•𝒯𝒽𝑒 𝒦𝓃𝒾𝑔𝒽𝓉•

519 42 4
                                    

125 D. C.

—Ahí están mis nietos—hablo el rey, sentándose en su cama con esfuerzo.

Helaena se sentó en el borde de la cama de su padre con Jaehaerys en sus piernas, mientras Daena mecía a Jaehaera en su cadera.

—Sus huevos eclosionaron por la mañana—informó Helaena con una sonrisa.

—Me alegra oír eso—respondió el rey agarrando la pequeña mano de su nieto.

—Serán unos grandes jinetes de dragón—afirmó Daena.

El rey convivió un rato con sus nietos, hasta que Helaena dijo que ya era su hora de dormir y salió de los aposentos de su padre, dejando a Daena hablando con el rey.

—Tiene unos hijos muy lindos—dijo el rey con una sonrisa mientras tomaba de su copa de agua.

—Demasiado—agregó la princesa—Son idénticos a ella.

—¿Y tú cuando planeas casarte hija?—cuestiono el rey, tomando la mano de Daena.

—No muy pronto—respondió la ojiazul.

—La gente empezará a presionar Daena, tarde o temprano tendrás que elegir—hablo el rey—o me veré obligado a casarte con alguno de tus hermanos.

—Ellos son más pequeños que yo, nunca podría casarme con alguno—negó la joven con disgusto—Si tú fueras más duro con esos buitrees nunca me presionarían por ello.

—Me gustaría que tuvieras hijos y un esposo al cual amar—contesto Viserys entre estornudos.

—No te mortifiques por ello padre—dijo Daena, levantándose de la cama del rey—Te prometo que buscaré candidatos antes de que se convierta en un problema para ti.

La princesa dejó un beso en la mano de su padre y salió de sus aposentos para ir a los suyos donde ya la esperaba su escudo juramentado en la puerta. Daena le sonrió y lo observo por unos segundos antes de meterse en sus aposentos, ella nunca le había puesto la suficiente atención al Hightower como para ver todos sus rasgos dignos de su casa, no, no era así, un invierno atrás cuando pasearon por las calles de Desembarco del Rey ella ya lo había notado.

—¿Le gustaría entrar?—pregunto Daena, asomando su cabeza por la puerta.

—Mi trabajo es quedarme aquí princesa—respondió el Hightower.

—Nadie se dio cuenta cuando salimos de la Fortaleza y nadie se dará cuenta de que entró en mis aposentos—dijo la Targaryen agarrando el brazo del Sir.

—Era diferente, salimos para asegurar la vida de los príncipes—continuó, tan propio como solo un caballero de la guardia real podía ser.

—Solo quiero hablar con usted—insistió la platinada.

Sir Gwayne regresó la mirada al frente ignorando a la princesa y haciéndola enfurecer, ella no entendía porque perdía el tiempo intentando convencer al Hightower de que entrara a sus aposentos cuando cualquier hombre daría lo que fuera por hacerlo, tal vez era el hecho de que él nunca se lo diría a nadie, no lo sabía, pero no se rendiría hasta que el hombre aceptara.

—¿Usted cree que deba casarme pronto?—pregunto la princesa.

—Esa es su decisión—contesto sin más el Sir.

La Favorita De Los Dioses Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum