12. Un empujoncito.

216 14 47
                                    

.
.
.

Hyoga se detuvo en la puerta, sintiendo el corazón latir en su garganta. 

No respiraba con facilidad, pero trataba de atrapar la mayor cantidad posible de aire con cada bocanada desesperada que aspiraba, como si hubiera corrido de Libra a Escorpio; aunque en realidad se tomó el tiempo para pensar lo que iba a decir, el tono, y el cómo. Cerró los ojos, e intentó no ser atormentado por todo lo que tenía en la cabeza, cuando, finalmente, levantó el puño y dio un par de golpes firmes contra ella. 

El siguiente paso a dar era el más difícil de todos, y la expresión en ese rostro color canela del escorpión, al abrir la puerta, le dificultó su labor. 

La primera vez que puso un pie en ese templo estaba dispuesto a luchar a muerte contra él, en ese momento solo necesitaba expresar lo que realmente sentía desde el fondo de su corazón...

—Buenas tardes, Milo...  — Habló, aunque sintió que la garganta se le cerraba.

—¿Qué haces aquí, Hyoga?— El nombrado pensó que debería agradecer que no lo reciba con un puñetazo. 

—Yo...— Balbuceó el cisne. La mirada rehusó la del griego al mover sus labios, concentrándose en el piso. 

No tenía valor, pero entendía que debía adquirirlo para cumplir su meta. 

Apretando los puños consiguió tomarlo de alguna parte... 

—Quiero hablar con ustedes... con ambos... Quiero disculparme...— Intentó sonar confiado y fuerte, pero solamente logró parecer más ansioso de cómo se sentía. 

La expresión del octavo guardián cambió, aunque no por ello se volvió amable. Miró arriba de su hombro a Camus, quien parecía a punto de tragar un vaso de espinas. Entonces, Milo avanzó un paso, Hyoga retrocedió y se quedaron ambos en el pasillo cuando cerró la puerta.

—Tu maestro no se encuentra en condiciones de aguantar tus estupideces, así que te pido que te vayas—. Dijo amenazante. 

Hyoga, que esperaba esa reacción, no iba a desistir.

—Lo entiendo, y de verdad, lamento haberme comportado así... Solo quiero hablar...— Levantó las manos en señal de rendición. Milo arqueó una ceja y se quedó callado. Tras unos segundos, abrió la puerta y gritó:

—¡¿Nos darías un momento?! ¡Tenemos cosas que hablar!— Hyoga parpadeó un poco confundido, después recordó la batalla en ese mismo templo y concluyó que su maestro y él, estaban hablando mediante el cosmos. Camus aparentemente pidiéndole al escorpión dejarlo pasar. 

El griego volvió a cerrar la puerta, refunfuñando. 

—Sabes que va a enojarse contigo, si no me dejas pasar...— insistió el ruso tratando de mediar la paz. El peliazul lo miró con frialdad.  

—Me importa un carajo. Ha tenido el peor día de la semana, y no voy a dejar que tú lo empeores—. Hyoga recordó todo lo sucedido ese día, y entendió que tenía razón. 

Ni siquiera se preocupó por su maestro, aun cuando recibió un ataque directo de Saga por salvar a Milo, sin la armadura de Acuario puesta. 

—Lo entiendo...— el cisne tragó saliva con dificultad, sabiendo de sobra lo ingrato que fue con él—... Yo... lo siento... Siento todo lo que sucedió, Milo. No quería hablarte así, pero...— El escorpión no lo dejó continuar cuando ya lo estaba jalando de la ropa y lo obligaba a entrar con él, a la habitación. 

—¡Prometiste no protestar!— Gritó el griego, furioso, yendo hacia el francés para ayudarle a volver a la cama (de donde se había levantado para ir a "auxiliar" a su pupilo). 

Jugando con FuegoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon