El hombre estaba enfocado en lavarse el cabello y quitarse el champú con apresuramiento, usando masculinos movimientos que hicieron a Lexy ver la ducha y la espuma con otros ojos, unos ojos más carnales y acalorados.

—¿Estás lista? —preguntó Joseph una vez se aclaró el cabello.

Volteó para mirarla y Lexy se sacudió nerviosa en su posición cuando se encontró con una celestial imagen que la maravilló.

¿Cómo se podía ser tan guapo, aún bajo el agua caliente y el vapor?

El agua le escurría por la espalda con galanura y aunque tenía el cabello mojado y los mechones le caían por las mejillas y la frente, se veía perfecto, más para sus ojos y su libido que comenzaban a desearlo otra vez.

Asintió conforme con la cabeza y se mordió el labio inferior con discreción, perpetuando sus adictivos besos de mala manera y como solo esos simples recuerdos la hacía entrar en calor.

Una punzada en su centro la hizo explotar y, sin contenerse, se abalanzó sobre los hombros de Joseph para encerrarlo hacia su cuerpo y besarlo con apetencia.

Sus bocas se estrellaron bajo el chorro de agua caliente y, aun así, nada tuvo importancia cuando sus cuerpos se encontraron, húmedos y tibios por el efecto de la ducha. Las manos de Joseph recorrieron sus delicados brazos y sus dedos se fundieron por su nuca, profundizando ese beso que tanta pasión les traía.

Su mente soñó algunos segundos mientras deliberó cómo le apetecía follársela, pero ella se le adelantó y se arrodilló ante él, mostrándole el camino de lo que venía para ellos.

Quiso protestar, quiso hacerlo, pero se olvidó incluso del lugar en el que estaba cuando la muchacha se engulló su miembro entre sus labios y lo observó desde su posición con una tierna mirada.

Lexy chupó con apresuramiento, justo como había visto en los vídeos de esas páginas pornográficas que Esteban visitaba a escondidas y a altas horas de la madrugada, y se calmó cuando entendió que no tenía apuro para ello. Podía disfrutar mucho más de su sabor, de su rígida forma y lo mucho que la llenaba cada vez que su lengua recorría toda su longitud.

Le besó el glande un par de veces y se rio cuando el hombre dejó de jadear para prestarle atención.

Tenía toda su atención.

Joseph gimió en respuesta y eso la hizo desear más, la hizo querer llegar hasta el final. Esa era la primera vez que le practicaba una felación a alguien y se sentía de maravilla, con la entrepierna húmeda y tan excitada por brindar placer que se estremeció de sus propios deseos, esos que en cada lamida se ponían más oscuros.

—Sigue —jadeó Joseph y estiró su mano para tocarle el cabello.

Lexy recibió una caricia y se sintió confundida. No vaciló en quitarse el miembro de la boca y mirarlo a los ojos con curiosidad.

—¿Te gusta follarme con la boca? —preguntó Joseph.

—Es mi primera vez —contestó ella con inocencia.

—No me digas esas cosas, me ponen muy caliente —jadeó Joseph a duras penas.

Y es que tras escuchar la inocente confesión de Lexy, el miembro le había picado de lo duro que se hallaba.

—Pero es la verdad —contestó ella con una sonrisa y se secó el rostro.

El agua caliente seguía salpicándole en todo el cuerpo.

—Jamás hubiera pensado que era tu primera vez, lo haces muy bien —contestó Joseph más controlado y se acercó para dedicarle un suave beso en los labios.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora