DIECIOCHO

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Cierro los ojos mientras la brisa golpea mi rostro. Algunos marineros cantan mientras hacen sus tareas y sé que Caspian está encerrado en el despacho con el capitán. Por mi parte, me permito un momento de tranquilidad.

Tres años.

Han pasado tres años desde la última vez que vi a Edmund y al resto de los Pevensie. Poco a poco mis esperanzas de volver a verlos disminuyen y eso solo hace que mi corazón se rompa un poco más cada día.

Las primeras semanas fueron las más difíciles. Lo primero que hice fue ir al bosque en busca del ropero por el que volvimos la vez anterior, sin éxito. Intenté llamar a los Pevensie con el cuerno de Susan, lo que tampoco funcionó. Pasé días y noches enteras en la biblioteca buscando alguna forma de volver y no encontré nada.

Poco a poco me dejé vencer por la tristeza. Apenas comía y solo salía de la biblioteca para ir a dormir, eso cuando no dormía entre los montones de libros.

Solo buscaba una forma de irme y nunca la encontré.

Fueron Caspian y Reepicheep quienes me obligaron a salir del hoyo en el que me estaba hundiendo. Me obligaron a comer, a pasear e incluso a entrar al campo de entrenamiento. Al final fue esto único lo único que subió un poco mi ánimo.

Comencé a gastar mis energías en entrenar, descargando toda mi rabia y mi pena a través de la espada. No hay una persona en toda Narnia que pueda vencerme en duelo, lo que en parte me hace sentir orgullosa y a la vez triste. Moriría por tener un duelo de espadas con Edmund.

En eso se convirtió mi vida. Entrenar, estudiar, comer y dormir para sobrevivir.

Ni siquiera salgo durante las noches a contemplar las estrellas, dejé de hacerlo cuando me di cuenta de que no importaba cuantos días pasaran, su danza seguía sin darme indicio del regreso de los Pevensie. Era demasiado decepcionante.

- ¿En qué piensas? – pregunta Caspian a mis espaldas y yo abro los ojos algo fastidiada.

- En que quizá fue mala idea que viniera contigo – respondo, dando media vuelta para mirarlo.

Los años le hicieron bien, eso es algo que puedo admitir. Cambió su corte de cabello, se puso a entrenar y se dejó crecer la barba, ya no hay rastro del príncipe flacucho con corte de princesa que conocí hace unos años.

Aun así, intento que me cause algo, pero no hay nada.

- Si eso lo dices por...

- Claro que lo digo por eso – lo corto.

Caspian estuvo planeando esta expedición por semanas y desde el primer momento le dije que sería parte. Pensé que la aventura me ayudaría a sentirme mejor, a volver a ser la misma de antes.

ASTERIA | Edmund PevensieNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