08 Del odio al amor.

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Agradecimientos: A Derkez, Patindiablo26, Sharm Baby, y KaryssOliver por las ideas para este capítulo.

Antes de leer:
Quiero especificar que cuando escribí esta historia no había mucha información en internet sobre Saga y su maldad. Actualmente se dice que fue la manipulación de un espíritu maligno según el manga y episodio G. En ese entonces (2006) las chicas del fandom le llamábamos esquizofrenia, así que, debido a que la parte en este capítulo es un roleo con mi amiga patito, decidí dejarlo tal y como está en honor a ella.

Advertencias: este capítulo contiene violencia física, verbal y psicológica. Es suave, pero hago la aclaración por cualquier cosa.
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Capítulo 8
  Del odio al amor

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Sentado en un cómodo diván color vino, le hablaba de su más reciente trauma, a un hombre de complexión inflada, con el poco cabello en la cabeza que le quedaba a un tono gris pizarra.

Mi maestro… mi maestro…— Repetía, con la mirada perdida en la nada, y las manos puestas en el pecho—… Mi modelo a seguir… mi amigo… mi…— No logró continuar con sus palabras debido a la vergüenza que sentía. El calvo anotaba en su libreta acciones y palabras, sin perder de vista y oído, de cuanto era testigo—… Él… Él estaba… él hacía… ¡AGH!!— Exclamó cubriendo su rostro con las manos. 

Hyoga así se visualizaba, mientras observaba como Milo y Camus rompían su ‘mágico momento', tratando de recuperar la respiración y la ropa que habían perdido en el transcurso de “la batalla”. El escorpión se bajó la playera mientras peinaba su complicada melena con los dedos que antes estuvieron a solo milímetros de tocar la intimidad gala; y Acuario, abochornado y nervioso, se cubría el torso desnudo con la prenda que recogió recientemente del piso, para luego cerrarse apresuradamente, el cierre del pantalón.

Como el maestro sabio y estoico que era, Camus debería ser quien rompiera primero el silencio, pero sentía atorado en la garganta algo parecido a una aceituna o el corazón de una manzana. En realidad ni siquiera podía describir esa asfixiante sensación que le impedía tragar, mientras ideaba una forma de salir de aquella situación, imaginando la impresión que había dejado en su pupilo después de presentar ante él semejante cuadro; porque sabía muy bien que las relaciones homosexuales no estaban permitidas en Rusia (1), y él mantenía una creencia bastante puntiaguda debido a eso, sobre ese tema.

Hyoga generalmente era un buen chico, pero la homofobia era su peor defecto.

El maestro de Acuario nunca consideró necesario mencionar a su pupilo sus propios intereses sexuales, sin embargo, en medio de aquel cruel silencio en el que parecían transcurrir las horas, podía admirar la decepción y el horror en esos zafiros rusos.

Escorpio, quién de alguna forma terminó (en el pasado) al medio de ellos, conocía apenas la punta entre la estrecha relación entre Acuario y Cignus; pero, por la reacción de ambos, deducía que un simple “Hola” no iba a mermar las cosas, así que no sabía si dejarlos solos o darle la bienvenida al cisne y esperar su respuesta.

Podría hacer una broma sobre eso, o reprender al ruso por no tocar la puerta, pero en realidad estaban en la biblioteca, un espacio que si bien era para aprender (¡Y vaya que Milo iba a enseñarle muchas cosas!), no era el lugar para hacerlo.

Fue el rubio quien dio el primer paso cuando cerró los ojos, apretó los puños, y huyó apresuradamente por el pasillo.

Camus maldijo por lo bajo.  Milo sonrió, nervioso. 

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