Capítulo 23. 

61 6 0
                                    

Capítulo 23.

—Creo que nunca en mi vida había llorado como lo hice el día de hoy, sentí que moría, creí que se me saldría el corazón.— llevó sus manos a su rostro, palpando sus facciones, soltó un gran suspiro y sintió el corazón en su lugar.

—To... todo está bien, estoy bien...— aspiro el aroma a humedad de aquella cueva, seguía escuchando el ruido del agua.

—Nunca me había sentido como me siento ahora, se siente tanta paz, tanta calma, siento que si en estos momentos muero... moriré tranquila.— escuchó el eco de su voz a través de la cueva, por alguna extraña razón le dieron tantas ganas de reír, no se resistió y soltó una carcajada.

Se incorporó sentándose en el suelo, continuó riendo y riendo hasta que el estómago le empezó a doler.

—Nunca te había visto tan contenta.— se sobresalto y rápidamente volteo la mirada. ¿Cómo era posible que él estuviera allí? era completamente imposible, seguramente estaba alucinando.

—No, tú no puedes estar aquí, se supone que estás encerrado.— sintió nuevamente como la ira la invadía.—¿Qué estás haciendo aquí?

—Sentí qué me necesitabas, ahora estoy aquí contigo y no me iré de tu lado.— apretó los puños, retrocedió y se colocó en posición defensiva.

—Es algo tarde para eso. ¿No crees?— arrastraba las palabras tratando de contenerse.

—Asami... perdóname, sé que no estuve contigo cuando más me necesitabas, pero quiero enmendarlo.

—¿Dónde estabas cuando mamá murió? ¿Dónde estabas cuando yo te necesitaba y quería hablar de mi pérdida? lo único que hiciste fue encerrarte en tu despacho, me alejaste de ti, tenías una hija a la cual cuidar, no fuiste el único que sufrió esa pérdida. ¿Alguna vez te cuestionaste que era lo que yo sentía? ¿Qué sentí ese día que perdimos a mamá?— el hombre no hablo, bajó la mirada avergonzado por las palabras de su hija.

—Claro nunca te detuviste a pensar en alguien más que no fueras tú, no eres más que un maldito egoísta, un intento de padre, no sabes cuánto me decepcionas.

—Estas furiosa conmigo, tienes derecho a estarlo, desquítate.— el hombre no se atrevía a mirarla a los ojos, seguía con la vista al suelo, desde ese punto de vista parecía bastante acabado.

—¡No sabes cuánto me decepcionas cuánto te detesto! ¡Te odio no eres más que un viejo imbécil! ¡Ojalá que tú hubieras sido el que hubiera muerto en lugar de mamá! Ella... ella si sabía entenderme, yo la extraño y tuve que quedarme contigo.— poco a poco, se iba acercando a su padre, éste seguía sin mirarla, y eso le provocó aún más coraje.

—¿No vas a mirarme? ¿No soportas la mirada de la persona a la que le fallaste? qué patético eres, ten siquiera el valor de mirarme a los ojos cuando te estoy diciendo algo.— su padre no le hizo caso y en respuesta ella lo tomó del abrigo que llevaba con una mano sacudiéndolo.

—Tal vez debería de acabar contigo.— levanto su puño izquierdo, dispuesta a darle un fuerte golpe en el rostro, su padre levantó la mirada, observándola fijamente, justo cuando estaba por darle el golpe se freno.

En aquel rostro avejentado miró al padre que un día le enseñó a armar modelos a escala, al hombre que una vez le mostró con tanto entusiasmo sus prototipos del Sato móvil, bajo su puño sin poder hacer nada más, algo en su interior estaba luchando.

—¡Acaba con él no dejes las cosas así!

—¡No no puedo lastimarlo!

—¡El nos lastimó aún más a nosotras! Merece pagar por lo que hizo.

Korra x AsamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora