CAPITULO 9. CARMILIONS

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Coronel Dante.

Me levanto de la arena donde tengo horas, el llamado de la esencia de la hembra es incontrolable, pero...

El fuerte gruñido del Teniente, quien en un segundo y sin darme cuenta, se posa frente a mí, gruñendo como una bestia y no me mido cuando mis garras revientan las uñas y estoy dispuesto al combate por la hembra que deseo en este momento.

Él, se mueve con agilidad y yo, no pienso para lanzarme contra él. Siento como mis feroces garras atraviesan su piel, que está nuevamente cambiando a un color azulado. Siento como mi piel se estira y los colmillos que brotan de mi mandíbula buscan su cuello, para desgarrarlo.

Sus garras también se entierran en mi piel. Ambos rugimos y sabemos que es un combate a muerte, pero...

Nuestras pieles surten cambios que se hacen dolorosos. La capa de hierro, que se forma en ambos parece impenetrable, pero mis garras atraviesan las del teniente y un órgano palpitante siento en mi pecho y ambos sentimos las dos hembras que  son  lanzadas a nuestros cuerpos.

Los dos gritamos, los desfigurados rostros a un lado, observando las hembras que gruñen con descaro.

Saco mis garras del impenetrable pecho del Teniente, pero que aún yo, logré penetrar y palpar el órgano que palpitó en mis garras.

Lo suelto lanzándolo a un lado y observo a las dos hembras, que se mueven y gruñen con fuerza, sus olores me vuelven loco, pero...

Hay un olor mucho más potente y es el que me tiene desesperado desde que llegó y en este momento es incontrolable.

Las dos hembras que nos han lanzado se las reboto al Teniente y voy por lo que deseo.

─ Solo ellas dos ─ Gruñe, la más hermosa y emite las órdenes a las otras mujeres y no me detengo caminando hasta ella.

La verga me duele tanto, como las bolas, mi respiración es muy agitada y la Felina gruñe, pero más que un rechazo, parece un coqueteo.

Retrocede rugiendo con fuerza, pero huelo el deseo que brota y yo, me vuelvo más loco, con el despliegue de feromonas, produciéndome una convulsión severa de deseo, que está a punto de estallarme la verga, que siento como una piedra y solo suelto un rugido desesperado, bramando con fuerza, detrás de la hembra, haciéndole una tonada de gruñidos a Marey...

Entiendo el cortejo que desea y se lo otorgo, llegando hasta ella y tocando su cuello.

La hembra gruñe observándome, pero no se aleja y solo desgarro el negro atuendo, sus ojos verdes con rayos dorados y negros, se han oscurecidos y otro despliegue de feromonas, suelta junto con unos bramidos; reventando lo poco que queda de mi vestuario, dejándome completamente desnudo al igual que ella.

Gruño repasando su cuerpo completo, desde su cabello, bajando a sus ojos, que ahora son como la noche, sus garras han aparecido y sigo deslizando la mirada, a los turgentes pechos que apuntan mi cuerpo.

Toco los pezones, que parecen dos  piedras, los aprieto y ella, se acerca acariciando mi torax.

Allí, sé que el cortejo culminó y con mi otra mano, me voy al medio de su cuerpo, abriendo los labios impregnados del líquido pegajoso, que se desborda y aumenta la esencia del olor femenino.

Gruño cuando Marey, toma la dureza, que ha creado en medio de mis  piernas y comienza a moverla masturbándome, para prepararme al encuentro, pero ya estoy preparado y solo quiero estar adentro de la hembra, que me tiene goteando la verga.

Suelto sus pechos y saco los dedos de su abertura, una vagina que se siente cerrada, pero muy húmeda.

Marey, me observa con cautela, cuando coloco las manos que ya no son garras, pero si tienen la piel muy blanca, sobre sus hombros, girándola y pegando su espalda a mi pecho.

Muerdo el cuello, para marcarla como mía, no puedo evitar el instinto animal, de que otro hombre lo note, otro ser que entienda, que la he marcado a mi propiedad.

Trato de no hacerle daño y sus garras se entierran en mis hombros, marcándome también.

