vecino

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Bill se encerró en su habitación rápidamente, puso seguro y casi corrió directo a su cama

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Bill se encerró en su habitación rápidamente, puso seguro y casi corrió directo a su cama. Se tiró y se tapó con las sábanas, su cuerpo temblaba ligeramente por el miedo. Pequeñas lágrimas escapaban de sus ojos, y con sus manos se tapó la boca para sofocar su llanto.

Desde que tenía memoria, su vida estaba marcada por las peleas constantes entre sus padres. Podría tal vez alguien llegar a pensar que está exagerando su reacción, pero para él, vivir en un entorno tan tenso era una realidad desde que era pequeño.

La mayoría de sus recuerdos eran sombras de discusiones interminables entre sus padres. Pensó que todo mejoraría una vez que se divorciaran, pero lamentablemente, la situación no cambió.

Su padre, un hombre irresponsable, se entregaba al alcohol y a otras mujeres, gastando todo su dinero en esos vicios.

Jamás cumplía con la pensión alimenticia, ni siquiera aparecía para ver a su hijo, aunque esto último era algo que Bill agradecía en el fondo. Su madre, por otro lado, siempre se enfurecía al ver que el dinero no llegaba a tiempo, llamándolo repetidamente y presionando a Bill para que llamará de igual manera a su padre.

— ¡Y a mí que me importa! — Escuchó un grito de su madre, acompañado por el estruendo de objetos cayendo.

Se abrazó a sí mismo con miedo.

— ¡¿Entonces para qué querías que viniera?! ¡Deja de meterte en mi
vida! — Gritó el hombre en respuesta.

— ¡No me interesa tu vida, vete con las mujeres que quieras y a beber! ¡Solo sé puntual con el dinero! — Alzó más la voz la mujer.

— ¡Eso es lo que quieres! — Un fuerte golpe resonó por toda la casa, haciendo que Bill sollozara.

— ¡Tienes un hijo! ¡Tiene gastos y no puedo sola con ellos! — Gritó con furia, tras haber golpeado al hombre.

— ¡No me vuelvas a tocar! Me largo, no sé por qué vine aquí en primer lugar. — Se volteó dispuesto a salir de la casa.

— ¡Te llamé para que habláramos de Bill! ¡Sé responsable con él! — Lo detuvo.

— Cállate, él te puede
escuchar. — Frunció el ceño.

— ¿Y? ¡Bill, escucha esto: tienes un padre irresponsable que no se preocupa por ti! ¡Pero te prometo que nos sacaré adelante! — Gritó la mujer caminando hasta la habitación del menor.

— ¡Eres una mentirosa! ¡Bill, no la escuches, es una manipuladora! — Gritó de igual manera, sujetando por la muñeca a la mujer para que no avanzará más.

Bill se tapó los oídos para no poder escuchar nada. Solo lloraba en su oscura habitación, con los ojos cerrados.

Siempre era lo mismo; y pareciera que ya no podía más, se sentía sofocado y tenía mucho miedo. Solo quería, al menos, tener a alguien con quien desahogarse y llorar.

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