21. Polos opuestos

Start from the beginning
                                    

—Sigo molesta, Joseph, nada cambiará lo que siento —respondió ella, poniéndole más leña al fuego—. Si conoces la palabra mérito, deberías empezar a usarla.

—Voy a aprenderla en todos los idiomas, linda —dijo y le guiñó un ojo para robarle un lento beso.

Pero fueron descubiertos y la abuela de Lexy se quedó atónita cuando los vio apretujados contra el muro y en una posición bastante comprometedora, besándose y con los ojos cerrados.

Se separaron alterados y avergonzados, pero se rieron cuando notaron que la abuela se rio también y los llevó a relajarse en sus posiciones.

Lexy se movió primero y se acercó a la mesa para ordenar y limpiar antes de que su abuela trajera la comida. Joseph ayudó moviendo las sillas y le tocó el culo a la muchacha en un par de ocasiones, prisionero de ese juego en el que estaban atrapados.

El vestido fue una pieza perfecta para meterle mano y, si bien, Lexy buscaba escapar de las resueltas manos del hombre, le parecía el juego más excitante del que había participado nunca.

Dio brinquitos por la sala y escapó de Joseph como una niña pequeña y terminó sentada sobre sus piernas en uno de los sofás cuando el hombre logró atraparla y encerrarla entre sus brazos.

Quiso decirle lo cómodo que se sentía junto a ella, pero la abuela de la jovencita apareció por la puerta, cargando una bandeja con tazones, cubiertos y comida. Como buen caballero se levantó de la silla con cuidado, fue atento con Lexy y buscó ayudar a la anciana a distribuir los cubiertos por la mesa y a servir el té con cortesía.

Impactó a la anciana y también a Lexy, quien se quedó boquiabierta con su amabilidad.

—No quiero sonar aguafiestas, pero ¿ya decidiste qué harás con el otro niñito? —preguntó su abuela en referencia a Esteban una vez Joseph solicitó ingresar al cuarto de baño.

—Suenas aguafiestas —respondió su nieta y se desarmó sobre la mesa, cuidando de no mostrarle su lastimada mejilla y heridas.

—Lexy, hace mucho tiempo que no te veía sonreír y estoy segura de que, de todo este tiempo, jamás te he visto besar a Esteban —dijo ella y cogió su mano para acariciarla—. ¿Qué te complica? Se ve un hombre bueno y estoy segura de que te quiere, más que Esteban.

—Abuela, apenas nos conocemos. No llevamos ni un mes juntos —refutó Lexy.

Se puso seria cuando dijo la palabra "juntos", puesto que sabía que aquello jamás sucedería.

—Yo te quise cuando supe que vendrías al mundo —bromeó su abuela.

—Es un cariño diferente —respondió Lexy, confundida.

—Bueno, diferente o no, estoy segura de que siente algo por ti y de que tiene una seria obsesión por tocarte.

—Es complicado, los dos tenemos una vida y no son para nada parecidas. Él tiene un futuro maravilloso asegurado y yo sería una roca inútil en su camino —contestó la muchacha, pretendiendo sacarse las ideas oscuras de la cabeza—. Somos muy diferentes, abuela, y dudo que él quiera tener novia...

—Los polos opuestos se atraen.

Lexy se rio y no estuvo de acuerdo con las locas ideas de su abuela y, no obstante, quería revelarle lo ocurrido en las últimas horas, la interrupción de Joseph la obligó a guardar silencio.

—¿Ya tienes que irte? —preguntó Lexy y se levantó de su silla para acercarse a él, mirándolo con ojos diferentes.

Su abuela había fundado la duda en ella y estaba desesperada por encontrar una pizca de cariño en él, cariño que nadie le ofrecía de manera tan rápida ni fácil.

Siempre míaWhere stories live. Discover now