VEINTINUEVE

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Luego de nuestro regreso de Narnia las cosas se sintieron un poco extrañas, pero no fue algo que no pudiéramos soportar.

Los padres de Eustace se comportaron como si yo hubiera ido a pasar unos días con ellos visitando a Edmund y Lucy y nosotros solo seguimos la corriente, aunque en ocasiones la madre de Eustace hacia comentarios que daban a entender que no sabía porque había permitido aquella situación. Claramente ni Edmund ni Lucy les agradaba demasiado, mucho menos yo.

Inmediatamente escribimos una carta a Peter y Susan para contarles lo ocurrido. A los pocos días recibimos respuesta de Peter, que venía acompañada de una suma de dinero suficiente para comprar cuatro boletos de tren. Así que el siguiente fin de semana Edmund, Lucy, Eustace y yo partimos rumbo a la casa de mi abuelo.

El reencuentro fue bastante emotivo, con muchas lágrimas de por medio. Tanto Peter como mi abuelo me creían muerta, por lo que tuve muchas explicaciones que dar. Por supuesto, ambos escucharon con mucho entusiasmo nuestra última aventura en Narnia.

Con Susan la historia fue algo diferente.

Edmund, Lucy y Eustace tuvieron que volver a la casa de este último mientras yo me quedaba con mi abuelo hasta que comenzaran las clases. Cuando Lucy me informó que habían recibido respuesta de Susan el resultado fue algo decepcionante.


"Asteria está muerta y Narnia solo era un juego que jugábamos de niños. No es sano que sigan creyendo en esas cosas. Deben aceptar que no pueden cambiar lo ocurrido, no es sano que vivan así."


Edmund y Lucy se enfadaron bastante al recibir esa respuesta, al igual que Peter cuando le conté. Sin embargo, yo no pude enfadarme. No podía culpar a Susan por sentirse de aquella manera.

Pasaron otros tres meses antes de que ella volviera de América con sus padres. Para aquel entonces las clases ya habían comenzado y yo me encontraba en el internado. La misma escuela a la que asistía Lucy y que se encontraba solo cruzando la calle de la escuela de Edmund, por lo que nos veíamos en todos los recesos y a las salidas.

Como mi abuelo vivía fuera de la ciudad y los padres de los Pevensie se encontraban en América, nosotros pasábamos los fines de semana en aquel internado. Pero con el regreso de los señores Pevensie, ese fin de semana guardamos nuestras cosas y nos fuimos a la casa familiar de los Pevensie.

Al llegar, sus padres no se encontraban, pero fue Susan quien abrió la puerta.

Por supuesto, saludó a sus hermanos con mucho entusiasmo, pero cuando me vio su piel se volvió blanca como el papel y su expresión era como si hubiera visto un fantasma.

ASTERIA | Edmund PevensieWhere stories live. Discover now