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Atenea se siente diferente con Sam, tienen cosas en común, intereses a fines, siempre hay tema de conversación y la verdad es que disfruta de sus citas, los paseos, el parque de diversiones al que fueron, casi no parece que este mujer sería la primera que le rompería el corazón, de una manera tan vil, aunque luego le daría uno de los mejores regalos que ha tenido en su vida.

—Es nuestra cuarta cita en lo que va del mes —menciona primero Sam—. Tengo miedo de que lleguemos a la quinta cita y después del sexo te pongas rara y te alejes.

—Si eso pasa tienes permiso para golpearme —se acerca y la besa—. La verdad es que hace mucho no tenía citas, es linda esta parte, la de conocerse con alguien. Disfruto mucho nuestro tiempo juntas Sam —se acuesta en sus piernas en el parque mientras Sam le acaricia el cabello—, lo del sexo... no voy a presionarte, me gustaría que se dé, de forma natural y que no sea algo a lo que te sientas obligada a acceder porqué pasamos de la quinta cita.

—Lo que no quiero es que... me encanta pasar stiempo contigo diosa olímpica, pero ¿Y si no somos compatibles en el sexo? Es algo importante, no lo más importante, pero importante.

—Vamos viendo con tranquilidad ¿Okay? Cuándo el momento llegue sabremos que hacer. Tal vez pones demasiadas expectativas en mí y ni siquiera sea tan buena.

Gran mentira, Atenea como Julia no tienen la fama que tienen por cosas irreales, la verdad es que ambas compiten entre ellas por el primer puesto en experiencias sexuales. Claro que solo le dijo eso a Samantha para dejarla tranquila.

La cita número cinco llega y esta vez cenan el departamento de Atenea, que queda muy cerca de la universidad, ella hace de comer y ni siquiera deja que Samantha lave los trastes. La rubia se acerca por atrás, besando su hombro derecho.

—¿Qué tal estuvo la comida?

—Deliciosa. Si cocinas así ya estás lista para casarte —ambas ríen y Sam se apoya en el costado de su hombro mientras Atenea sigue lavando—. Me gusta mucho tenerte cerca —le confiesa—. Honestamente ni siquiera puedo pasar mucho tiempo cerca de ti sin tocarte, necesito aunque sea solo un roce mínimo. Me gustas demasiado Anto no pulos.

—Aún no te sale.

—No me culpes sigue siendo difícil de pronunciar, ningún mortal ha sido capaz de pronunciarlo a la primera.

—Y menos mal porque siendo así me tendría que casar de inmediato con esa persona —se ríe y voltea a verla secando sus manos—. También me gustas mucho, y me encanta tenerte cerca y me encantan los detalles que tienes conmigo, como las notas que encuentro en mis cuadernos cuándo voy a tomar un apunte, o los mensajes de buenos días y buenas noches —acaricia su mejilla—, me encanta el sabor de tu labial, y el olor de tu perfume —la besa suavemente y el beso escala un poco más, pero se separa aclarándose la garganta— ¿Qué quieres hacer ahora? —Samantha la ve a los ojos y la besa, la trae hacía ella y desabotona sus pantalones.

—¿Segura?

—Muy —tira su camiseta y Atenea queda embobada mirándola.

A besos entran a la habitación, dejando un camino de ropa a su paso, tienen un urgencia de probarse y aunque la idea a las citas fue de Samantha para ver hasta dónde era capaz de llegar Atenea, ha sido difícil contenerse todo este tiempo, cuando hace tan solo dos citas ya quería asaltarla, y hasta cuándo solo se quedaba a dormir, sentir el calor del cuerpo de la diosa olímpica había sido difícil sin llegar más lejos, pero ahora es el momento.

Atenea a besos y toques le hace ver porqué tiene la fama que tiene, entonces Samantha corrobora de primera mano y con sus manos entre sus piernas que la fama la tiene bien puesta. La diosa olímpica está deseosa de probar a Sam, corrobora abre cada toque, mordida y chupón la reacción de la rubia, le pregunta cada cierto tiempo si le gusta más fuerte, más rápido o más suave y despacio, quiere aprenderse los puntos claves de Sam, y lo hace, memoriza cada gatillo que la lleva a sumirse en el placer de sus toques.

Las voltea heterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora