឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ 𝟷𝟻 . ┊

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El silencio de la habitación era tan espeso como el aire viciado que llevaba días respirando

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El silencio de la habitación era tan espeso como el aire viciado que llevaba días respirando. Gi-hun abrió los ojos lentamente, como si sus párpados pesaran toneladas, como si sus músculos se resistieran a obedecerlo. El cuerpo entero le dolía con una constancia enfermiza, pero lo peor no era el dolor... era esa sensación. Esa presencia extraña en su abdomen, esa conciencia viva que se movía de forma lenta y pegajosa dentro de él. Al principio pensó que era un espasmo, una punzada como las que ya conocía. Pero no. Esto era distinto. Era más profundo. Más... orgánico. Como si una criatura se estirara contra las paredes de su útero, como si su carne se moldeara para abrirle paso a algo que nunca debió estar ahí. Y lo sintió. Lo sintió moverse. No como una caricia. No como algo hermoso. Lo sintió como un parásito, como un puto alien que lo devoraba por dentro.

El Omega se llevó las manos temblorosas al vientre. Lo hizo sin pensar, sin cariño, con un gesto casi mecánico, de puro instinto. Sus dedos se posaron sobre la piel caliente, estirada, marcada ya por una curva notoria que lo hacía ver diferente en el espejo cuando se atrevía a mirarse. Sus dedos rozaron la forma bajo la tela del pijama que ya no le quedaba cómodo. Y allí estaba. La prueba viviente de su encierro, de su violación, de su ruina. Algo se movió otra vez bajo sus manos, un leve empujón desde dentro. Gi-hun se estremeció entero, el estómago le dio vueltas, el corazón se le detuvo por un segundo. No era la primera vez, pero esa mañana... se sintió peor. Más claro. Más real. Y eso lo mataba lentamente.

—No... no... no, por favor... —susurró, el hilo de voz quebrándose al contacto con el aire—. No estés ahí. No te atrevas a existir...

Quiso arrancárselo. Quiso meterse las manos por el vientre, abrirse en canal y sacarse esa cosa de una vez. Quiso vomitarlo, escupirlo, deshacerse de él como una maldición adherida a su útero. Pero no podía. Solo podía apretar los dientes, cerrar los ojos, y maldecirse por seguir respirando con eso dentro. El asco era tan físico como mental. Era como si su cuerpo entero se hubiera convertido en un recipiente ajeno, un contenedor de carne sin voluntad, sin voz, sin derecho a gritar.

Y, aún así... lo sentía. El calor leve que se expandía en su vientre con cada movimiento. No amor. No ternura. Solo calor. Animal. Biológico. Incontrolable. Y eso lo hizo odiarse aún más. Porque incluso en medio del rechazo, su cuerpo lo aceptaba. Lo toleraba. Se adaptaba para cuidar eso. Para mantenerlo con vida.

—Hijo de puta... —murmuró entre dientes, con los ojos inyectados de rabia y lágrimas—. No eres mío. No vas a ser mío. Yo no te pedí. Yo no te quiero.

Pero la criatura dentro de él se movía como si no le importara. Como si se burlara. Como si lo escuchara... y se regocijara.

El movimiento en su vientre no se detuvo. Persistente. Insoportable. Como un recordatorio vivo de que ya no era dueño de sí mismo, de que su cuerpo le pertenecía a otro, a algo... a alguien que jamás pidió, que jamás deseó, que nació del dolor, no del amor. Gi-hun se apartó de la cama tambaleándose, con los pies descalzos tropezando sobre el frío mármol del suelo. Se llevó ambas manos al vientre, como si eso pudiera callar el movimiento, como si pudiera empujar hacia abajo esa maldita vida que se gestaba dentro.

឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ ⩇⩇ . ┊TERMINADO - 𝐄𝐋 𝐀𝐌𝐎 𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora