XLVI

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14/07/1982
[09:57 p.m.]

—¿Evolett? —mi mamá me llamaba desde mi puerta.
   No quería levantarme, ni menos desayunar. Porque sabía que había venido a buscarme para eso.
   Sólo quería estar tirada en mi cama, esperando su llamada, aunque nunca pasaría.
   —¿Puedo pasar?
   Silencio.
   Abrió la puerta, mirándome algo preocupada y triste a la vez... Ya se había enterado lo de Michael desde cuándo intenté llamarlo.
   —Evolett... —se sentó al lado mío, mientras agarraba suavemente mi mano—. Eres muy joven para sentir ese sentimiento de tristeza y dolor. No quiero que cada día estés peor, ¿sí? Puedes venir conmigo y Beatrice al parque si quieres. Podemos charlar mientras tu hermana juega a los jueguitos que hay ahí.
   ¿Ser joven me impedía sentir aquel dolor?
   Sus ojos me sonreían, pero sus labios me señalaba que estaba preocupada.
   No quise hablar.
   —Bueno, en un rato vuelvo. Si quieres ir... irémos a la tarde por ahí... ¿Sí?
   Solamente asentí.
   Me dió una leve sonrisa y se levantó, luego salió de mi habitación y cerró la puerta detrás de ella.
   Me quedé mirando a la pared un largo tiempo, sin decidirme si intentar alejar la tristeza o conservarla.

•  •  •

Salí de mi cuarto, lista para ir con mi madre y mi hermana al parque.
   Ya eran las cinco y media de la tarde, y afuera hacía calor. Había elegido muy bien mi vestimenta.
   Bajé las escaleras y miré a mi hermana menor y a mi madre. Estaban esperándome.
   —Qué bonita están las dos —dijo mi madre, con una sonrisa.
   —Igual que tú, ma —dijo Beatrice.
   Yo sólo sonreí.
   Pensé que sería mejor disfrutar aquel día, iba a estar con mi familia y quería pasarla bien.
   Quería librarme un poco de aquellos pensamientos, pero aquellos pensamientos eran los únicos que me hacían tener una conexión con Michael.
   Caminamos hasta la plaza, mientras charlábamos y Beatrice iba por adelante, como si nos guiara.
   Llegamos y lo primero que hizo Beatrice fue correr hacia las hamacas, se sentó arriba de una y me miró. Sabía que quería que la empujase.
   Mi madre se sentó en una banca debajo de un árbol, yo no pude hacerlo, ya que mis pies caminaron hacia Beatrice.
   Comencé a hamacarla mientras ella reía levemente.
   —¿Evolett, puedo preguntarte algo? —me dijo, mientras extendía sus pies cuando iba hacia adelante.
   —Claro, ¿por qué no?
   —¿Qué pasó con Mich? —dijo.
   —¿Quién es Mich? —fruncí levemente el ceño, hasta que recordé que era el apodo que Beatrice le había puesto a Michael: «Mich». Haciendo que la «c» suene con la «h»: «ch». Y no como en realidad sonaba: «Maicol» o algo así.
   Tragué saliva.
   —Él... —intenté pensar rápido qué podría decirle—. Él está de viaje, Beatrice.
   —Oh, bueno... ¡Empújame más fuerte! —dijo, ahora con una risa divertida a lo último.
   Le di un empujón un poco más fuerte, mientras una sonrisa se extendía leve y lentamente en mis labios.

Beatrice se encontraba jugando con una niña que había conocido, al parecer eran de la misma edad. Yo estaba al lado de mi madre, mientras las observávamos.
   —¿Sabes? —dijo mi madre, haciendo que mi vista se dirija hacia ella—. Antes de que conozca a tu padre conocí a otro chico.
   —Oh, ¿enserio...?
   Asintió, mientras se acomodaba los lentes.
   —Fue a mis quince años. A tu edad —hizo una pausa, suspirando levemente —. Él era casi igual a Michael, sólo que era pelirrojo y tenía pecas en las mejillas y en el puente de la nariz. Éramos compañeros de equipo en Educación Física, ya que el profesor nos había seleccionado a los dos como compañeros —contó—. Nos fuimos conociendo de apoco y llegamos a enamorarnos, pero... —miró al suelo—. Hubo un día en el que no fue a visitarme a mi hogar, un día en el que no se encontraba en su casa para que yo lo visitase, un día en el que no hubieron más cartas escondidas y hasta ni siquiera miradas cómplices.
   Me imaginé una vida así, ¿cuánto había sufrido mi madre?
    —Luego descubrí que me hizo infiel con su mejor amigo —siguió.
   Abrí mis ojos de golpe.
   —Era... ¿gay?
   Mi madre asintió.
   —Era gay, pero nunca me lo dijo. Hasta que, obviamente, supe que me había estado engañando con aquel tipo —frunció levemente la comisura de sus labios—. Y la verdad, fue que sufrí demasiado, porque había pensado que encontré a la persona indicada, al chico que llenaría mi corazón y mis sueños... Pero bueno, había llorado tanto por nada —su mirada me apunto hacia mí—. ¿Sabés porqué te digo esto?
   Y entendí la razón.
   Sentí un nudo en mi garganta, pero solamente asentí.
   —Sí, madre... Entendí —mi mirada bajó lentamente hacia el suelo.
   —Aunque lo sepas, igual te lo diré: la adolescencia es la etapa más bonita que un ser humano puede tener, disfrútala, y no dejes que ninguna persona (hombres, sobre todo) te aplaste y te deje sin alas. Porque eres una mariposa, Evolett: no puedes ver las bellas alas que tienes, no puedes ver lo libre que eres. Pero, ¿sabes otra cosa? —la miré—. Eres consciente de eso, pero te obligas a ti misma a detenerte.
   Me tomó la mano.
   —Nunca lo hagas. Nunca te contengas.

ՏᏔᎬᎬͲ ՏႮᎷᎷᎬᎡ  ||𝐌𝐢𝐜𝐡𝐚𝐞𝐥 𝐀𝐟𝐭𝐨𝐧||Where stories live. Discover now