XLI

87 14 4
                                    

06/07/1982
[04:11 a.m.]

Sus labios se dirigieron hacia mi mandíbula. Suspiré levemente, intentando no dejarme llevar demasiado. Aunque sabía que ni yo misma podría aguantar con semejante tipo que tenía arriba...
   Me agradecía a mí misma de haber elegido aquella habitación desde hace años. Ya que era casi la última en el pasillo, ¿quién nos escucharía?
   Sentía el calor corporal de Michael en mis brazos y manos, ya que su camiseta yacía tirada en el suelo.
    Hacer aquello era demasiado arriesgado, tomando en cuenta que mi madre podría levantarse en plena madrugada, y nos podría ver tirados los dos en la cama, con Michael arriba mío y ambos mojados por la lluvia. Y supondría al instante que había salido afuera, porque, o sino, ¿cómo podría mojarme dentro de casa? No me metería a la ducha con mi ropa puesta, y mi madre no era estúpida.
   Agarré suavemente los brazos de Michael, que ahora me sostenían la cintura. Más o menos. Ya que también se apoyaba con esas extremidades.
   Me miró a los ojos unos segundos. Que para mí, esa vez, fueron minutos largos y encantadores. Sus ojos azules parecían realmente un cielo nocturno, sólo que el color no era tan parecido: los ojos de Michael eran más un azul Egeo.
   Sus ojos, así de simples, podrían controlarme. Y no por obligación, no porque yo me sentía y era obligada a que él me controle.
   Era porque yo, sin duda, me dejaría.
   Michael, para mí, era una luz.
   Una luz enorme y que hasta podría ser el sol de mis noches y la luna de mis mañanas.
   Era una sensación cálida, acogedora, perfecta y... y que solamente no podía describirla por tanto que quisiera.
   Una sensación única y que podría ser más que el amor de una madre o padre a un hijo e hija.
   Una sensación que solamente podría sentirla un ser enamorado.
   Y unió sus labios con los míos, fue un beso lento; apasionado. Sentí su sonrisa en mis labios. Ya ni siquiera me había dado cuenta que yo misma había cerrado los ojos, fue inconsciente. Podría ser por lo satisfactorio que me resultaba la escena en la que los dos éramos los protagonistas.
   Sus manos se deslizaron lentamente hacia el borde de mi remera húmeda, me hacía un poco de cosquillas, pero me encantaba. Agarró el bordecito y y comenzó a quitarme mi camiseta, subiendo lentamente, que hasta que me hacía estar demasiado ansiosa aunque no lo hiciera mostrar.
   La remera llegó hasta mi estómago, separó nuestros labios.
   Y me la quitó.
   Quedé en sostén, cosa que a Michael le encantó. Lo sabía por su expresión sonrojada y embobada.
   Miré hacia un costado, ruborizándome. Me daba algo de vergüenza.
   —No tengas miedo ni vergüenza —susurró, mientras su mirada subía lentamente—. Eres simplemente... —sonrió un poco, mientras hacía una pausa—. mi amanecer perfecto.
   Esas palabras me habían quedado perfectamente grabadas en la mente.
   ‹Hasta el día de hoy...›
   Bajó su cabeza y noté cómo sacó lenta y levemente su lengua. Hizo un círculo, me estremecí de lo rico que se sentía.
   Eso era nuevo para mí, no sabía si para Michael también, pero en ese momento no me interesaba si había tenido una ex-pareja y hubiera tenido ya relaciones sexuales.
   Esa sensación de deseo hacia él me era desconocida. Nunca la había sentido con otra persona. Pero se sentía tan bien...
   Llegó hasta abajo de mis pechos, trazando un húmedo camino desde mi estómago hasta allí.
   —¿Puedo...? —murmuró. Supe qué era lo que insinuaba.
   Me sonrojé más, el vería mis pechos y eso me ponía nerviosa. Muy nerviosa.
   «¿Qué dirá?» pensé «¿Y si se despierta mi madre? ¿Qué pasa si nos ve en medio de la acción? ¿Vamos a llegar taaan lejos? ¿Es seguro? ¿Es correcto?»
   Pero un ruido me hizo congelarme: pasos.
   Michael se separó rápidamente y me miró con los ojos abiertos de par en par. Me puse mi camiseta y me levanté de mi cama.
   Michael también imitó mi acción, sin sacarme los ojos de encima.
   —Creo que debería irme... —dijo, casi por lo bajo de un susurro. Lo miré, se puso sus zapatillas y abrió lentamente la ventana.