Marey, dobla las piernas y se inclina quedando en cuatro y ofreciéndome lo que deseo.

Su culo se mueve, llamándome a observar la abertura que se asoma y destila los líquidos de la humedad.

La toco y hundo los dedos nuevamente, ella gruñe y sus garras se entierran en el pasto que no es seco, pero tampoco está reverdecido.

Expando sus pliegues con mis dedos y tomo mi verga y sin posicionarme, solo apunto y me hundo como una bestia salvaje.

Su gruñido es un grito, que hace temblar hasta la tierra, se mueve para salirse y yo, tomo con fuerza sus caderas, comenzando a embestirla con golpes contundentes, que resuenan en su culo con el choque estrepitoso.

Sus garras salen y se vuelven a enterrar con fuerza, trayéndose consigo el bloque de piedras, que ha desprendido del suelo con sus garras.

No puedo detenerme, es como si el animal salvaje, se hubiese despertado y solo acelero los movimientos, golpeando con la pelvis su culo, que salta y tiembla con cada golpe de furor.

Sus garras salen nuevamente y esta vez no traen bloques de tierra, pero si se vuelven a enterrar y sus piernas se abren más, permitiéndome más acceso.

Su culo se levanta y sus caderas comienzan a moverse al mismo ritmo que las mías.

Los dos gruñimos sin parar, haciéndose un solo eco, con los gruñidos que escuchamos a nuestro alrededor, pero ninguno de los dos préstamos atención.

Nuestras caderas se movieron entre grandes bramidos. Marey, se corrió al grado de bañar hasta mis piernas, el olor fue bestial y solo me elevó mucho más, a lanzarle fuertes estocadas, hasta poder descargarme con fuerza en su interior.

La felina, se detuvo y a pesar de la liberación yo, deseaba más y me sorprendí porque antes, necesitaba un breve descanso, sin embargo, sentía que el nivel de su olor volvía a elevarme y...

─ La moví colocando su espalda en el césped y ella abrió las piernas, invitándome nuevamente y solo me hundí en ella, con la misma fuerza de la vez anterior, pero...

Esta vez, no solo devoré su vagina, sino que me prendí de sus tetas, que me llamaban con desesperación.

Las estocadas se hicieron tan feroces, que mis garras se clavaron en el suelo pastoso.

Marey, dió la vuelta moviéndose sobre mi cuerpo, dejándome debajo de ella.

Una lucha de poder comenzó,  donde ambos deseábamos dominar el terreno y la posesión del cuerpo del otro. Con cada vuelta que dábamos, nuestras garras traían los estragos del suelo y en dos horas, ya habíamos removido gran parte del terreno pastoso y seguíamos copulando y destruyendo todo lo que las garras prensaban en el suelo.

La noche  nos toma copulando y el amanecer también. Me levanto y observo los grandes metros de tierras destruidas.

Observo a Marey, y los dos estamos sucios, pero totalmente satisfechos.

─ Sigue tú camino, para que culmines la transformación ─ Menciona la mujer.

─ Ven ─ la invito, ya que ella conoce de estas tierras.

─ Si nuestra raza te sigue, moriremos ─ menciona Marey, y yo, la observa con curiosidad.

─ Yo te estaré esperando ─ musita Marey.

─ Dante,  asiente no sabe hacia donde va, pero sabe que debe llegar.

Marey, mediante la copulación solo recordó todas las mujeres con las que ha conseguido a Rashak, sabe que este acto despertará a ese demonio.

Marey, observa a Dante y sonríe, él piensa que es la cercanía que han tenido, sin embargo, Marey, piensa que ya le consiguió a Rashak, lo que deseaba, pero también sabe que ahora hay una fuerte conexión con Dante, y eso no sabe como manejarlo, ni como lo manejará Rashak.

Dante, camina con el Teniente a su lado y no lleva nisiquiera una hora de camino, cuando su Capitana Dareya, aborda su mente.

─ ¡Mierda! ─ Gruñe internamente.

─ ¿Qué coño es un  Carmilions?  ─ Gruñe el Teniente.

Dante, lo observa preguntándose lo mismo.


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