Capítulo 15.

30 7 7
                                    

Letty.

El peso de la revelación me golpeó como un torrente de emociones. Saber que había encontrado al hijo de Maicol en Bogotá me dejó sin aliento.

Viajé y conocí mientras volaba por encima de una ciudad gigantesca, la grandiosa estructura de una majestuosa capital.

De repente, frente a una casa con colores no tan vivos, Me hospedé sin lidiar más allá de lo que ya sabía. Justo al frente de la casa de Efrén. Automáticamente quedé fascinada por el jardín que se extendía ante mis ojos. Era un remanso de paz en medio del bullicio de la ciudad, un lugar donde el tiempo parecía detenerse entre las flores y los árboles frondosos.

Cada mañana, antes de comenzar el trabajo encubierto, me encontraba frente al jardín, admirando su belleza enigmática. A pesar de la conexión instantánea que sentía con aquel lugar, seguía siendo un misterio para mí la familia que habitaba en esa casa. No sabía mucho sobre ellos, solo pequeños detalles que había podido observar desde la distancia.

Sin embargo, había algo en Efrén que me intrigaba. Su amabilidad y su sonrisa cálida me hicieron sentir bienvenida desde el primer momento. Sentía un gusto por sus miradas como si nuestros destinos estuvieran entrelazados de alguna manera que aún no podía comprender.

A medida que pasaban los días, una sensación de inquietud comenzó a crecer dentro de mí. El temor a que Maicol pudiera descubrir mi cercanía a la casa de Efrén se apoderaba de mis pensamientos, dejándome en un estado de alerta constante. Cada vez que escuchaba un ruido fuera de lo común, mi corazón latía con fuerza, temiendo que fuera el sonido de sus pasos acercándose.

Las murmuraciones de los vecinos no hacían más que alimentar mi ansiedad. Hablaban en voz baja sobre el viejo Hebert y su niño, sugiriendo oscuros secretos que acechaban tras las paredes de su hogar. Incluso se rumoreaba sobre una mujerzuela llamada Aliz que vivía en la misma calle, cuya presencia provocaba susurros y miradas de desaprobación.

A pesar de mis intentos por mantener la calma, la atmósfera cargada de misterio y peligro me mantenía en vilo, recordándome constantemente los riesgos que enfrentába cada día.

Después de varios días en aquella calle, empecé a familiarizarme con las rutinas de los vecinos y los ritmos de la comunidad. Una tarde, mientras observaba el jardín de la casa de enfrente desde mi ventana, vi a una mujer acercarse apresuradamente a la puerta. Su expresión era de pura desesperación mientras rebuscaba en sus bolsillos, tratando en vano de encontrar las llaves para abrirla.

Reconocí a Melissa, la madre de Efrén. Habíamos tenido algunas conversaciones en la cabaña fuera de la ciudad, donde solíamos encontrarnos ocasionalmente. Melissa me había hablado sobre Efrén y el hermoso jardín que había cuidado con tanto esmero, pero siempre había algo en sus historias que no terminaba de convencerme. Sentía que había más de lo que ella me contaba, y mis dudas sobre la veracidad de sus palabras persistían.

Verla ahora, desesperada y vulnerable, me llenó de una inquietud profunda. La vi golpear la puerta con frustración, mirando nerviosamente a su alrededor como si temiera ser vista. Sentí un impulso de salir y ofrecer mi ayuda, pero la urgencia en su rostro y la manera en que seguía buscando las llaves me hicieron dudar. Algo más profundo parecía estar sucediendo, y el miedo de que Maicol pudiera estar detrás de esta escena se apoderó de mí. Observé con el corazón en un puño, esperando que Melissa encontrara las llaves pronto y se pusiera a salvo dentro de la casa.

Mi inquietud se convirtió en horror cuando vi a Melissa dar un paso atrás, mirar a su alrededor una vez más, y luego romper una ventana con una piedra que había encontrado en el jardín. El sonido del vidrio quebrándose resonó en la calle tranquila. Con manos temblorosas, Melissa alcanzó a abrir la ventana rota y se deslizó hacia adentro, desapareciendo en la oscuridad del interior de la casa.

No pasaron más de unos minutos cuando vi una luz encenderse en el cuarto de arriba, cuya ventana daba a la calle. La luz parpadeó varias veces antes de estabilizarse, iluminando la habitación. Contuve el aliento, esperando no haber llamado la atención de nadie más con el ruido y el repentino destello de luz.

Poco después, escuché el sonido de un motor acercándose. Un coche se detuvo frente a la casa de Efrén. Era el coche de Steve, el padrastro de Efrén, y lo vi descender junto a él. Steve había estado con Melissa durante los últimos dos años, y aunque había oído sobre su relación, no sabía muchos detalles sobre él.

Efrén y Steve se quedaron en el coche por un buen rato, conversando en voz baja. A través de mi ventana entreabierta, pude ver las sombras de sus figuras gesticulando, sus rostros serios y concentrados. Steve parecía nervioso, mientras que Efrén mantenía una expresión de calma tensa.

Justo cuando creía que no podía soportar más la tensión, vi a Efrén abrir la puerta del coche y bajar con cautela. Se dirigió hacia la casa, pero se detuvo en seco a medio camino, un paso antes de comenzar a subir la escalera que cruzaba el jardín. Desde mi ventana, observé cómo Efrén se percataba de la puerta semiabierta, la ventana rota y la luz del cuarto encendida. Su rostro mostró una mezcla de preocupación y alarma. Sabía que había algo muy mal, y mis peores temores se confirmaron en ese instante.

La noche en que todo cambió comenzó con mi decisión de visitar la cabaña al día siguiente, sin seguir a Efrén en el momento. Al amanecer, me dirigí hacia la cabaña, siguiendo las indicaciones proporcionadas por Melissa en conversaciones previas.

Mientras caminaba por el bosque que rodeaba la cabaña, el crujido de las hojas secas bajo mis pies llenaba el aire, creando una atmósfera de intranquilidad. De repente, vislumbré a Efrén salir del sótano de la cabaña.

Nos quedamos mirándonos, sorprendidos por nuestro inesperado encuentro. La tensión en el aire era palpable mientras nos observábamos en silencio, cada uno evaluando al otro con cautela.

Mientras nos enfrentábamos en aquel momento de silencio incómodo, sentí que el peso de la verdad pendía sobre nosotros.
Sin embargo, en medio de nuestra preparación para la confrontación inminente, un recuerdo sobre mi padre fallecido se abrió paso en mi mente. Recordé los momentos compartidos con él, la complicidad y el amor que siempre había sentido a su lado. Aunque ya no estaba físicamente presente, su recuerdo seguía vivo en mi corazón, recordándome la importancia de los lazos familiares y el sacrificio por el bien mayor.

En ese momento de reflexión, comprendí que debía enfrentar el desafío que teníamos por delante con la misma valentía y determinación que mi padre me había enseñado. Su espíritu vivía en mí, guiándome hacia el camino de la verdad y la justicia, incluso en los momentos más oscuros y desafiantes. Con su recuerdo como mi guía, me preparé para el enfrentamiento final, decidida a honrar su legado y proteger a aquellos que amaba, sin importar el costo.

Transtorno Fantástico: Pseudologia De Mi Memoria. Where stories live. Discover now