Capítulo 20 - Vuelve , todavía te necesito

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Segunda Parte


Inútilmente rezando, la luz no se desvanece
Ocultando la conmoción y el frío en mis huesos


El mundo bajo sus pies le parecía ir en cámara lenta.

Como cuando tienes una pesadilla en que debes correr , y estás seguro que tus pies no te responden. Y estás sumido en una oscuridad cegadora.

Y corres , corres y crees que nunca llegarás a ver la luz.

Para Ainhoa de repente, esa era su vida.

Oscuridad.

Pero no, en realidad no lo era. En aquel hospital nunca había faltado una sola luz.

Lo que faltaba era Luz.

Y todo lo demás, sobraba.

Sabía que estaba corriendo pero no entendía cómo sus piernas le respondían.

Jamás ese trayecto hasta el shockroom de la guardia le había parecido tan extenso.

Tan siniestro.

Tan sombrío.

Lo tenía cronometrado a la perfección, treinta y nueve segundos desde la sala de descanso hasta la sala de guardia.

Los peores treinta nueve segundos de su vida.

Delante y detrás de ella, enfermeros, médicos y ayudantes, todos corriendo en la misma dirección.

Y ninguno le parecía ir lo suficientemente rápido.

Todos con el mismo propósito.

Era una de ellos quien los necesitaba.

Y aquello calaba hondo.

Cuando finalmente llegó, Clara la detuvo.

- Ainhoa, no puedes estar aquí - le dijo fuerte y claro su superiora mientras impedía que ingresara a la sala donde se encontraba Luz.

- Déjame verla, necesito verla - suplicó, y fue entonces cuando se dio cuenta que estaba llorando.

- La están atendiendo, harán todo lo posible, lo sabes - y Clara había elegido todas las palabras equivocadas.

- ¿Qué dices? ¿Pero qué dices? - protestó haciendo a Clara a un lado.

Frente suyo, se desplegaba una película de terror.

Jamás había sentido algo así en su vida.

Tenía ganas de vomitar, y parecía que la cabeza le iba a estallar.

Su corazón le iba a fallar.

Lo primero que vio fue la sangre, por todos lados.

Y su cuerpo no resistió, lo poco que había ingerido en el día, se hizo paso.

En el segundo que le llevó recuperar la compostura, se dio cuenta que estaban contando los minutos y alguien hacía RCP.

Y entonces la vio.

Entre toda aquella gente, estaba Luz.

Su rostro no reflejaba el caos que se sucedía a su alrededor.

Se veía en paz.

Y le aterró.

- ¿Doctora Acosta? - gritó alguien en la habitación.

Ainhoa mantenía su mirada firme en Luz.

No volvería a perderla de vista nunca.

- ¡Tres inyecciones de noradrenalina ya! - gritó Clara haciéndose paso en la habitación.

Un enfermero hizo relevo en las maniobras de RCP.

El reloj marcaba diez minutos.

Luz llevaba en paro diez minutos.

El tiempo no iba a su favor.

Probablemente haya sido menos de un segundo, o quizás fue producto de su imaginación, era algo que nunca nadie le iba a discutir ni poner en duda, pero en el momento que vio a aquel enfermero quitar sus manos del pecho de Luz, se abalanzó sobre ella.

- ¡Vuelve, vuelve, joder! - le gritaba desesperada mientras continuaba con las tareas de resucitación.

Suplicaba. Imploraba.

- ¡Doctora Arminza! - le reprendió Clara tomando posición a su lado - ¡Hágase a un lado!

- No me dejes, Luz . No se te ocurra dejarme - le rogó a la chica bajo sus manos.

- Gaspar, llévatela - ordenó Clara.

El hombre no se movió.

Pero Clara tampoco lo hizo.

El tiempo seguía corriendo.

Y nada cambiaba.

- ¡Una inyección de lidocaína y un desfibrilador! - ordenó Ainhoa - ¡Ahora!

Gaspar obedeció.

Pero nada cambió.

- ¡Carga, de nuevo! - insistió.

- Doctora Arminza - dijo sin levantar la voz Clara, pero Ainhoa la evitó.

De nuevo, nada había cambiado.

- ¡Otra vez! - hizo, pero esta vez Gaspar no se movió.

Ainhoa lo miró.

Gaspar estaba llorando.

Ya nadie se movía a su alrededor.

El momento había llegado.

Los miró durante un segundo y los maldijo.

Y entonces decidió cargar el desfibrilador por última vez.

Rezó, imploró y juro, invocó a quien quisiera escucharla.

Y le habló.

Le habló a Luz.

- No te vayas, por favor. No te vayas.

Suplicó allí, mientras iniciaba el desfibrilador por última vez.






***



Te atraen hasta ellos para sentir los latidos de tu corazón
¿Puedes oírme gritar, por favor no me dejes?



Un acto de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora