Inocencia

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En la habitación, el bullicio de dos niños resonaba, mientras los padres disfrutaban de una charla entre sorbos de bebidas y risas

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En la habitación, el bullicio de dos niños resonaba, mientras los padres disfrutaban de una charla entre sorbos de bebidas y risas.

— ¿Qué te pareció? — Preguntó un rubio, finalizando una melodía con su guitarra acústica.

— ¡Me encantó! — Aplaudió emocionado, acercándose al mayor para dejar un tierno beso en su mejilla.

Tom se ruborizó, tocando sus propias mejillas. — ¿Por qué el beso? — Preguntó con vergüenza.

— Mi mami siempre me lo da cuando hago algo bien. — Explicó Bill, retomando su lugar para seguir plasmando ideas en un papel.

— Pero no eres mi madre. — Susurró, caminando hasta el pelinegro y sentándose a su lado.

La habitación se llenó de silencio mientras Bill continuaba escribiendo. Después de un rato, el rubio se recostó en el hombro de su compañero.

— Estoy aburrido. — Admitió, leyendo el contenido del papel que Bill escribía. Unas letras que parecían de poema.

— ¿Qué quieres hacer? — Dejó de escribir, mirando de reojo al rubio recostado en su hombro.

— Jugar a algo, pero no sé qué. — suspiró, preocupado por no saber cómo pasar el rato sin aburrimiento.

Bill pensó mientras observaba su cuaderno.

— ¿A la casita? — Sugirió, sin tener tantas ideas, provocando un gesto negativo de Tom.

— ¿Superhéroes? — propuso nuevamente, recibiendo otra respuesta negativa.

— Me aburre. — Tom se levantó del banco, dejando de recostarse en el hombro de Bill.

— Juguemos a... — El pelinegro dejó su cuaderno en el suelo, parándose de la banca.

— ¿Vemos una película? — Propuso, interrumpiendo al otro mientras se dirigía hacia la televisión en busca de algunos discos.

— ¿Qué película? — Preguntó Bill con curiosidad, siguiendo al rubio.

— O una caricatura... — Pensó Tom, volteando para mirar a Bill.

— Eso es para niños. — Murmuró el menor.

— Y jugar a la casita también. — Le dijo Tom, cruzándose de brazos.

— No es cierto, el juego de la casita es muy... — Bill se quedó callado, buscando la palabra adecuada.

— ¿Muy? — insistió Tom con interés.

— Amplio... creo. No, tengo razón, podemos imaginar muchas cosas dentro de la casita. Yo podría ser un policía que regresa a casa después de un día de trabajo atrapando ladrones. — sugirió Bill con emoción.

30 Días (Toll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora