Capítulo XXII

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-    ¿Qué? Joder, ¿vas a estar ahí cagándote de risa toda la noche? - le preguntó Tony. Se acomodó el smoking blanco que Victoria había elegido para él.

-    ¿Ella escogió el traje? - le preguntó Abraham. Y sí, se reía escandalosamente solo para joder a Tony. Desactivó la alarma del auto. Llevaban esperando por ellas afuera desde más de diez minutos.

-    Sí. - contestó Tony. Se frotó las manos. Invierno había empezado desde hace mucho en San Fernando.

-    Está de lujo... - se burló él.

-    El tuyo tampoco se queda atrás.

-    Bianca tiene mejor gusto. - se defendió Abraham. Él en cambio traía un smoking negro que lo hacía lucir guapísimo.

-    No, no lo creo... si está contigo es por que debe tener un muy mal gusto.

-    Imbécil.

-    Cabrón.

*****

-    ¿Te das cuenta que nos están esperando desde hace más de diez minutos? - le preguntó Bianca. Se hecho brillo labial y se bajó el vestido, aunque este igual seguía siendo pequeño.
-    Ya sé, ya sé... ¡pero no encuentro el otro zapato! - le dijo Victoria. Respiro profundo, tratando de tranquilizarse. - si tan solo pudieras preguntarle a Pablo o a Sean si lo han visto...

-    ¿Bromeas? No voy a salir así de la habitación, para que esos dos empiecen a hablar tonterías sobre mí.

-    Por favor... - le rogó Victoria. Bianca cerró los ojos. Frustrada. Sabía que terminaría por hacerle el favor. La miró.

-    Vale... - abrió la puerta de la habitación y salió hasta la sala en donde estaban los dos. Viendo no sé que cosa en la televisión. Ambos la escucharon caminar con aquellos tacos altísimos que le hacían unas buenas piernas.

-    Uh... - Sean se volteó a mirarla, al igual que Pablo, pero este último no hizo nada exagerado. Aunque igual le gustaba mucho lo que veía. - ¿A dónde te llevo guapa? - le preguntó bromeando, sin perderse un minuto de su anatomía. Bianca puso los ojos en blanco.

-    ¿No hay nada ahí abajo?

-    Aquí abajo hay mucho... nena, tú solo tienes que pedirlo.

-    No, idiota. Abajo del sillón en donde estás.

Pablo soltó una carcajada. Sean se agachó de mala gana y logró palpar una punta fina, al parecer un taco.

-    ¿Quieres esto? - le preguntó Sean, enseñándole el zapato. - ruégame.

-    No te portes como un niño, ¿vale?

-    Y tú no andes por ahí provocándome.

-    ¿Provocándote? - la voz de Abraham sorprendió a todos ahí dentro. Él la miró de pies a cabeza. Bueno sí, era verdad... provocaba a cualquiera. Pero era suya. Y estaba preciosa. Ese vestido le quedaba de lujo. Azul y pegado al cuerpo. Sin una manga y corto. Traía el cabello suelto, ondeado, y lo había dejado caer sobre sus hombros. Tragó saliva. De un momento a otro había dejado de estar cabreado. Bianca estaba tan hermosa. Se quedó sin poder hablar.

-    ¿Me das el zapato? - Bianca le sonrió a Sean, este se lo dio sin decirle nada más, ella lo cogió y caminó hasta donde estaba Abraham. Los dos hombres que miraban la televisión no pudieron evitar observarla mientras caminaba. Definitivamente había demasiada testosterona en una sola casa. - estás guapísimo. - le dijo ella, con una bonita sonrisa. Y él no podía concentrarse en otra cosa que no fueran sus labios. Brillantes y llenos de ese delicioso labial que él le quitaría en cualquier momento.

-    T...tú... - Abraham tragó saliva. - estás...preciosa.

-    ¡Bianca! - gritó Victoria, desde la habitación. Tenía la puerta media abierta. - ¿te molestaría dejar a Abraham por un jodido momento y venir?

Bianca soltó una risa que logró hacer que Abraham sonría también.

-    Espérame. - le susurró en el oído, haciendo que la erección de Abraham terminara de formarse entre sus pantalones. Esa noche iba a ser brutal.

Secuestrada. {HOT} (ADAPTADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora