11. Secreto a voces.

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(Advertencia: insinuación de violencia física)

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Cuando Milo abandonó el templo de Leo, creyó que se sentiría más tranquilo al saber que podría hacer algo más por Camus, que colocar un trapito húmedo sobre su frente. Algo que hasta al hombre más distraído, también se le hubiera ocurrido. Sin embargo, no fue calma lo que experimentó mientras subía uno a uno los escalones hasta Escorpio, sino angustia, frustración y desasosiego, porque había prometido algo que no estaba seguro si iba a cumplir. 

Pensó que no se sentiría culpable, ni permitiría que ese extraño sentimiento clavara una bandera de victoria en su ser, y no precisamente por considerarse ajeno a esa emoción; simple y sencillamente por pensar que había actuado correctamente, o que al menos, aquello tendría un resultado más positivo que tener a Camus en SU CAMA, sin poder moverse...  

Lógicamente, Milo no podía controlar las reacciones de su cuerpo al contemplar esta última idea, porque se había dado cuenta de que Camus estaba despertando sentimientos en él, que solamente había tenido por Kanon...

—Maldito Eros, maldito cupido y todas y cada una de sus flechas desgraciadas...— Murmuró, subiendo los escalones restantes para llegar a Escorpio, con los puños cerrados y los dientes apretados, dando pisotones precisos, como si deseara partir los escalones con la punta de sus dedos, bajo la bota dorada. 

"Sé que tu destello dorado puede sanar las heridas corporales... y... necesito que me ayudes a curar a Camus".  

Le había dicho a Aioria, casi rogado para que este accediera. Y por supuesto que lo hizo, pero pidió algo a cambio...

"Tú curas a Camus y yo prometo contarte todo lo que quieras..." 

Así había firmado su sentencia de revelar algo tan personal, que solamente compartía con Camus, y con el estúpido ganso; exponiéndose a que Aioria abriera más de la cuenta la boca, y todo el santuario (especialmente cierto gemelo mayor, indeseable) se enterara de su pequeño secreto...  

A Milo no le convenía que Saga supiera de su plan, pues eso confirmaría que el francés estaba tan enamorado de él, como para querer darle celos con alguien a quien detestaba... porque el galo sentía solamente 'eso' por el bicho... ¿No es cierto? Escorpio tenía la certeza de esta reflexión, y eso... le dolía...  

—¡No tengo la necesidad de mortificarme con estos estúpidos pensamientos!— Gruñó molesto, deseando arrancarse la cabeza para dejar de divagar con lo mismo...  

Quizá en otro tipo de situación, tener sentimientos de esa magnitud por el acuariano no le molestaría, porque ahora que había aprendido a conocerlo, disfrutaba cada momento con él. Dormir a su lado y sentir su aroma por la mañana fue algo nuevo y embriagante. Tener su tacto frío, incluso al verle perder el control, y escucharlo reír por accidente, eran cosas a las que no podía renunciar, porque sí lo hacía, nunca tendría la oportunidad de ser correspondido...

Suspiró suavemente y detuvo la marcha, mirando las montañas por donde se asomaban los templos superiores, allá donde Acuario se alzaba con su magnificencia, preguntándose si alguna vez tendría una oportunidad... 

Pero, ¿de verdad la quería? Hasta ahora no había contemplado la idea de quedarse a Camus, porque él aún estaba en su propio dilema con Kanon, y porque aunque hubiera peleado con Saga, esos dos continuaban teniendo un vínculo y una historia, a la que el propio Milo renunció en su niñez...

"¿Deberíamos...?"

El galo no pudo decirlo abiertamente, pero sabía cuál era significado de esas palabras; y mientras subía a Escorpio con una velocidad cada vez más lenta, comenzó a creer que sí, que deberían terminar con todo eso del noviazgo falso, así Saga se calmaría, Camus sería feliz, y entonces Milo...

Jugando con FuegoWhere stories live. Discover now