7. Campamento

48 4 9
                                    

Arabella

A las siete en punto del día siguiente, el profesor Gregory conectó el bluetooth de su teléfono a los parlantes del gimnasio y puso en loop y a todo volumen "La Macarena", para levantarnos de una manera graciosa. Amba la preparatoria.
El hombre comenzó a bailar mientras que pasaba caminado por entre nosotros, a su paso iba abriendo sacos de dormir, robando almohadas, despojando de mantas, y todo esto bailando en paralelo aquella pegadiza canción.

—Dale a tu cuerpo alegría, Macarena, hey Macarena ¡ay!— Cantaba desentonando como un perro, pero logrando hacernos reír apenas estando despiertos.

Agradecía no haber deshecho tanto mis maletas, así que no tarde mucho en acabar de ordenar todo. Lola y Todd terminaron poco después que yo, así que, una vez listos, salimos los tres a más no poder de bolsos. Un gigantesco autobús amarillo aguardaba en el estacionamiento detrás del gimnasio, podíamos verlo a través de las ventas que daban al campus. Todos debíamos despachar nuestro equipaje a la gran bodega del vehículo, así que rápidamente me apresuré a hacer eso con todo el cargamento que llevaba para apenas cuatro días.

—¿Qué tanto lleva en ese bolso, Mont Le Blanc?—  Preguntó alguien a mis espaldas. Al voltear, me di cuenta de que era Athenea quien estaba a cargo de supervisar que todos subiéramos nuestras valijas al autobús. Mis ojos quedaron prendidos en ella, incapaces de apartarse de la visión que se presentaba ante mí. Ataviada con un conjunto deportivo Nike negro, la morocha irradiaba una belleza casual que me dejó atónita. Las ceñidas calzas negras y el ajustado top resaltaban cada una de sus curvas con precisión, haciendo que el blanco de su piel resplandeciera aún más en contraste. Su cabello estaba recogido en una perfecta cola de caballo alta, complementada con unas gafas oscuras que le conferían un aire más sofisticado. Sin embargo, me hizo reír el hecho de que sus labios nunca dejaban de lucir un tono rojo intenso o un marrón suave. Jamás la había visto tan desenfadada; normalmente, Bigelow era sinónimo de tacones altos, faldas lápiz y delicadas blusas, o en ocasiones, un impecable traje de dos piezas. Esta versión relajada y deportiva era... Sencillamente magnética que... Madre mía, la hacían ver tan linda...

De repente, un codazo logró sacarme de mis pensamientos. Lola me miraba con los ojos bien abiertos, apresurándome a tomar una decisión: o respondo algo a la mujer que tengo frente a mí, o finalmente permito que despachen mi equipaje en la bodega. Tomo un segundo para sacudir mis pensamientos, pero siento un calor intenso subir a mi rostro una vez más, al darme cuenta de que la he estado mirando como una completa imbécil.

¡Dios mío, qué vergüenza!

—Y-yo uhm... Y-ya sabe cómo somos las mujeres profesora. Es mejor que sobre que que falte ¿verdad?— Se bajó las gafas para mirarme... ¿curiosa, divertida o ambas?

Salgo corriendo luego de ese ese momento tan incómodo, estaban comenzando a pasar lista por orden alfabético. Lola es una de las primeras en abordar el vehículo, entonces es la designada en apartar los tres últimos asientos, uno para Todd, otro para ella y otro para mí. Todd llega antes que Lola, yo tomo asiento en una ventana, él en la otra contraria, y la morocha queda posicionada justo en el medio.

Durante las primeras hora de viaje hablamos de cualquier cantidad de temas triviales y, ya cuando comenzamos a aburrirnos, no tuvimos mejor idea que apostar acerca de cuántas horas quedaban hasta llegar al lugar en donde nos esperaban una larga serie de agotadoras actividades. Lola sugería que faltaban veinte minutos, Todd dijo que una hora, finalmente, yo aposté por cuarenta minutos.
Si Todd ganaba, teníamos que cederle nuestros postres un día del campamento, si perdía, la última noche debería nadar en ropa interior en el lago.
Para Lola, si ganaba, debíamos tender su cama todos los días hasta finalizar el campamento, pero si perdía, debería levantar nuestros platos en todas las comidas.
Si yo gano, en caso de que me asignen algúna tarea comunitaria, ambos la cumplirían en mi nombre, pero... Si pierdo, deberé jugar una broma al campamento.

Secretos de una jurisprudencia desdibujadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora