VEINTE

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La isla parece estar completamente desierta.

Caspian ordenó que Reepicheep y los hombres de Drinian aseguraran el área, mientras que él, Lucy, Edmund y yo comenzamos a explorar acompañados de Eustace.

Hay tanto silencio que incluso parece un pueblo fantasma. No hay señal ni rastro de habitantes y no se alcanza a escuchar el más mínimo susurro.

Ante nosotros se alza lo que parece ser un templo o una iglesia. Con Edmund compartimos una mirada y pareciera que ambos pensamos lo mismo, porque desenvaino mi espada y comenzamos a caminar hacia las enormes puertas de la estructura seguidos de Caspian y Lucy. Eustace se queda algo atrás, así que me recuerdo mantener un ojo sobre él para que no se pierda.

- Si, el lugar está vacío, regresemos al barco – dice el niño en voz alta llamando la atención de todos.

Miro a Edmund, que se gira a mirar a su primo.

- ¿No quieres venir a cuidar... lo que puedas? – casi río ante la expresión de Ed, claramente no está muy seguro de que hacer con su primo.

- ¡Oh si! Buena idea primo, muy lógica – dice Eustace corriendo hacia nosotros.

Se queda observándonos un momento, hasta que Caspian se acerca a él y le entrega una daga. Dudo mucho que sepa qué hacer con ella, pero al menos es algo.

- Está bien, yo vigilo. Tranquilos.

Entramos al lugar, acompañados del fuerte chillido de la puerta. Adentro pareciera que el techo está a punto de caerse a pedazos, cuelgan enormes campanas y a lo largo del camino hay estatuas de hombres sujetando su cabeza. Es tenebroso y me causa un escalofrío.

- Tengo un mal presentimiento – digo en un susurro y al escucharme automáticamente Edmund entra en posición de ataque con su espada y prende linterna con la mano libre.

Avanzamos con lentitud hasta el centro del lugar. En el altar hay un libro abierto y Edmund lo ilumina con su linterna, mostrando una larga lista de nombres tachados.

- ¿Y todos estos nombres? – pregunta Lucy.

- ¿Por qué los habrán tachado?

- Creo que es una especie de pago.

- Venta de esclavos – deduce Caspian.

El sonido de las campanas sonando nos sobresalta, seguido de gritos de combate.

- ¡Arriba!

- ¡Cuidado!

Desde el techo comienzan a descender hombres. Parecen ser demasiados para nosotros, pero logramos combatirlos sin problema hasta que el grito de una niña hace que nos detengamos. Al mirar hacia la puerta, un hombre sostiene un cuchillo contra el cuello de Eustace.

ASTERIA | Edmund PevensieWhere stories live. Discover now