   Caminé en puntita de pie hacia él y miré la puerta antes de mirarlo a él.
   —Tranquila, algún día terminaremos esto —susurró, mientras una sonrisa socarrona aparecía en sus labios. Me dió un rápido beso y salió.
   Mi vista lo siguió hasta que no pude verlo más.
   Estaba algo decepcionada, pero cerré la ventana y me dirigí hacia mi puerta. La destrabé y la abrí silenciosamente. Eché una mirada rápida al pasillo, para saber de quién había sido esos pasos.
   La puerta del cuarto de mi hermana estaba entreabierta, me encogí de hombros y cerré la puerta, para luego ir hacia el armario y buscar mi pijama, además de sábanas nuevas. No quería dormir incómoda.
   Luego de unos minutos, había terminado de extender mi cama. Me cambié y dejé mi ropa húmeda en una esquina de mi cuarto. Apagué la luz y caminé hacia mi cama. Me apoyé en esta miré al techo.
   Había pasado tan rápido aquella escena, y así de rápido se había esfumado. Por un lado estaba tranquila por el final, pero por otro... sólo deseaba más de Michael y anhelaba que él volviera.
   Me daban ganas de salir de mi cuarto e ir hacia donde había ido el castaño, aunque ni siquiera sabía.
   Cerré mis ojos y pensé en él. No me importaba si por mis pensamientos no iba a poder dormir, no me importaba si sentía mi rostro arder con cada recuerdo húmedo de hace unos minutos, no me importaba si al día siguiente tendría más ojeras de los que ya tenía.
   Aún podía sentir sus manos en mi cintura, en mi panza y estómago, en mis brazos y hombros. Sentía sus labios en mi cuello, mejilla y boca. Sentía su temperatura corporal, que había calentado a la manta que en ese momento nos tapaba.
   Era nuevo. Esa sensación y emoción eran nuevas.
   Tan nuevas que no me daban tanto miedo. Al contrario, solamente me hacían querer ir más al fondo y ver cuál era el resultado.
   Mordí levemente mi labio inferior, mientras abría mis ojos nuevamente y miraba hacia la ventana.
   La luna traspasaban la cortina, cosa que me hacía poder ver algo de mi cuarto.
   Aquellas imágenes se repetían en mi mente. Me hacía querer volver al pasado para querer terminar aquello. Daba curiosidad, sabía bien cómo iba a terminar. Pero me daba curiosidad la sensación. La sensación que tendríamos ambos...
   El sonido de mi puerta me hizo regresar a la realidad. Miré hacia allí.
   Beatrice estaba con un vaso de agua en la mano y me miraba con sueño.
   —¿Qué haces despierta? —dije, en voz baja.
   —Tuve una pesadilla, luego tuve sed y salí de mi cuarto por agua —dijo, en el mismo tono de voz que yo.
   —¿Quieres contármelo?
   Asintió y pasó a mi cuarto mientras cerraba la puerta detrás de ella.
   Caminó hacia mí y se sentó a mi lado, mientras balanceaba levemente sus piernas que estaban colgadas en el borde, ya que no llegaban al suelo.
   —Soñé con Ebert.
   Su voz tranquila me inquietaba. Aunque no tendría que hacerlo, porque ella era pequeña y probablemente no entendía del todo la vida y la muerte. Pero... lo decía como si fuera tan normal hablar de él...
   —No te sientas obligada a decirlo, Beatrice —la tranquilicé.
   —No, quiero decirlo.
   —... Bueno. Te escucho.
   Sentí un nudo en mi garganta.
   Ella tomó un sorbo de su agua y luego me miró.
   —Mamá estaba jugando con nosotros en el parque. Pero luego Ebert desapareció y mamá comenzó a llorar porque no lo encontraba. Yo lloré porque mamá lloraba. Y ella luego comenzó a decir que era tu culpa y la mía, luego desapareció ella y tú y yo nos quedamos solas agarradas de la mano mientras la policía pasaba con la sirena a todo volumen y me aturdía los oídos. —hizo una pausa, luego, siguió—: Y luego todo se hizo blanco, gris y negro. Y se escuchaba una música de fondo, esas que mamá dijo que escuchaba la mamá de papá: esas melodías que parecen tristes y perturbantes —dijo—. ¿Puedo dormir contigo?
   Me quedé en silencio.
   Y solamente asentí levemente, mientras un escalofrío me recorría la columna.






Frida_Hoffman °

  
  
  

  

ՏᏔᎬᎬͲ ՏႮᎷᎷᎬᎡ  ||𝐌𝐢𝐜𝐡𝐚𝐞𝐥 𝐀𝐟𝐭𝐨𝐧||Where stories live. Discover now