9. Lo que arde dentro nuestro

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Arabella

Antes de que saliera el sol, nos indicaron que sería mejor que fueramos a dormir a las pequeñas cabañas del complejo. Estando un poco adormilados nos separamos en grupos de cuatro, así que Lia, Sammy, Lola y yo tomamos una cabaña.
Habrán faltado diez minutos para que sean las seis, que por fin pudimos acostarnos a dormir. Nuestras cosas estaban amontonadas en una pila de bolsos junto a la puerta, habíamos tendido nuestras camas sin cuidado, puesto que nuestra prioridad en ese momento no era la estética, sino descansar.

—Bella, despierta por favor, ¡Bella!— Horas mas tarde, Lola me zamarreaba perturbando mi sueño reparador, porque de hecho, estaba hecha trizas. —Llegaremos tarde al desayuno. Oh, y abrigate porque afuera hace bastante frío.— Me levanté con dificultad y aparté de mi rostro el tapa ojos que llevaba puesto, pero la luz que entraba por la ventana me cegó, así que los volví a dejar donde estaba. Sus insitencias continuaron por cino minutos, si no iba a callarse, lo único que podía hacer era levantarme. Era un zombie, no había dormido bien, tanto se notaba que cuando me estaba vistiendo, intenté meter el pie en la manga de un sueter en lugar de en mis jeans, lo peor es que sólo me di cuenta después de tres intentos fallidos.

Durante el desayuno, bajo ninguna circunstancia quise tener a Bigelow frente a mí, aunque eso no quitara que en lo único que mi mente pensaba, fuera ella. Todo lo ocurrido anoche parecía ser parte de un muy mal sueño, perdía coherencia y sentido, era como si todo hubiera sido obra de mi imaginación.

¿Ella se había inclinado?

No puede ser posible porque, eso implicaría que le gustan las mujeres. Estuvo casada por... Bueno, sólo Dios sabe cuánto, y hasta donde yo sé, era un hombre. Lo único que desarmaba mi teoría era justamente eso, que se estaba divorciando, pero vayan a saber el porqué. Mi segundo punto es que, si hubiera querido besarme, lo habría hecho, porque tuvo muchisimas oportunidades. Y lo más raro aún es, ¿por qué yo? Si no tengo nada de especial. No seré el jorobado de Notre Dame, pero tampoco soy el sueño americano de todo chico. Sí, seré bonita, pero no del tipo que destacan en una foto grupal, soy normal y corriente.

Oh, y existía un punto que no era bueno olvidar, nada muy grande, sólo quizás el hecho de que es mi profesora, la cual me dobla la edad y, como si fuera poco, estamos en una escuela católica. Esto no es correcto, aún así se lo mire por cualquier lado.

—Espero que no nos obliguen a hacer algo que requiera tanto esfuerzo físico, me temo que sin tantas horas de sueño encima no soy más que peso muerto.— Habló una de las mellizas recostada sobre sus propios brazos, había dejado su bollo suizo a medio comer y una taza de café vacía. En respuesta, su hermana la presionó a terminar la factura para así ganar un poco más de fuerzas.

Pero Lia tenía razón en lo de las horas de sueño. Cuando mis ojos realizaron una vista panorámica de la situación, pude apreciar cómo la mayoría de nosotros nos encontrábamos en el mismo estado extenuado y adormilado.
Algunos se dormían en las mesas, y otros recostaban sus cabezas en el regazo u hombro del de al lado.

—Muy bien, ¡arriba!, es hora de espabilarse, ¡vamos que ya amaneció y es un nuevo día!— El profesor Gregory entró al comedor con una pistola de agua del tamaño de mi brazo. Iba mesa por mesa lanzando chorros de agua que salían expulsados con fuerza. Mientres que unos tantos se llevaron una sorpresa, el resto reía por las caras que ponían. —¡Jones, despierte!— La pobre Lia se ganó una helada descarga en la cabeza, haciéndola saltar dos metros arriba de donde se encontraba recostada.
Tuvimos que contener una carcajada enorme en cuanto vimos su rostro marcado por los pliegues de tela de su brazo, y su cansada expresión haciendo un esfuerzo enorme por mantener los ojos bien abiertos. Andrew se burlaba de ella abiertamente, mientras que el resto de nosotros trataba de contener las carcajadas que nos provocaba la expresión desorientada de la rubia.

Secretos de una jurisprudencia desdibujadaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora