Capítulo 16

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En cuanto las puertas del ascensor se abrieron, Jeray salió a paso firme y elegante, haciendo que su secretaria se pusiera de pie y se acercara a él de inmediato.

—El Sr. Pelman está furioso y dijo que no firmaría ningún contrato con usted.

—Entonces que abandone mi sala de juntas —respondió con esa altivez que lo caracterizaba, dejando en silencio a la chica—. Igual no soy yo el que va a perder nada.

El hombre entró a la oficina y se quitó su americana, dejándola colgada en el gancho antes de acercarse al bar y darse el primer trago del día. Se sentó en su lugar y abrió su computadora, listo para empezar su trabajo, pero la fija mirada de su secretaria hizo que la mirara.

—¿Vas a informarme algo más?

Dixie tragó saliva y apretó la tableta que tenía en sus manos contra su pecho. ¿Por qué estaba actuando tan diferente con ella? Se debía a la chica del día anterior? Se vio preguntándose, mirando al hombre que la miraba con seriedad y sin ninguna pizca de deseo.

—Srta. Kenner, si no tienes nada más que decirme, me gustaría que me dejaras solo para realizar mi trabajo.

—Su padre llamó, de nuevo —se obligó a hablar pese a que se sentía confundida y molesta—. Dijo que esta noche lo esperaba en casa, y que no se le ocurriera pensar siquiera en faltar a la cena.

Jeray resopló y prestó toda su atención a teclear la constraseña de su computadora.

—Confirma mi asistencia, pero adviértele que si va a ponerse pesado, que me avise con tiempo para no ir.

—Sí, señor.

El silencio era mutilado por el sonido de los dedos del hombre sobre las teclas, pero él podía sentir la mirada de la chica sobre sí y sonrió con satisfacción. Su secretaria le gustaba y ciertamente la quería tener en su cama, pero de ahí no pasaba. Adjudicaba su intenso deseo por ella que por eso no podía sacarla de su pensamiento.

Era la primera que le complicaba sus deseos, pero no sería la ultima mujer en su vida. Además tenia Avery, y ella sí que sabía como recibirlo, tentarlo y mantenerlo lo suficientemente excitado para no pensar en ninguna otra mujer que no fuese ese ángel tan puro.

—¿Necesitas algo más? —inquirió sin rastro de paciencia—. ¿No tienes trabajo que realizar tú también? Si no es así, házmelo saber para asignarte varias tareas.

—Lo siento, Sr. Le Bon —tensa se alejó a la salida, no obstante, se detuvo y regresó al escritorio—. ¿Puedo saber qué es lo que le pasa?

Jeray levantó la cabeza y enarcó una ceja a la chica, mirándola con na fijeza. ¿A qué venía esa pregunta? Siempre lo había ignorado y rechazado, ¿acaso se creía la única mujer en el mundo?

—¿Y qué es lo que me pasa?

—Está actuando raro.

El hombre apoyó los brazos en el escritorio y llevó sus manos a la barbilla, detallando a la mujer de pies a cabeza. El ligero rubor en sus mejillas le daba a entender que se sentía avergonzada o molesta, y sus ojos marrones destilaban confusión e ira.

—Gracias por decírmelo, no tenía ni la menor idea de que mi forma de actuar era rara —habló con ironía—. ¿Qué pasa, Dixie? ¿Quieres decirme algo importante y no sabes cómo? Quizás... algo que sucedió ayer.

—Lo que haya hecho ayer con esa chica me importa muy poco —escupió sin pensar y el hombre soltó una carcajada.

—¿Estás celosa? —se burló y la chica se puso aun más roja—. Para no importarte lo que haga, te ves muy molesta.

Infierno [✓]Where stories live. Discover now