Después de la muerte de sus padres, Eliza Swan fue acogida por su hermano mayor, Charlie, y desde entonces vive con él en Forks.
A sus 18 años, lo único que Eliza quiere es disfrutar de cada momento de su juventud, y preferiblemente con cierto médic...
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"Besarme con el Doctor guapo".
El lunes por la mañana, Eliza se sentía fatal. No por las travesuras de su fin de semana, porque curiosamente Swan no había hecho mucho más que dormir a las tres de la mañana del sábado. Sentía que esa maldita enfermedad la consumía y se propagaba más rápido de lo que esperaba.
Ella pensó que tendría más tiempo, sin embargo, las señales le decían todo lo contrario. Sabía que el tratamiento propuesto por Carlisle sólo retrasaría lo inevitable, pero le gustaba tener una chispa de esperanza. Ella había estado en esa situación antes, sólo que esta vez, en lugar de ser sólo una espectadora, era ella quien la vivía.
— ¡Liza! ¡Ven a desayunar pronto o llegaremos tarde! —Bella gritó desde abajo.
Eliza terminó de guardar sus cosas en su mochila y salió de la habitación, bajando las escaleras, agarrándose de la barandilla para asegurarse de no caerse. Dejó su mochila en la sala y luego fue a la cocina donde encontró a su sobrina desayunando.
Sentada frente a otra chica, Eliza se sirvió un poco de café.
— Entonces, ¿cómo te fue en la playa? No tuvimos tiempo de hablar. — preguntó la joven, cogiendo un panqueque.
— Fue divertido. — Swan se encogió de hombros. Eliza la miró fijamente, sabiendo que estaba ocultando algo.
— ¿Solamente divertido?
— Encontré a Jacob. Me contó algunas leyendas. — añadió, sin querer profundizar demasiado en el tema.
No quería que Eliza pensara que estaba loca u obsesionada, por mucho que a veces considerara esa posibilidad.
¿Leyendas? ¿Enserio? ¿No tenía mejor coqueteo? Eliza se preguntó a sí misma en sus pensamientos. Sabía que Black estaba enamorado de su sobrina desde que eran niños, lo cual la sorprendió, pues a esa edad lo único en lo que pensaba era en hacer pasteles de barro.
— Sólo eso? ¿No pasaron besos? — Liza sonrió provocativamente a la chica que la miraba como si hubiera dicho la tontería más grande del mundo.
— ¡Eliza! ¡Jacob es demasiado pequeño!
Eliza se encogió de hombros como diciendo: "¿Y qué?
— ¿Qué tanto complejo estás por tu edad, Bells? — preguntó la mayor llevándose un trozo de panqueque a la boca. — Quizás le gusten las chicas mayores. — ella se encogió de hombros. — Me gustan.
—¿Las chicas?
—De una persona mayor. — Eliza puso los ojos en blanco.
— Jacob y yo somos sólo amigos. — respondió Bella.
— Está bien, pero ¿y tú y Edmundo? — Volvió a burlarse el mayor.
— Voy a lavarme los dientes. — Isabella señaló la puerta, ignorando la pregunta de Eliza, y salió de allí lo más rápido posible.
