Un par de venas se le marcaban en el cuello y tenía las mejillas rojas por todo el esfuerzo que le dedicaba a tan placentero momento.

—Es mi teléfono —aseguró por fin, después de quitarle de encima los ojos a Joseph.

Era una fuerte distracción.

—¿Quieres contestar? —preguntó Joseph cuándo el teléfono volvió a timbrar y, aunque quiso responder, el hombre la dejó sin palabras cuando comenzó a embestirla otra vez, sosteniéndola con fuerza por la cintura y enterrándole los dedos en el vientre con apetencia.

—¡No! —dijo por fin, ansiosa por conseguir alivio a la presión que Joseph ejercía en su centro.

Suspiró cuando el hombre se hundió hasta el final y la obligó a cambiar de posición, mientras levantó sus piernas y la recostó de lado en el centro del colchón. Sus manos sostuvieron su cadera expuesta y sus embestidas se hicieron entonces más profundas y también más violentas.

La chiquilla gimió sin pausas y no tuvo control de su cuerpo cuando se sintió superada por lo que sentía. Se vio obligada a cubrirse el rostro con las manos, avergonzada por ese modo alocado en el que se expresaba, tan excitada y caliente que se desconocía a sí misma.

Las gruesas y calientes manos del hombre abandonaron su filosa cadera para tocar sus manos. Las alejó de su cuerpo con un simple movimiento y, no obstante, esperaba regresar para perderse en la suavidad de su trasero, los dedos de Lexy cazaron los suyos y se unieron en un contacto que a Joseph lo revolvió por entero.

Jadeó para manifestarse y se ahogó con un suspiro cuando sintió su mano apretando la suya. Se fundió en su mirada y se controló para no correrse en tan asombroso momento, justo cuando la joven se rendía ante sus embestidas y se venía bajo él con tanta gracia que a Joseph se le escapó una ladina sonrisa entre los labios.

"Si hubiéramos sabido que se venía más lindo de lo que se reía, ya estaríamos a sus pies". —Incomodó su conciencia, recordándole la primera vez que la había oído reírse, con tan poca gracia que se convertía en un sonido molesto de escuchar.

Joseph buscó ignorar a su inoportuna vocecita interna, y levantó a Lexy de la cama una vez su orgasmo llegó a su fin; la cogió por el cuello con bruteza para plantarle un apasionado beso en la boca.

Las manos del hombre viajaron por su espalda y recorrieron su cabello con deleite. A pesar de que era corto y se veía descuidado, resultaba suave al tacto y delicado, lo conectaba directamente con su nuca y exponía su cuello con gracia.

Se sentó con ella a horcajadas en la orilla de la cama y, si bien, pretendía tenerla lejos mientras se la follaba, Lexy se lo impidió cuándo lo tomó por el cuello y lo apegó a su cuerpo con brazos y piernas, uniéndose a él por entero.

Él se movió al principio, rápido y entusiasmado de lo rico que se sentía estar en el interior de Lexy y contorneó su cuerpo una y otra vez, deleitándose con sus senos firmes y sus caderas apretadas.

Era tan diferente a las mujeres que solía frecuentar, que comenzaba a gustarle cada vez más.

Se acomodaron por la cama, descubriéndose a los pies de esta, pero lo ignoraron para seguir en su burbuja de placer.

Delicada como no acostumbraba, cogió un ritmo parecido al de Joseph y aunque no tenía muchas fuerzas en las piernas para seguir impulsándose sobre su miembro rígido como él se lo exigía, lo hizo de todos modos; el corazón le latía de prisa y un calor recorría toda su piel.

Sentía arder su intimidad, la que palpitaba sin calma ante la intrusión del miembro de Joseph, quien seguía recorriéndola, incentivándola a más.

Fue entonces cuando esa sensación que había conocido en la universidad llegó, se unificó en el fondo de su vientre bajo y se emocionó cuando se notó cerca de otro orgasmo. Se movió más rápido y se alentó a perseguir eso que tanto extrañaba y que tanto le gustaba.

Siempre míaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora