Matrimonio (1)

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Amaba a Bill más que nada en el mundo

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Amaba a Bill más que nada en el mundo. Tom Trumper lo hacía, y por esa razón, se encontraba dispuesto a pedir la mano de Bill en matrimonio.

Entró a la tienda de joyerías,  dirigiéndose a la zona de anillos. Su mira se poso por cada diamante, analizando de ellos, torció la boca al no encontrar lo que buscaba.

— Señor, ¿Le puedo ayudar
en algo? — Se acercó una empleada por detrás.

Tom se giró, viendo a una mujer rubia, casi de su edad, miró su uniforme y el nombre grabado en su placa. — Señorita...— Observó más a detalle la placa dorada. — Grease,  ¿No es así? Quisiera saber si tienen más anillos de compromiso, estos de aquí no me gustaron. — Explicó señalando la vidriería.

— Tenemos más, si. — Sonrió llamando a otro trabajador. — Trae la mercadería que llegó está mañana, para el joven de aquí. — Susurró a su compañero, este miró al hombre delante de él y casi corrió a traer lo necesario, con un poco de temor.

— En un momento están aquí con las demás opciones para usted. — Se paró en frente del trenzado, mientras hablaba con una sonrisa.

Tom asintió, cruzándose de brazos. Quien diría que comprar un anillo sería tan desafiante, pero en el amor todo lo vale.

— Dígame, ¿Piensa casarse? — Preguntó la chica, tratando de sacar un tema de conversación.

— Si. — Afirmó, sin importarle mucho el vago intentó de la chica en sacar conversación.

— Que suerte ha de tener su novia, eligiendo el mejor anillo para ella. — Siguió hablando, y Tom solo pudo asentir, sin querer hablar más con la extraña.

— Ha de tener mucho dinero, porque estos anillos son bien carísimos, déjeme decirle. — Se acercó dos pasos más al chico, parándose a su lado con excesiva confianza.

— Ajá. — Miró por dónde se había ido el otro empleado, esperando a que ya volviera con lo que necesitaba, estaba empezando a enojarse.

— ¿Cuánto tiempo lleva con su novia? Ha de ser mucho tiempo, como para querer unirse a matrimonio con ella, sería bueno que lo pensará mejor, no sé...tal vez convivir con demás personas, algunos roces. — Susurró lo último, muy cerca del contrario, observando el traje caro que tenía puesto.

— ¿Te pagan por hablar con los clientes? — Dijo finalmente, hartó de la situación, retrocedió a una distancia prudente.

— No, disculpe, pensé que...— Se alejó unos pasos, chocando con la mueblería.

— Pensaste mal, déjame ahora decirte algo sumamente importante, yo no permito que nadie se me acerqué más de un metro, contigo tuve mucha paciencia pero te aprovechaste de ella, ¿Quieres qué hable con tu jefe? Puedo hacer que te despidan si lo pido. — Informó, con el rostro inexpresivo.

30 Días (Toll)Where stories live. Discover now