឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ ⩇⩇ . ┊TERMINADO - 𝐄𝐋 𝐀𝐌𝐎 𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐎

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— Por favor —suplicó, con la voz ronca por los gritos.— Por favor, detente. No puedo más.

Pero el mafioso no se detuvo. En todo caso, sus embestidas se volvieron más violentas, más castigadoras. Agarró sus caderas lo suficientemente fuerte como para magullarlas, estrellándolo con todas sus fuerzas.

— Eres una puta, Gi-hun. Una puta sucio y de mierda. Y las putas están hechas para ser usadas por sus Alfas. — gruñó él, su aliento caliente contra su oreja.

Su cuerpo se estremeció, su mente se fracturó bajo el peso de la crueldad del alfa, su conciencia se desvaneció mientras continuaba el brutal asalto de In-ho. Sentía que iba a la deriva, desprendido de su cuerpo, del dolor y de la vergüenza. Era un escape bienvenido, un respiro de la pesadilla que estaba viviendo.

De repente, los movimientos de In-ho se volvieron erráticos, su agarre de sus caderas se apretó dolorosamente. Con una última y brutal estocada, se enterró profundamente dentro de el y dejó escapar un rugido de liberación.

Gi-hun sintió la salpicadura caliente de su semen llenándolo completamente. Se estremeció, un sollozo brotó de su garganta mientras la realidad de lo que había sucedido se estrellaba sobre el.

In-ho se apartó de el, su polla reblandecida se deslizó de su agujero maltratado. Gi-hun se desplomó sobre el escritorio, con el cuerpo destrozado por los sollozos. Se sentía impuro, ultrajado, completamente destrozado.

El alfa se subió la cremallera de los pantalones, con una expresión fría y distante. Hwang bajó la mirada hacia la forma rota de Gi-hun, un destello frío.

— Límpiate y vete a tu habitación —ordenó, con tono desdeñoso.— Y ni se te ocurra contárselo a nadie.

Con eso, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Gi-hun solo con su dolor y humillación. El omega permaneció allí durante mucho tiempo, su cuerpo temblando con sollozos silenciosos. Se sentía completamente destrozada, con el alma destrozada por la crueldad del alfa.

Finalmente, se arrastró fuera del escritorio, con las piernas temblando debajo de el. Caminó a trompicones hasta el baño, apenas llegó al inodoro antes de desplomarse de rodillas y vomitar violentamente.

Gi-hun se sentó en el frío suelo de baldosas del baño, con el cuerpo temblando de sollozos. Se sentía completamente inútil y destrozado en un millón de pedazos. El dolor entre sus piernas era insoportable, un recordatorio constante de la brutal violación que acababa de soportar.

Se miró a sí mismo, a la sangre y al semen que manchaban sus muslos, y sintió que una oleada de náuseas la inundaba. Era sucio, repugnante, una zorra inútil que había sido usado y desechado como basura.

Las lágrimas corrían por su rostro mientras luchaba por ponerse en pie, sus piernas débiles e inestables. Se acercó a trompicones a la ducha, abriendo el agua tan caliente como pudo soportarla. Necesitaba lavar las pruebas de la agresión de su jefe, frotarse hasta que su piel quedara en carne viva.

Pero por mucho que se frotara, no podía borrar el recuerdo de su toque, sus palabras crueles, el sentimiento de él dentro de suyo.

Minutos después salió tambaleándose del baño, con el cuerpo dolorido y la mente adormecida. Se sentía como un zombi, moviéndose por la mansión en piloto automático. No sabía a dónde iba, solo sabía que tenía que alejarse del estudio, de la escena de su humillación.

Vagaba sin rumbo, sus pies la llevaban por pasillos y escaleras familiares. No vio a los sirvientes con los que se cruzó, no escuchó sus conversaciones susurradas ni sus miradas preocupadas. Estaba demasiado perdido en su propio dolor, demasiado consumido por el trauma de lo que acababa de suceder.