Capítulo 23. Mis amados

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Después de que les dije que los amaba, pasamos un rato en mi cuarto hablando en mi cama, antes de que Matthew nos interrumpiera para decirnos que ya se iba y despedirse de mí. Ellos no tardaron mucho más en irse. Justo cuando yo estaba a punto de quedarme dormida, Ethan se vino a acurrucar a mi cuarto para dormir conmigo, como lo hacíamos en cada una de mis noches de cumpleaños.

Esa noche no tuve ni una pesadilla, fue una noche blanca, pura, llena de paz.

El domingo fue un día hermoso, hable con mi mamá después de un largo tiempo sin hacerlo, por lo menos no con esa profundidad.

—Sí, te puedes tatuar, pero hasta la próxima semana, cuando yo tenga descanso te llevaré, lo prometo.

—Gracias, mami.

—De nada. Ahora, ¿ya me vas a contar de tus novios?, no hemos hablado de ellos.

Le conté todo, como los conocí, como nos enamoramos, como empezamos a estar juntos. Le conté qué les gustaba, le conté quienes eran sus padres, de donde eran cada uno.

—Ellos me agradan, parecen muy lindos, y siempre que estas con ellos sonríes mucho, eso me gusta.

—Son buenas personas, realmente buenas personas.

—Eso parece. Hija, te puedo traer condones para cuando tengan sexo, pero háganlo en la casa, no lo hagan en lugares raros, sé que esos lugares son más excitantes, pero es más seguro en casa.

—¡Mamá!, no hemos tenido sexo.

—Por eso, es para cuando lo tengan.

Pasamos un buen rato hablando de cualquier cosa, me hizo sentir tan liviana. De repente todo el peso de mi vida se sintió menos doloroso.

El lunes fue decidí hacer algo que llevaba mucho tiempo queriendo hacer, al salir de clases decidí unirme al club de matemáticas para ir a las olimpiadas de matemáticas, el martes el profesor me aplicaría un examen para ver si mi nivel era suficiente para unirme al equipo.

Al salir fui a terapia y hablé de todo lo que había pasado, de todas las cosas que habían cambiado en mi vida. De algún modo, todo se estaba empezando a acomodar, la vida empezaba a tener más sentido.

No es que no hubiera momentos en los que me sintiera profundamente rota, simplemente, había más momentos en los que me sentía feliz, libre.

El martes fue un día complicado, los tres decidimos almorzar juntos, lo que por supuesto atrajo las miradas de toda la escuela, incluso si no nos besábamos ellos nos miraban, lo que me parecía increíblemente estúpido.

—Els, ¿estás bien?, estás muy distraída —dijo Enzo, con un tono preocupado en su voz, el mismo que usaba cada vez que veía una nueva marca en mi piel.

—Estoy bien.

—¿Sabes?, ayer hable con mi mamá de nosotros. —El gesto alegre de Bruno nos dio a entender que las cosas salieron bien, aun así, Enzo pregunto. —Me dijo que deberíamos cenar con ella un día. Dijo que incluso podíamos traer a sus padres, ya sabes, realmente conocer a la familia.

—Tal vez...

Conocía lo suficiente a Enzo para darme cuenta cuando estaba triste, como en ese momento. Siempre supe que su familia era un tema complicado para él, pero no suele hablar mucho de porqué. Sus mamás son geniales, siempre lo apoyan, pero supongo que lo primero en lo que pensó fue en su papá, el encargado de su custodia.

—Creo que primero debería conocernos a nosotros y después hacemos una cena con todos los padres de todos. —Traté de calmar su gesto, pero algo en él se seguía viendo triste.

La Chica de ArcillaWhere stories live. Discover now