2. Naranjas

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Arabella

Puse el despertador media hora antes para poder alistarme con tiempo y lucir bien el día de hoy. Salí con algo de pesadez de la cama para dirigirme al baño y comenzar con mi típica rutina de skincare. Maquillé las bolsas negras que tenía debajo de los ojos, puse rimel a mis pestañas y con un lápiz marrón, marqué el contorno de mis labios para después aplicarle un labial en un leve rojizo.

Me agradaban las leves ondas que se le habían formado a mi larga cabellera castaña debido a la humedad que predominaba. Me coloco el uniforme de la escuela, el mismo consta de una pollera tableada azul oscuro, haciendo juego con las medias y la corbata, luego seguían la camisa blanca y zapatos negros con algo de taco.

Oí un bocinazo afuera justo en cuanto acabe de colocarme perfume, enseguida supe que se trataba de Lola. Bajé por las escaleras y busqué en la cocina algo para ir comiendo en el camino, sin embargo, no hallé nada y, resignada, salí a paso veloz.

Se preguntarán qué hay de mi familia.
Bueno, tengo una hermana mayor que se fue a acabar sus estudios a Grecia, su nombre es Eliza. Mis padres la acompañarán por las dos primeras semanas. Luego, cada uno tiene un congreso de medicina en los dos extremos del mundo. Mi madre en Chicago y mi padre en Australia, y yo, mientras tanto, permaneceré sola por un mes y medio. Bueno, no completamente sola, mi tía y mi prima a veces suelen venir de visita dos o tres veces a la semana. Realmente no la paso nada mal, sí extraño a mis padres, pero mi tía Lisa y mi prima Kat son geniales. Lisa es la hermana menor de mi madre, se llevan diez años, Kat tiene mi misma edad, así que nos llevamos excelente, es como si fueramos mejores amigas, es una lástima que asista a otro instituto. Además se lleva súper bien con Lola, lo cual es un bonus plus, a veces solemos hacer salida de chicas las tres juntas.

—¡Buenos días Dolores!— Saludo en broma a la morocha, llamándola por su nombre completo antes de subir al auto. En respuesta, la muy desgraciada, me lanzó una mirada asesina para luego acelerar y comenzar a andar. Perdí mi di dignidad en el transcuro en que perseguí al vehículo rojo sin techo durante una cuadra y media. —Lo siento Lola, juro que nunca más volveré a llamarte por tu nombre.— Le suplicaba corriendo a la par, mientras que le golpeaba la ventanilla. Repentinamente, clavó los frenos, logrando que me golpée con el espejo derecho, al fin pude subir para sonreírle y saludarla diciendo sólo su apodo.

Cuando por fin aparcamos cerca de la entrada, nos dimos cuenta de que al parecer nos habíamos tomado muy en serio la puntualidad que nos rogaron. A decir verdad, era todavía muy temprano como para el horario normal entrada.
Bajamos y nos dispusimos a pasear por los pasillos hasta que se hiciera la hora, lo único en lo que podía pensar, era que no daba la hora de que abriera la cafetería, estaba muerta de hambre. Será mejor que coma algo antes de la ceremonia, no quiero desmayarme por la falta de alimentos en mi estómago. Siempre consideré al mismo como un agujero negro. Agradecía tener un buen metabolismo y una genética que me otorgaba una contextura delgada. De lo contrario, estoy segura de que, a juzgar por la manera en que adoro comer, si no contara ni con los genes ni el metabolismo, muy probablemente, hoy tendría sobrepeso.

—¿Ese ruido lo hizo tu estómago?— La morocha de cabello ondulado se volteó a verme entre sorprendida y divertida.
Mi estómago me estaba hablando en idioma cetáceo, y traduciéndolo al español, me pedía a gritos una migaja de lo que fuese para entretenerse un rato al menos.

—¿No tienes nada para comer? Salí apurada y no alcancé ni siquiera a tomar un vaso de agua.—

—No, no tengo nada pero... ¿Por qué no vamos al jardín de las monjas? Es época de naranjas...— Sugirió como una opción de últimas, pero aunque estuviera muerta de hambre, sabía que no estaba del todo bien hacer algo que estaba prohibido.

Secretos de una jurisprudencia desdibujadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora