Capítulo 46

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—¿Creíste que podías deshacerte de mí tan fácilmente, querida? —le susurró al oído, antes de ponerle un saco negro en la cabeza—. Jeray puede tener mucho dinero y pagarle a los mejores abogados, pero es un imbécil demasiado honrado que no tiene ni puta idea en el infierno que acaba de desatar.

—Le pido que no les haga daño —suplicó Avery con lágrimas en los ojos—. Soy yo la que debe pagar las consecuencias. Todo es mi culpa. Yo le pedí a él que me ayudara a cambio de sexo.

—Eres una pequeña zorra, pero para que sea capaz de hacerlo para ti nada más para tener el gusto de entrar en tu coñito, es porque debes tenerlo muy rico —la mujer guio la mano a la entrepierna de la joven y palpó su vagina por encima de su pantalón, haciéndola tensar—. Créeme que tengo muchas ganas de matarte y destrozarte en pedacitos, pero viva me sirves más. Además de que voy a sacar de tu culo y tu coño todo el dinero que me has hecho perder desde que me cerraron el club.

Avery cerró los ojos y contuvo su llanto hasta más no poder, pero le era difícil no pensar en nada malo. No le era de ayuda que esa mujer la tocara en partes que no debía y dijera cosas a alguien más, como si estuviera hablando por teléfono y en un idioma que ella no entendía.

Allí en la oscuridad su mente viajaba a las palabras de Jeray y a las promesas que le hizo, pero no lo podía culpar a él por todas sus desgracias. El error había sido de ella, por exponerlos, por hacer que la ayudaran y personas que no tenían que ver salieran heridas. Cada segundo se convencía a sí misma que lo mejor era así, porque sería mucho más doloroso para ella ver sufrir a las personas que la habían acogido como si fuera de la familia y le había dado un cariño real.

No supo cuánto duró el recorrido en el auto, pero para ella fueron horas que pasaban y la alejaban de su hermano y del hombre que amaba. Esperaba que Jeray cuidara de Luca y lo mantuviera a salvo, y no era que desconfiara del hombre, pero ahora que había quedado solo no podía pensar más que en él y en su bienestar.

¿Y si no vería nunca más a su hermano? Aunque quería pensar que pronto despertaría de esa horrible pesadilla, la realidad le golpeaba el centro del pecho con mucha violencia.

En cuanto el auto se detuvo, dos hombres la bajaron a la fuerza y la guiaron al interior de una casa abandonada. No fue hasta que entraron a la propiedad, que le quitaron la capucha de la cabeza y la tiraron al suelo con un ruido sordo que le hizo doler todo el cuerpo.

Avery se abrazó a sí misma, mirando a su alrededor y sintiendo mucho miedo. El lugar a donde la habían llevado tenía mal aspecto, pero contaba con algunos muebles viejos decorando la sala principal. Además de eso, algunas de las chicas del club estaban allí, algunas amarradas y otras sentadas en el sofá con la mirada perdida y en completo silencio. Entre ellas estaba Deborah, mirándola con gran dolor por no haber logrado lo que algunas deseaban.

Ivanna entró a la casa junto a un hombre que jamás había visto en su vida y se acercaron a ella. La mujer la tomó del cabello y la hizo levantar la cabeza para que la mirara. En ese momento se contenía para no matarla, ya que su socio había quedado más que flechado con ella desde un principio y ahora la quería para él.

—¿Por qué tienes que escoger a este pequeña perra que lo jodió todo y no a otra? Si no te gusta ninguna de ellas, puedo traerte la que deseas.

—La quiero a ella —sonrió Royce, encantando con la chica a sus pies—. Es perfecta para dar a conocer en el próximo evento.

—Cuando ya no te sirva, tráela de vuelta, porque esta se las voy a cobrar muy lentamente.

—Sí, como sea.

Avery los miró a los dos con el corazón en la mano. No sabía de lo que estaban hablando, pero algo era claro ante la mirada tan penetrante y lasciva que el hombre ante sí le estaba dando. Se la llevaría y haría de su vida un infierno, uno peor del que Ivanna le había hecho vivir, porque el hombre no tenía ni una pizca de humanidad en su mirada. Sus transmitían maldad de las más pura.

Infierno [✓]Where stories live. Discover now