se mueve y drena lentamente su energía como un parásito hambriento, cada vez más presente, cada vez más real; por momentos, se quedaba horas enteras mirando una mancha en la pared, o escuchando los pasos de In-ho acercándose por el pasillo, conteniendo el aliento, deseando que no entrara, que se olvidara de él por un día, por una noche, por un suspiro... pero el Alfa siempre volvía, siempre abría la puerta, a veces con comida, otras con palabras envenenadas, algunas veces con la frialdad de quien observa una pieza de porcelana agrietada a punto de romperse y no decide si pegarla o tirarla al suelo de una vez.

Gi-hun ya no sabía si dormía o simplemente se apagaba por momentos, su cuerpo empezaba a doler de formas nuevas, el vientre pesaba, la espalda crujía, los tobillos se hinchaban y los mareos eran constantes, pero más insoportables eran las emociones que no sabía dónde meter: el odio, el asco, el miedo, la tristeza tan profunda que ni siquiera podía llorarla completa, y la desesperación de estar rodeado de paredes que no escuchaban, de puertas que no se abrían, y de un hombre que decía que lo amaba mientras le robaba el alma noche tras noche con caricias que se sentían como puñaladas suaves; y en medio de todo eso, el bebé... moviéndose dentro de él, recordándole que esa historia no tenía pausa, que la tragedia avanzaba aunque él no quisiera, aunque gritara en silencio que ya no podía más.

Y justo esa noche, en medio de esa quietud tan artificial, con los muros absorbiendo los suspiros y el aire viciado de la habitación girando lento como un líquido denso y caliente, In-ho volvió a entrar, como siempre, sin anunciarse, sin tocar, sin permiso alguno, con ese andar tranquilo que helaba la sangre; llevaba una bandeja con comida que dejó sobre la mesa con un golpe seco, como si la cena fuera una sentencia más, una rutina que no se cuestiona. Gi-hun no lo miró al principio, no tenía fuerzas, no tenía ganas de volver a jugar el papel del prisionero obediente, pero algo dentro suyo se movía de forma distinta: no el bebé, sino un nudo de rabia, una desesperación animal que le hervía por dentro como si por fin estuviera podrido de tanto silencio. In-ho se sentó al borde de la cama, sin quitarle los ojos de encima, y le soltó una frase tan simple como cruel, tan desalmada como cotidiana.

឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ ⩇⩇ . ┊TERMINADO - 𝐄𝐋 𝐀𝐌𝐎 𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐎Where stories live. Discover now