Capítulo 42

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La sorpresa de aquella confesión hizo que Avery contuviera hasta la respiración. No podía creer lo que le estaba diciendo, menos lo que le estaba proponiendo.

¿Acaso estaba soñando? Si era así, no quería despertar nunca.

Pero no estaba soñando, él estaba a pocos centímetros de ella, mirándola con fijeza y cierta impaciencia, robándole todo el aire y haciendo que su corazón latiera sin ritmo ni secuencia, esperando con ansiedad a que ella le respondiera un sí definitivo.

—No guardes silencio, ángel. Entenderé si me dices que no.

La chica soltó todo el aire que estaba conteniendo y sonrió, apoyando las manos en el pecho de él y sintiendo lo fuerte que latía su corazón.

Él estaba tan nervioso y agitado como ella, y su corazón lo estaba traicionando ante la falsa calma que demostraba su expresión neutra.

—No podría decirte que no, Jeray, no cuando me acabas de decir palabras tan bonitas. Quizá estoy un poco loca, pero hiciste que me enamorara de ti con cada acto y palabra que haces y dices por mí. Sin embargo, no me importa que me tilden de loca, porque nadie me ha hecho sentir tan feliz y querida como tú —alzó la mirada y sus ojos azules brillaron como nunca; tan inocentes y puros que él no pudo evitar caer en su red—. Te estoy queriendo con una fuerza que va más allá de lo inimaginable. Sí quiero ser tu novia y tener la oportunidad de querernos…

El hombre soltó un pesado suspiro y sonrió, antes de presionar su boca contra la de ella y besarla con la ternura y el amor que lo estaba rebasando en ese instante. Estaba dispuesto a quererla y dejarse querer. Ninguna otra mujer le hacía tanto bien como ella y no podía dejarla ir sin más, sin decirle y demostrarle todo lo que sentía por ella.

Él no la quería, la estaba amando con una fuerza demencial, pero era consciente de que debían ir a paso lento y hacer las cosas bien. De momento solo podía pensar en encontrar la forma de hacerla una chica libre, y no iba a parar hasta lograrlo.

Se separaron con lentitud y permanecieron abrazados por largos minutos en completo silencio, ella apoyada contra su pecho y él acariciando su largo cabello y parte de su espalda baja, encantados por el momento.

—¿No será extraño que seamos pareja y trabajemos juntos? —inquiero Avery, con los ojos cerrados, llenándose los sentidos de ese aroma tan masculino que desprendía y su calor.

—Por supuesto que no. En la empresa seremos jefe y empleada, pero tan pronto termine nuestro trabajo solo seremos tú y yo. Además, es hora de que todos esos buitres que creen tener una oportunidad contigo se enteren de una vez por todas que eres solo mía.

Ella rio, entrelazando sus brazos en su cuello y poniéndose de puntas para darle un pequeño beso en los labios. Las manos de él viajaron a su trasero y la apegó a él, haciendo que sus cuerpos se apretaran un poco más de ser posible.

—Que celoso eres, Sr. Le Bon.

—Soy celoso y posesivo con lo que es mío —apretó sus nalgas y rozó sus labios, provocando un ligero escalofrío en ella—. Y tú eres toda mía. Desde la punta de tu pequeño pie hasta la última hebra de tu cabello me pertenece solo a mí.

—En ese caso, tú también eres solo mío. Muchas de tus empleadas te desean, pero en tu vida y en tu mirada solo existiré yo.

—Mi amor, ninguna otra mujer se puede comparar contigo. Nadie podrá despertar lo que tú sí logras en cuestión de segundos con una sola mirada —le mordió los labios y su pene empezó a despertar tras el fino gemido que soltó—. Quiero arrancarte la ropa y hacerte mía mientras observas el lago.

—Oye…

—¿Qué? Me pongo duro con solo imaginar tu lindo culo al aire rebotando contra mí.

Avery se mordió los labios al tener esa imagen en su cabeza y sentir un cosquilleo en su coño.

Infierno [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora