Después de la muerte de sus padres, Eliza Swan fue acogida por su hermano mayor, Charlie, y desde entonces vive con él en Forks.
A sus 18 años, lo único que Eliza quiere es disfrutar de cada momento de su juventud, y preferiblemente con cierto médic...
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"Celos"
— Pudiste haber llamado, o enviado un mensaje de texto, Char… — dijo Eliza mientras se detenía junto a su hermano mayor en el pasillo.
Charlie se volvió hacia la chica con una ceja levantada.
— ¿De casualidad te avergüenzas de mí?
Eliza sonrió, entrelazando su brazo con el del hombre mayor.
— ¿Qué? Me encanta tener un hermano jefe de policía. Siempre uso esto para intimidar a mis amigos. — murmuró maliciosamente, recibiendo una mirada de reprimenda por parte de Swan. — Es broma. — En parte. Pensó.
Aún desconfiado, Charlie dejó que su hermana los guiara hasta la salida del edificio, estando completamente seguro de que esto sería algo que la joven haría fácilmente.
Atrayendo algunas miradas de los estudiantes que pasaban, Eliza y Charlie caminaron por el estacionamiento hasta que llegó el auto de policía del Jefe Swan, mientras algunos de los adolescentes se preguntaban qué había hecho Swan esta vez para ser escoltada por su hermano
El viaje al hospital consistió en Swan balbuceando sobre sus planes para el próximo fin de semana y sus intenciones de arrastrar a Bella a una fiesta — dudosa a los ojos de Charlie, en la casa de uno de sus colegas.
— Sabes que soy policía, ¿verdad? — cuestionó Charlie, sacudiendo la cabeza en señal de negación.
— No habrá nada ilegal, Charlie, deja de molestar. — la morena hizo un breve gesto con la mano. — Bella necesita socializar, conocer gente nueva... no es que haya mucha gente que conocer por aquí. — añadió la última parte después de pensar un rato.
— Mmm. Bella lo necesita, lo sé. — murmuró el hombre, conociendo bien a la joven que estaba a su lado.
— Vale, tal vez yo también quiera divertirme un poco. — admitió la chica con una pequeña sonrisa amarilla y los ojos muy abiertos. — Me vas a dejar, ¿no? — juntó las manos suplicando. — ¡Por favor, Charlie, nunca te pido nada!
Charlie finalmente estacionó la patrulla y pudo mirar a la niña, con incredulidad.
— Sólo esa vez que te pedí que me sacaras de esa multa de tránsito… y aquella en la que me sorprendiste tratando de comprar alcohol cuando tenía 16 años, y también estuvo aquella en la que… — Eliza se detuvo cuando Se dio cuenta de que se estaba enfadando y se estaba auto-saboteando. — Pero yo era súper joven en ese momento, te juro que ahora soy mucho más madura.
— No te estás ayudando a ti misma. — advirtió el mayor.
— Al menos prometes que lo pensarás? — ella lo miró expectante.
Sin escapatoria, Charlie acabó accediendo a pensar en el asunto.
Entonces Swan saltó del auto, feliz, sabiendo que tarde o temprano podría convencerlo. El gran problema sería convencer a su solitaria y antisocial sobrina para que la acompañara a esa fiesta.
