VEINTIUNO

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- Quiero mostrarte algo – le digo a Edmund tomándolo de la mano para guiarlo hacia mi camarote y él me sigue sin protestar ni hacer preguntas.

Cuando llegamos cierro la puerta tras nosotros y hago que se siente en la cama mientras yo me agacho frente al baúl que está a los pies de la cama. Lo abro y ocupo ambas manos para tomar lo que estoy buscando.

Me pongo de pie y me acerco a Edmund con una sonrisa, dejando sobre la cama la hermosa funda con la espada.

Edmund me observa con sorpresa por un momento, antes de tomarla el mismo y desenvainarla.

- Es la espada de Oreius – dice observando la hoja de la espada -. Siempre me pareció una de las espadas narnianas más bellas de nuestra época.

- Decidí traerla conmigo como un amuleto de buena suerte, como si de alguna forma traerla me mantuviera cerca de papá – digo sin dejar de mirar la enorme espada -. La usaría, pero es demasiado grande para mí.

- Es demasiado grande para cualquiera. Me asustaba cada vez que debía acercarme a Oreius y lo veía con la espada en la mano, el hombre realmente imponía.

- Creo que todos le tenían algo de miedo.

- Todos menos tú – quito la mirada de la espada para verlo, solo para darme cuenta de que Edmund ya me estaba mirando.

- Es que yo conocí su lado blando.

Nos quedamos mirando durante un par de segundos, hasta que Edmund parece recordar que aun tiene la espada en las manos y la guarda nuevamente en su funda. La deja a un lado de la cama y luego toma mis manos, volviendo a mirarme.

- Dijiste que volverías por ella y lo hiciste.

- Lo hice. Caspian tuvo la idea de reconstruir Cair Paravel y como yo era la única viva en aquellos años, me pidió que fuera. Admito que tenía la esperanza de volver por la cueva por la que llegamos a Narnia aquella vez, pero podrás imaginarte que no funcionó.

Edmund lleva una de mis manos hacia sus labios y besa el dorso de ella. Baja la mirada por un momento y cuando vuelve a levantarla, luce serio.

- Debo decirte algo – dice, lo que me recuerda que yo también tengo algo que contarle.

- Puedes decirme lo que sea.

Parece dudar por un segundo, pero sabe que ya no hay marcha atrás. Si no me lo dice no dejaré de insistir hasta que lo haga.

- Cuando volvimos a Finchley los ánimos estaban por los suelos. El dejar Narnia y saber que Peter y Susan no volverían nos tenía muy afectados, pero que no estuvieras con nosotros lo hizo mucho peor. Todos estábamos tristes, pero yo era un completo desastre. Una parte de mi prefería que jamás hubiéramos vuelto a Narnia, porque de esa forma aun te tendría conmigo.

ASTERIA | Edmund PevensieWhere stories live. Discover now