Capítulo 9

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Durante tres días Avery se dedicó a conocer cada espacio de la enorme casa, ya que Jeray no la llamó y tampoco hizo acto de presencia, algo que la mantuvo tranquila y ansiosa a la vez.

La casa estaba bien equipada y había mucho que hacer, pero ella no podía disfrutar cómodamente porque nada de lo que había allí era suyo. Se sentía incómoda y con temor a dañar algo, por eso pasaba los días en la amplia biblioteca, leyendo varios libros que llamaron toda su atención y siempre quiso tener.

Le gustaba la lectura tanto como tomar una taza caliente de chocolate, por ello leía con calma, palpando las tapas duras y hermosas de cada libro con suavidad y llenándose los sentidos con el aroma de las hojas. No era que tuvieran algún olor en específico, pero sentía que el papel tenía un olor bastante particular y le resultaba agradable a su nariz.

Aquellos días fueron iguales para ella, despertaba desde muy temprano y dedicaba parte de las mañanas a limpiar para no aburrirse. En la tarde leía sin parar y, cuando la noche llegaba, salía a caminar por los alrededores de la casa para estirar su cuerpo. El jardín era hermoso y amplio, y le gustaba sentarse frente a la fuente a contemplar como el sol se escondía y la luna hacía acto de presencia.

Esa noche en especial, luego de caminar por el jardín y cenar algo ligero, volvió a la biblioteca. Había leído dos tomos en tres días y buscaba su tercer libro para distraerse y dejar de sentir la ansiedad que la consumía al no poder ir con su hermano a la clínica. 

Aunque tenía el teléfono que Jeray le había dado y su número era su único contacto, no lo llamó. Esperaba que fuera hasta la casa y hablar personalmente con él sobre su hermano. Y aunque se vio tentada en llamarlo en más de una ocasión, los nervios no le permitían dar el paso. Apenas podía decir tres palabras cuando el hombre estaba ante ella, ahora cómo podría abordar un tema tan importante a través de una llamada.

Tomó el libro "Del Amor y Otros Demonios" de Gabriel García Márquez, y se sentó en el cómodo sofá que había en la biblioteca, sumergiéndose en cada letra del escritor que tanto admiraba incluso desde que era niña. Aun recordaba el primer libro que había tenido y que sus padres le habían regalado para uno de sus cumpleaños. Lo guardaba con recelo, no solo porque era su primer libro, sino también por el significado que tenía para ella.

Se sumergió tanto en la lectura, olvidando el mundo exterior y dejándose seducir por cada palabra escrita, que no se percató de la llegada de Jeray a la casa ni mucho menos que la contemplaba desde el umbral de la puerta.

Jeray se recostó en la pared y se quedó mirando fijamente a Avery, que despreocupada y visiblemente hechizada por el libro que sostenía en sus manos, se encontraba casi acostada en el sofá con las piernas arriba de los reposabrazos. No llevaba más que un pantalón corto y una blusa de tirantes, por lo que sus piernas se veían largas y sedosas, y su piel brillaba como el terciopelo ante la baja iluminación de la biblioteca. El cabello lo traía suelto y caía por el costado de su cuerpo y rozaba sus caderas y el fino cuero del sofá. 

Se mantuvo en silencio, viendo su figura hermosa e inocente por largos minutos. Sus ojos cayeron en sus labios y se vio tentado en arrancar el libro de sus manos y hacerla suya ahí mismo. Su boca era una constante incitación, tal vez porque lo recibía y lo apretaba de una manera que ninguna otra lo había hecho en su vida, y deseaba volver a fundirse en el calor de su aliento.

Sintiendo la excitación hormiguear bajo su piel, buscó un cigarro en el bolsillo de su saco de vestir y lo llevó a sus dientes, recorriendo una vez más las largas piernas de la chica y la curva de su redondo y respingado trasero. Tenía tanto en mente, pero el cansancio debido al viaje del que acababa de llegar le decía que podía esperar un poco más para disfrutarla a plenitud. Después de todo, tendría seis meses para devorarla por completo y saciar cada una de sus fantasías.

Infierno [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora