—Sé que te acostabas con él, ¿eso arruinaría tu futuro también? —se atrevió a preguntar, jugando también y usando todo a su favor.

El corazón se le disparó con más fuerza cuando la mujer se detuvo en la mitad de su huida y volteó para mirarla con furia. Caminó otra vez hacia donde Lexy se hallaba y respondió con la misma rabia.

—Sí, me he acostado con Joseph hasta en el baño de empleados, ¿estás celosa?

—No —contestó Lexy y se cruzó de brazos—. ¿Y tú?

—Lexy, no seas tonta ni inmadura. No estás entendiendo nada, absolutamente nada —dijo con dulzura y se relajó notorio. Lexy no entendió su cambio de actitud—. Conozco a Joseph desde hace ocho años, fui su primera maestra en la empresa y encontré un brillo especial en él, lo impulsé a seguir y que quisiera ser grande. Él se lo merece y no voy a dejar que tú interfieras en ese camino. Si Bustamante los descubre, los va a poner a los dos de patitas en la calle —explicó y Lexy contuvo un suspiro que venía arrastrando todo el dolor que se generaba en el centro de su pecho.

Tras dicho eso, Anne se separó de Lexy, se ordenó el sedoso cabello con las manos y miró a la muchacha una última vez antes de marchar.

Hubiera sido el momento perfecto para que Lexy se echara a llorar desconsolada y es que jamás se había visto envuelta en líos de faldas por culpa de otro hombre y, si bien sabía que debía cortarse la lengua, no pudo evitarlo y tuvo que seguir con la misma discusión.

—¡¿Vas a decírselo a Bustamante?! —gritó, pues Anne se alejaba a paso veloz.

Su pregunta fue clara y fue directo al grano, directo a la herida de Anne, esa que vivía llena de tormentos, tal cual Lexy hacía.

—¿Acaso me ves cara de soplona? —preguntó la mujer y se osó a regresar, sabiendo bien que la situación la carcomía por dentro, destruyéndola poco a poco—. Por muy oscuro que sea, la verdad siempre sale a la luz, y así como yo los vi, besándose y gritándose "te quiero" en la mitad del pasillo, los podría ver cualquiera y la noticia no va a tardar en llegar a los oídos de Bustamante —advirtió lo que había visto y Lexy abrió grandes ojos cuando entendió que la mujer sabía más de lo que ella anhelaba—. No quieres eso, ¿verdad? —preguntó y la muchacha negó con la cabeza, muda y ahogada con sus aprensiones—. Eres inteligente, Lexy, te vas a alejar de él porque no le haces bien. No necesita distracciones ahora que va camino al éxito, no necesita piedras en su camino de oro —fue profunda y sus palabras fueron como cuchillos para Lexy, los que la apuñalaron con ferocidad—. Y sí, estoy celosa de ti, pero no porque tienes a Joseph diciéndote que te quiere, estoy celosa porque eres todo lo que yo alguna vez quise ser.

Y se marchó, dejando a Lexy desganada y destrozada en la mitad del iluminado pasillo, el mismo que la madrugada anterior la había visto sonreír, disfrutar de la vida y del amor de Joseph, al que ahora debía renunciar.

El hombre recibió el café negro que la asistente de Bustamante le ofreció, agradeció con la mirada y acomodó la caliente taza frente a él, detallando de reojo el puesto vacío de Lexy.

¿Dónde estaba? Pensó en silencio, evidenciándose afanoso y adusto.

Miró el reloj de muñequera que llevaba con disimulo y suspiró al entender que la muchacha llevaba casi quince minutos de retraso. Se echó a reír con fingimiento cuando uno de sus compañeros de la zona sur narró un fastidioso chiste y se llevó al café a los labios para alargar el pequeño break que el gerente había otorgado mientras todos los trabajadores se reunían en la sala de conferencias.

Lexy llegó justo a tiempo, segundos antes de que el gerente tomara la palabra, y aunque Storni se sintió aliviado de tenerla a su lado, la cosa se puso peor cuando entendió que algo malo estaba ocurriendo con ella.

Se acomodó a su lado cabizbaja y sin mirarlo, tenía las manos empuñadas sobre la mesa y la piel tan pálida como el primer día en que la había descubierto.

Se había marchitado otra vez y, a su lado, Joseph empezó a desesperarse por saber qué era lo que la acomplejaba de ese modo tan inhumano.

—Como dije ayer, hoy vamos a realizar una breve evaluación para conocer el nivel general de la empresa —explicó Bastamente y muchos de los trabajadores se mostraron intranquilos.

No así Lexy que se mantuvo quieta y en la misma posición, como si no hubiera escuchado lo que el hombre había dicho. Definitivamente estaba navegando en otro mundo y aún no se sentía capaz de regresar a la realidad.

La secretaria del gerente general distribuyó copias de la evaluación a cada presente y Joseph aprovechó el momento de distracción para dirigirle la palaba a Lexy.

—¿Por qué tardaste tanto?

—Tuve algunos problemas —musitó ella sin siquiera mirarlo y eso fastidió a Joseph, quien empezaba a amar la profundidad de sus ojos y su intensa mirada.

—Lexy, mírame —pidió con un suave susurro y la joven miró en sentido contrario—. Lexy, si no me miras ahora... —quiso amenazar, pero la chiquilla lo miró a la cara y manifestó el dolor que sentía, ese que Anne había causado con sus hirientes palabras y peticiones—. ¿Qué ocurrió?

La jovencita iba a responder a su interrogatorio, pero la secretaria de Bustamante se acomodó a su lado y le entregó una copia de la evaluación que debía rendir, por lo que se vio forzada a guardar silencio y a dedicarle una mirada a Joseph, una mirada que ayudó a tranquilizarlo.

Al menos por algunos minutos.

Lexy cogió el documento que la mujer le había entregado antes y escribió su nombre completo en donde se solicitaba y se concentró en los textos, especificaciones y preguntas que la evaluación demandaba.

La secretaria de Bustamante caminó en sentido contrario y Lexy aprovechó del momento para decir:

—Hablemos cuando estemos a solas, por favor.

Y Joseph no tuvo más alternativa que asentir con la cabeza, tragarse sus preocupaciones y levantarse de su puesto cuando su jefe configuró un pequeño cronometro, lo posicionó en el centro de la mesa y les deseó buena suerte a todos los empleados que estaban siendo evaluados.

Siempre míaWhere stories live. Discover now