XXXV

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30/06/1982
[07:28 a.m.]

Abracé a Emma, no la iba a ver por mucho tiempo.
   —Por suerte ese choque no fue nada grave —dijo—. Te llamaré todas las noches y todas las mañanas, si es que puedo —agregó.
   —No te preocupes por eso. Sólo espero a que me traigas un regalo de Argentina —dije, bromeando.
   —Así será.
   Nos separamos y la miré a los ojos.
   —Espero que te vaya súper bien, Emma. No me cambies por nadie ni nada, eh —sonreí.
   —Nunca.
   Y con un último abrazo, se fue junto a sus padres por el pasillo que dirigía hacia el avión. Los miré hasta que entraron en éste, mi sonrisa no desapareció.
   Mi madre pasó un brazo por arriba de mis hombros. Me sequé las lágrimas que no había podido contener desde que Emma me anunció que se iba a ir. Estaba feliz por ella.
   —Vamos, Evolett. Beatrice seguramente se despertará dentro de un rato —dijo mi madre, ya que mi hermana menor había quedado durmiendo en casa.
   Nos dimos la vuelta, y no evité mirar por última vez hacia el avión, que avanzaba lentamente para despegar.

Llegamos a mi casa, y saqué unos cuántos sollozos, aunque las lágrimas ya no salían. Salimos del coche y me sequé las mejillas con mi remera. Necesitaba la compañía del castaño, por lo menos aquel día. Me sentía algo... sola. Will se había ido, Emma también. Y no tenía otros amigos que no fueran ellos.
   —Madre —dije, antes de que ella pudiera abrir la puerta de nuestro hogar—. ¿Puede... venir... Michael?
   Vi cómo vaciló por un momento, luego sonrió.
   —Claro, hija.
   Sonreí levemente y entré a la casa, agarré el teléfono de la sala y lo llevé a mi cuarto. Para llamar a mi novio.
   Marqué su número y esperé unos segundos. Nadie.
   Fruncí los labios.
   Intenté otra vez, pero no contestaba. Lo intenté una tercera vez.
   —¿Hola? —Elizabeth.
   —Hola, ¿se encuentra Michael?
   —Oh, justamente salió de la casa. Se fue a la casa de una amiga, según él —dijo.
   Sentí un nudo en la garganta.
   —Oh, de acuerdo. No hay problemas, adiós.
   —¡Adiós!
   Y cortó la llamada.
   No podía estar celosa, Michael podía tener sus amigos, y yo los míos. Él no me había dicho nada cuando se enteró que Will era mi amigo, tanto él como yo podíamos tener amistades de distintos géneros.
   Pero no se sentía cómodo, o al menos para mí. Nunca vi a Michael con una chica. Tal vez no se juntaba con ninguna en la secundaria, pero seguramente tenía muchas amigas fuera de ésta. «¿Y quién sabe? —pensé—. Hasta puede tener una mini pandilla de chicas.»
   Por alguna razón, me sentía insegura. Había salido a la casa de una amiga en vez de venir a mi hogar.
   No podía culparlo, seguramente era por algo urgente o algo así por el estilo. Tal vez una salida de... ¿amigos? Aquella palabra no me gustaba como sonaba con «amigos». Se sentía personal, por alguna razón.
   No podía aceptar que estaba celosa.
   Sentí otra vez el nudo en mi garganta.
   Iba a sentarme en mi cama para seguir durmiendo, ya que eran las siete y cincuenta de la mañana.
   Hasta que vi a Michael escalando mi árbol.
   Recordé que tanto como Michael y yo no le habíamos dicho a nuestros padres sobre nuestra relación. Seguramente había dicho «amiga» por mí. Me sentí realmente aliviada y suspiré levemente.
   Abrí la ventana, esperando a que llegue. Tenía la cabeza gacha, y todavía no me notaba.
   Se trepó a una rama, y se paró en ésta. Caminando con cuidado hasta mi ventana, hasta que llegó. Y por fin me notó.
   Mi sonrisa se amplió más.
   Pero se borró al instante al ver su ojo izquierdo morado, tenía su pómulo derecho con un moretón grande. Y tenía una bendita en el puente de la nariz.
   —Dios, Michael... —dije, preocupada. Lo tomé por su mejilla izquierda suavemente—. ¿Cómo...?
   —Fue sólo una pelea. —dijo, mientras apoyaba su mano arriba de la mía.
   —¿Una pelea? ¿Por qué y con quién?
   —Por algo, Evolett... —dijo, parecía no querer hablar de eso—. No fue nada, sólo unos golpes y ya.
   —Pero...
   —Estoy bien —dijo, mirándome a los ojos—. Sano y salvo —sonrió, cómo siempre lo hacía cuando quería demostrar que estaba confiado de sí mismo.
   Quería saber más, pero me contuve.
   Me abrazó, poniendo su cabeza sobre mi hombro izquierdo.
   —Ahora... —comenzó—. ¿Qué te parece si caminamos un poco?
   —Pero, tu ojo y tú pómulo, Michael. Estás lastimado —dije—. Las viejas chismosas pensarán que yo te he golpeado.
   —Entonces, podemos quedarnos si quieres —dijo.
   —Sí, prefiero eso —admití.
   Se separó del abrazo y se sentó en mi cama.
   Me senté a su lado y lo miré.
   —Te extrañé —dije—. No te vi en diez días seguidos.
   —No pude venir... Por los golpes, mi madre dijo que me quede en casa hasta que yo sienta que estoy mejor. Significa que me escapé.
   —Estoy preocupada por ti, Mike. ¿Por qué has peleado?
   —Por algo.
   —¿Algo?
   Se quedó un momento en silencio, mirando hacia el suelo.
   Esperé, intentando no parecer ansiosa.
   —Por ti.
   —¿Por... mí? —me sorprendí—. Pero ¿por qué?
   —Me peleé con Frederick. Él estaba celoso, o algo así. Ya que hace meses me había dicho que él, pues... —su voz se apagó.
   —Puedes confiar en mí.
   —Hace meses me había dicho que se le hacías linda, y solamente eso. Me dió curiosidad de porqué le parecías linda, ya que antes parecía que ni alma tenías, lo siento... —dijo—. Hasta que me empezaste a llamar la atención, me gustaste y pues... Me enamoré. Y ahora soy tu novio y no sé si Frederick te ama o qué, pero empezó a insultarme cuando estábamos pintando las paredes de un callejón. Me dijo uno que otro insulto y blah, blah —siguió—. Y luego me golpeó y me defendí, obviamente.
   Me quedé callada. No sabía qué decir al respecto.
   Me miró.
   —Sabía que te preocuparías más si te lo contaba. Por eso no quería hacerlo.
   Lo abracé.
   —Michael... No sé qué decir al respecto, pero no te metas más en peleas, por favor. Te lastima, demasiado —dije—. Y me lastima a mí.
   Sus brazos me rodearon la cintura con delicadeza.
   Nos quedamos así un largo tiempo, que lamentablemente, para la mente de un enamorado, eran segundos. Segundos en los que quería vivir para siempre.
   Seguía el ritmo de la respiración de Michael, era tranquila y leve.
   Me sentía bien en sus brazos. Tan bien que me daban ganas de mudarme allí, si se pudiera.



Frida_Hoffman °

  
  
  

ՏᏔᎬᎬͲ ՏႮᎷᎷᎬᎡ  ||𝐌𝐢𝐜𝐡𝐚𝐞𝐥 𝐀𝐟𝐭𝐨𝐧||Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu